viernes, 21 de junio de 2024

..Hotel de Enricostro. Episodio n1(novela)

  

Delante a un hermoso e imponente hotel, en el bordillo de enfrente; pasaba su tiempo libre... sentado un chico llamado José.

Cada día, después de salir del colegio, comía el bocadillo que su madre le preparaba; luego salía corriendo y se acomodaba siempre en el mismo lugar.

Era un muchacho un poco retraído, y cuando sus amigos le llamaban, él simplemente les ignoraba. Nadie sabía por qué motivo, José gustaba de pasar su tiempo frente al hotel... Algunos decían, que quizás disfrutaba viendo a los turistas entrar y salir.

 

Él jamás había trabajado; sin embargo, un día el conserje del hotel, quien lo conocía desde pequeño, lo llamó: 
*¡Hey Chico... ven!
Luego le preguntó... ¿Sabes qué labor desempeño en este hotel?
-¡Sí! Claro que sí; tú estás para desempeñar el cuidado del hotel, y muchas cosas más.
*Estás en lo correcto José, estoy para todo.
¿Quisieras ganarte un dinérico?
- Sí, me encantaría, contestó el chico.
*Pues, bien, hoy vienen unos turistas, y necesito que me ayudes a ingresar su equipaje.

El chico se sintió muy contento, y se sentó en el escalón del hotel a esperar; en ese momento él se sentía importante... así pues, estaba impaciente y nervioso.

Después de esperar por unos minutos, frente al hotel se detuvo una limusina, y descendieron unas señoritas muy guapas, acompañadas de un señor muy elegante, de buen vestir.

José se levantó inmediatamente, a tiempo que el conserje le daba la orden de ir al coche, y subir todo lo que le indicarán a la habitación.

José respondió, con voz tenue... ¡Como usted ordene, señor!

 

El chico realizó su trabajo maravillosamente, pero mientras iba y venía por las maletas; se percató que las chicas se estaban desnudando, preparándose para darse una ducha.

José entraba mirando de reojo, más nunca sin pararse un instante, y con la cabeza un poco agachada.

En una de sus idas y venidas, cuando el chico se disponía a salir, para ir a recoger más equipaje... escuchó:
*¡Hey chico, chico... ven!
¿Cómo te llamas?
-Mi nombre es José.
*¿Podrías ayudarme a desabrocharme el sujetador, pues se me ha atorado?

José cumplió con la petición; sin embargo, se sintió morir, cuando colocó sus manos, en el cinto... junto a la espalda de la hermosa chica; pues percibía su belleza, su olor, la tersura de su piel... y la cercanía con su cuerpo.

 

Todo lo que estaba viviendo, eran experiencias y sensaciones nuevas para él.

Así que el muchacho, con mucha delicadeza y casi sin tocarla, introdujo sus dedos y desabrochó el sostén; la chica agarrándose el sujetador con una de sus manos, se volvió y le dio un beso, como gesto de agradecimiento.

La chica no era mayor que él... más el pobre quedó paralizado... y de nuevo, con la vista al suelo, dio dos pasos atrás, en señal de respeto.

De pronto escuchó una voz varonil, preguntando:
¿Chico ocurre algo? 
José reaccionó y solamente respondió que estaba por retirarse, y así lo hizo... se marchó para continuar sus labores.

 

Cuando subió todas las maletas; la última era la del señor que las acompañaba... quien agradeció su arduo trabajo como botones; más no sin comentarle, que había tenido que esperar, por mucho tiempo, por su equipaje.

El chico se disculpó por la tardanza, informando que solamente él estaba disponible para realizar, dicha labor.

Cuando José se dio la vuelta para marcharse, el hombre se dirigió a él de nuevo, diciendo:
¡Chico espera!
José se dirigió hacia él y se quedó parado.
-¿Cómo te llamas?
* José señor.
-¿Buen trabajo, José, toma esto para ti; pero no se lo comentes a nadie?

 

La propina que recibió fue un buen fajo de billetes; José agradeció y se los guardó en el bolsillo, sin darle mayor importancia.

Este hombre lo percibió un chico maravilloso, pues fue testigo de la forma correcta en que se había comportado con la chica; así que le entregó diez dólares más... y le advirtió que si le preguntaban, cuánto le había dado, mostrará únicamente la modesta propina.

*José de nuevo agradeció modestamente, y luego se retiró agregando que si necesitaba algo más, se encontraría sentado en el bordillo de enfrente del hotel.

El hombre quedó extrañado con la respuesta, pues no sabía que el chico no era empleado del hotel.

 

Minutos después, Antonio, que sé así se llamaba el huésped; se acercó a la ventana, y se dio cuenta de que el chico se encontraba sentado enfrente del hotel, tal cual le había informado.

Intrigado llamó al conserje por el teléfono y le dijo:
-¿Podría enviarme al botones, de nuevo, por favor? 
*¿Perdón... a quién necesita?
-Al botones... al chico que subió el equipaje.
Para ese momento ya eran las ocho de la noche, por lo que el chico se había marchado a casa... y volvería hasta el día siguiente, a eso de las cuatro de la tarde, luego de salir del colegio... pues esta era su rutina, día con día.

Siendo así, fue el conserje quien subió a la habitación. Tocó a la puerta y preguntó:
-¿Señor, en qué puedo servirle?
*Realmente no necesito nada, gracias. Solamente necesitaba hablar, con el  chico que subió las maletas.

El conserje intrigado preguntó:
-¿Se ha perdido algo, señor?
* No...no es nada de eso, no debe de preocuparse.
-  pues la verdad es que ese chico es tan solo un vecino de estos lares, y necesité pedirle su ayuda hoy por la tarde. 
*Si es así, no hay más que hablar. Puede usted retirarse.
-Gracias, señor; más si necesita algo, por favor no dude en llamarme.

Mientras tanto, el chico Jose llegaba a su casa; se dirigió a su dormitorio muy contento, y en una caja de zapatos, guardó su ostentosa propina... más no le dio mayor importancia.

Se lavó las manos, bajo las escaleras y se fue a cenar en compañía de sus padres.

El papá no trabajaba desde hacía algún tiempo, pues estaba jubilado; pero económicamente vivían muy bien, ya que había sido un funcionario importante. 

Los padres sabían que su chico estaba un poquito tocado, pero nada para alarmarse; pues el único problema era que tartamudeaba un poco cuando se ponía nervioso. Pero en general era un chico maravilloso, pues era buen estudiante, obediente y sobre todo; poseía un gran corazón, y daba todo... a quien le necesitara.

Continuará…

Enrique Nieto Rubio 

*Derechos Reservados*

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