martes, 10 de marzo de 2020

.Los niños abandonados de Enricostro (cuentos)

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 sobre el año 1300. en tiempos de horror, por la miseria de las ciudades en Andalucía, cerca de córdoba por entonces. Cuando la miseria se masticaba en sus mayorías de las personas. 

Una triste familia de siete personas contando con un matrimonio de miseria. Estos decidieron adentrarse en un bosque cercano a la ciudad. Con sus cinco hijos andárón varios kilómetros hasta que la ciudad se perdía entre el follaje del bosque, en un pequeño claro en su hondura.
Ellos decidieron proponerles a los hijos jugar a esconder, diciéndoles que si los encontraban esa mañana, comerían caliente cosa que jamás pasó en ellos.
Así que así fue como los abandonaron a los cinco.
La mayor tenía 9 añitos, el hijo que le seguía en edad era de 8 años, otro 6 el siguiente 5, y el más pequeñito 2 años, que apenas si se tenía en pie. 
Ellos, los padres, solo querían vivir su vida, y hacer el amor a cada instante y claro les estorbaban los hijos.
Así que huyeron como lo que eran unos miserables.
Ya los niños eran las siete de la tarde, y empezaba a refrescar, estaban destrozados y muertos de hambre.
Decidieron echar a andar, pero como no sabían por donde, se adentraron mucho más en el bosque aquel.
Iban descalzos, con sus pies heridos, por los pinchos del bosque.  Este bosque los maltrató, todo lo que pudo y más.
Ya casi de noche, por fin, a lo lejos divisaron una cabaña. 
La mayor se fue compartiendo a la más chica, con su hermano, ya no podían más.
Arrastrándose como pudieron, consiguieron entrar en la cabaña.
Ya los cinco dentro buscaron comida, lo cual había y en abundancia, hasta leche tenía en una jarra quien fuera.
Esta cabaña, tenía un rico pan dentro de un horno calentito.
Se sentaron todos en una gran mesa y se hartaron de comer y beber leche y unos preparados de carne que había en una olla calentita, se lo comieron todo y la chiquitina se tomó dos grandes vasos de leche.
No les importó en ese momento los dolores que tenían en sus malogrados cuerpos.
Así que decidieron en una gran cama que tenía, descansar un ratito y después marcharse, ya que lo que estaban haciendo sabían que no estaba bien, pero no tenían otra.
Pero como estaban tan mal y cansados, se quedaron dormidos todos. 
A las dos horas más o menos, llego el dueño de la casa. Encendió la lamparilla de carburo, y la colgó encima de su mesa. 
Cuando se encontró toda la mesa llena de todo lo que había comido,
bueno se enojó un montón blasfemando, creyendo que eran otros cazadores.
Pero entró en el dormitorio con otra lamparilla, y en la cama vio piernas y brazos por todos lados, y en el medio la bebé sentada con dos ojos como linternas de grandes, comió tanto que no podía dormir. 
Así que la cogió y se la sacó en brazos. 
Este hombre era muy grande y robusto, con grandes barbas que daba un poco de miedo.
Se sentó en la mesa y puso a la niña encima de ella,
la examinó y la chiquilla estaba escocida de su culito y muy sucia, así que le quitó la poca ropa roída que tenía, y en su horno tiene para calentar agua, y así lo hizo.
calentó un cubo grande y la metió dentro sentándola, para disponer a comérsela, que es broma hombre. 
bueno la cría lloraba, pues les dolían sus heridas.
Ya lavada la cogió y la secó muy bien y tumbó una gran piel de oso en la mesa y allí la tumbó a la cría. él era un hombre muy inteligente, pues en sus tiempos fue un científico rarríto, que intentaba pasar desapercibido de la sociedad, Tenía unas grandes vitrinas con muchos botes llenos de potingues, bueno, él sabrá que son claro.
Tomó un bote y lo abrió con la mano, sacó de él una especie de aceites que embadurno todas las heridas de la bebé. 
La envolvió en un trapo limpio y la peque se agarró a sus barbas balbuceando palabras.
Él se echó a reír, pues vivió muchos años solo.
Así él con la bebé en brazos, picoteo algo de pan con un riquísimo queso hecho por él, y se sentó en un gran butacón que tenía en un rincón. Él lo usaba mucho para relajarse de un largo día.
Así hasta que se quedó durmiendo, con la bebé en brazos. 
Ya de madrugada, sobre las siete, la mayor despertó a todos diciéndoles: 
¿Venga que nos vamos.? Así que todos salían despacito, huyendo, pero la puerta estaba cerrada, y no podían abrir, además de su hermanita pequeña, no podían dejarla allí, pero tampoco podía quitársela a aquel gigante que dormía con ella.
El hombre aquel abrió un ojo y dijo:¡volver todos a la cama!
ellos corrieron para adentro asustados, y en la cama se acurrucaron.
sobre las nueve la mayor se levantó y sin hacer ruido limpió todo cuanto había en aquella mesa.
Ya el gigante despertó y le dijo a la chica: 
¡llama a todos.!
Así que los llamó y todos uno al lado del otro, de mayor a menor. Dijo: ¡bueno quién me va a explicar qué es esto.!
La mayor, sin darle vueltas a la historia, le dijo: ¡nuestros padres nos han abandonado en el bosque.!
Él, los miraba a todos, sucios y heridos por todos sitios, ella creía que este gigante se los comería.
El hombre dijo; ¡haber, quitaros toda la ropa! Bueno la cabaña era muy calentita, y se estaba muy bien.
así que todos se quitaron los trapajos aquellos, pero la mayor se asustó de aquello, pero no se atrevía a decir nada por sus hermanos.
y él le dijo; ¡venga y tú también.!
Así que ella solo tenía un vestido roído y sucio.
Tenía su cuerpo deplorable.
Él, tenía, una gran bañera de hierro muy antigua, que la llenó de agua calentita, le dijo a la mayor: 
Coge todas esas ropas, él abrió el horno y le dijo: a la chica, ¡echalas dentro.! Y lo quemó todo.
Cómo eran muy delgados, él dijo: ¡todos a la bañera venga.! 

Se metieron y él le echó al agua, algo de un bote, así que a la mayor la frotó él por todos lados,
y cuando estaba limpia, le preguntó: ¡cómo te llamas! Ella respondió:¡Laura.!
 ¡yo soy Juan.! 
mira como yo te he lavado, quiero que lo hagas con todos tus

 hermanos, ya que eres la mayor vale.

Él le puso una camisa suya a la mayor.
 ella aceptó sin decir nada, pues en su vida se había visto en otra. 
Media mañana allí jugando en el agua todos. Disfrutaron de lo lindo. 
Ya cuando terminaron, Juan los llamo a todos:¡si os queréis quedar aquí, tendréis que llevar unas normas! Primera os tenéis que secar muy bien cuando os lavéis y peinaros.!
¡bueno ya os diré poco a poco lo que tenéis que hacer, estáis todos de acuerdo.! ¡Sí, sí, sí.! Todos lo aprobaron.
Cuando llamo a Laura:¿tú la primera ven aquí, la tumbó en aquella gran mesa, y sacó el bote mágico, de curar, y en todas sus partes la fue untando de este frasco con un trapito, escocia un poco, pero no era nada así que le dijo:
¡ves como te lo he hecho, pues así tienes que hacérselo a todos tu hermano, menos a la peque, que ya la he mirado yo, esta mañana, y está curada del todo! Vale. ella se le abrazó tiernamente y él se estremeció.
¡Bueno haremos una cosa escuchar todos, yo voy a cazar ahora y después tendré que ir a la ciudad!
¡Cómo estáis en pelota picada, jajajaja no podréis salir, a la calle así que os quedaréis dentro vale.!
Todos estaban de acuerdo.
Juan era un buen rastreador y sabía todo de ese inmenso bosque,
así que siguió la pista por donde vinieron los niños con su perro blúquin. un gran mastín inteligentísimo.
Y por una vereda estrecha había unas huellas de huida, esta era de los padres.
Él, tomó precauciones, pues era el sendero de las víboras. Y se temió lo peor.
Un poco más allá encontró a los padres de los chicos muertos quedaron abrasados.
Pues un enjambre que allí vivían lo pisaron y les atacaron todas y fue muy rápido.
Juan regresó a por su vehículo y se marchó a la ciudad.
Los niños todos estaban jugando en la cama, que era donde mejor se estaba.
Cuando él llegó a la ciudad se dirigió a una tienda de ropa de una gran amiga de él, además de comprar siempre allí, aunque tiempos atrás tuvieron sus rozecillos amorosos, pero que nunca fueron a más. 
Cuando Carmen la tendera lo vio entrar:
¡hombre Juan que es de tu vida.!
Él le contestó:¡hasta ayer bien, hoy no sé, mira Carmen tengo cinco!
niños en casa, tres mujercitas y dos niños y los tengo que vestir:!
Carmen le dijo:¡no querías casarte conmigo, por no tener familia y ahora tienes cinco hijos, jajajajaja, jajajaja! Ella no podía parar de reír, ¡eso lo tengo que ver con mis propios ojos, jajajajaja, llévame a verlos a tu casa, para tomar medidas, jajajajja.!
Así Juan, muy serio, la miraba con ojos enojados.
Ella se tiró para sus barbas con las dos manos y le dio un gran beso en la boca mientras tiraba de él, él, se quedó pasmado.
Cuando iban para la casa, antes se llegó al cuartelillo de la policía y comunicó que en tal sitio hay dos personas muertas, en el camino de las víboras. La policía le dijo: ¡quienes son, los conoces! Él, le dijo: no, los conozco, cazaba por allí y los vi, esta mañana.  Nada más y se marcharon.
pues Juan llevaba todas las licencias al día, y era muy conocido por ellos. 
Carmen se llevó algunas ropas a cálculo. Según él le describía sus cuerpos
Cuando Carmen vio a los niños, todos limpios, dijo:¡si son preciosos! Así agarró a los cinco y los estrujo muy fuerte, Carmen era de estas tetonas y casi los asfixia.
Le dio las ropas y a la mayor le vinieron bien, los pantalones y al segundo en edad.
Más tarde les traería a los demás sus ropítas, ellos se pusieron la mar de contentos. 
Carmen le dijo a Juan:
¡quieres que los criemos entre los dos.!
Juan le dijo: que sí, y se abrazaron.
Pocos años después, se casaron y fueron muy felices, y mientras tanto los niños, vivieron su mejor infancia, pues tenían todo un bosque para jugar, aunque nunca dejaron los alrededores, de aquella hermosa cabaña.
 aprendieron a cazar y a pescar, nuestra querida Laura, Carmen la instruyó y la metió en la tienda de dependienta, a los 14 años, Carmen desde que se acopló en aquella familia, todos los días debajo de esos hermosos árboles, formó una escuela para todos así se turnaban ellos dos, para tampoco dejar la tienda, abandonada, Juan montó unos bancos y además tomó otros niños cercanos, pues él al tener estudios elevados también ejercía de profesor. y todo fue de rosas. La peque seguía agarrándose a las barbas de aquel hombretón, que con el tiempo terminaron todos llamándoles papá y mamá. fin.
Enrique Nieto Rubio.
derechos de autor. 

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