Mostrando entradas con la etiqueta Petición.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Petición.. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de agosto de 2025

Guárdame, Señor, por tanta insolencia,

 Guárdame, Señor, por tanta insolencia, que brota sin freno de mi corazón, por palabras duras, por mi indiferencia, por no ver tu luz en la humillación.

Perdona mi orgullo, mi vana osadía, mi lengua que hiere, mi juicio sin paz.

 Hazme humilde, manso, en cada agonía, que tu misericordia me vuelva a abrazar.

Guárdame del fuego que yo mismo enciendo, de la sombra amarga que suelo sembrar. Hazme instrumento de amor, no de estruendo, que en mí arrepentir te pueda encontrar.

Y si caigo, Señor, no mires mi falta, sino el clamor sincero de mi alma rota. Que tu gracia, como lluvia que exalta, me limpie, me sane, me vista con ropa de paz y de vida, de fe y de perdón. Guárdame, Señor, en tu corazón.

Sé, Señor, que mi fe es ridícula ante el abismo de tu amor inmenso. No alcanzo a entenderte, no sé cómo mirar tu rostro cuando el dolor se multiplica en Palestina, tierra de tu Hijo, donde aún se llora y tú no logras calmarlo.

¿Será que no nos entiendes, Dios, por tu gran omnipotencia? ¿Será que el dolor humano es tan pequeño desde tus alturas que no lo ves?

Pero nuestras almas mueren, sin consuelo, sin paz, como hojas secas en un viento de guerra. Mira a tu Hijo, Jesús, cómo llora por los inocentes, por los niños sin nombre, por los cuerpos sin tumba.

¿No ves, Dios todopoderoso, cómo otros se creen dueños del mundo y siembran muerte donde tu hijo sembró amor?

Si seguimos así, lloraremos todo, hasta el último brote de esperanza. Y quizás este sea el fin del amor que tu Hijo dejó como semilla para todos.

Acaba, Dios, con estas malditas guerras que no sirven para nadie, que solo destruyen lo que tú creaste.

Ay, Diosito… he vuelto a caer en mi propio pecado. Perdóname.

Señor, sabemos que nuestra fe a veces se tambalea, que parece pequeña frente a tu inmenso amor. Pero aun así, venimos a ti, porque no entendemos el dolor que nos rodea, el sufrimiento que hemos creado con nuestras propias manos.

Mira, gran Dios, la tierra de Palestina, la tierra donde nació tu Hijo Jesús, y donde hoy se llora sin consuelo. Él, que vino a sembrar amor, ahora llora por los hijos que mueren, por las madres que gritan, por los hogares que se desvanecen en el polvo.

¿Nos entiendes, Dios? ¿O tu grandeza te impide ver la pequeñez de este planeta que tú mismo creaste? ¿Será que desde tus alturas no alcanzas a oír el clamor de los inocentes?

Pero nosotros sí lo oímos, y nuestras almas se rompen. Nos duele cada guerra, cada injusticia, cada acto de odio que contradice tu mensaje.

Por eso te pedimos, gran Dios: acaba con estas guerras malditas, que no sirven para nadie, que solo destruyen lo que tú amas.

Mira a tu Hijo, Jesús, cómo llora por nosotros. No permitas que su sacrificio se pierda en medio de tanta indiferencia.

Y si hemos pecado, si hemos caído en el egoísmo, en la ceguera, en la comodidad… perdónanos, Diosito.

Haznos instrumentos de tu paz. Haznos sembradores de tu amor. Haznos dignos de tu perdón.

Amén.

🌌 El Todo y el Amor

Dios (El Todo): Yo soy el principio, la chispa que encendió el universo, el silencio antes del tiempo, la voz que no necesita palabras.

Yo soy el que es, sin forma, sin límite, sin fin. El que sostiene galaxias y escucha el suspiro de una flor.

Jesús (El Amor): Y yo soy tu reflejo en la carne, la lágrima que toca la tierra, el abrazo que sana, la palabra que se hizo pan.

Yo soy el puente, la herida abierta por compasión, el hijo que camina entre los hombres para enseñarles a mirar hacia ti.

Dios: Tú eres mi ternura hecha cuerpo, mi misericordia con rostro humano. Donde yo soy fuego, tú eres llama suave. Donde yo soy eternidad, tú eres instante redentor.

Jesús: Y tú eres el Todo que me envuelve, el Padre que no abandona, el misterio que me sostiene cuando el mundo me clava su cruz.

Ambos: Juntos somos el susurro y el trueno, la justicia y la gracia, el origen y el camino, el Todo y el Amor.

Copilot y Enrique Nieto Rubio.

Derechos reservados.