Días de Navidad, un niño.
Brited era un niño pobre venido de otro país.
Él vivía en las calles y en estas Navidades. Con doce años ya no creía en nada, y sus padres han muerto en Jerusalén por los ejércitos de Israel. Este chico vagó en un barco hacia Francia y aquí se formó su historia.
Es un niño de estos que tantos millones hay en este mundo invisibles, pues a estos nadie los ve.
Él sabía que Papa Noél no vendría ni los Reyes, tampoco. Él era consciente, miraba mucho los televisores encendidos de los escaparates, y tenía unos sueños de estos de soledad y amargura.
Rebuscaba en los contenedores y conseguía zapatos y ropas en lo cuál se vestía y se calzaba.
Él pidió en la cocina de un restaurante, creyendo que no les darían nada, pues tenía la fe perdida.
Pidió un pequeño bocadillo, y un señor grande y con barba espesa y blanca le dijo.
Chico, espérate un momento.
Él creía que se reirían de él como otras veces hicieron, pero en unos minutos salió este señor, con un bocadillo,ufff, juro que era tan grande que este chico no tenía manos. Para sostenerlo era de calamares calentitos en una gran Viena llenito de mayonesa y una Coca-Cola fresquita.
A este niño se le aflojaron las piernas y tuvo que sentarse en el suelo, así como cogió el gran bocadillo.
uffff sus lágrimas eran ríos de tantas penas atrasadas.
Comió y comió. Madre dijo, mirando al cielo, decía: ¡Qué rico está, ufff! Llamó otra vez en la puerta, que era de estas grandes de hierro, para darles las gracias a este señor, no sin antes guardarse más de la mitad del bocadillo para los días siguientes.
Pero solo salió un chino así, vajillo. Él le preguntó: ¿Podría usted avisarle al señor ese grandote con barbas blancas que me ha regalado el bocadillo?
El chino le contestó: Yo no entender, aquí estoy yo solo, uff, niño, que no tengo mucho tiempo.
ufff este niño se dio la vuelta y se dijo: Verás si Papa Noel va a existir todavía.
De pronto, se vio frente a un inmenso árbol de Navidad, enjambrado de luces, que hasta calentaba la calle y, harto de comer, seguía con su Coca-Cola que parecía que nunca se vaciaba.
Eran las once de la noche, del día cinco de enero, y eclipsado por las luces. Ahora sí, era feliz.
Se sentó en este banco, cerca del árbol de las luces, como él decía, y sus ojos les brillaban como si tuviera la estrella de Belén.
Él recordó en su tierra que aún seguían cayendo bombas en sus calles.
Y otra lágrima rodó.
Se acercaron dos niños pobres, más estos eran un español y su amigo francés, que se fugaron de un orfanato.
Ellos miraban las luces con esos ojillos de asombro.
Brited les dijo: —Tenéis hambre, y ellos contestaron: —Sí, mucha.
Sacó su gran bocadillo, que aún estaba calentito, y lo partió por la mitad, dándole a cada uno, y cogió dos vasos de plástico, que en el asiento había, y los llenó de coca-cola fresquita. Así estuvieron comiendo hasta hartarse, y cantaron algunos villancicos en francés y en español.
Enfrente había una inmensa tienda de juguetes que era de galerías preciados, y en su escaparate un señor vestido de rey observó a ese chico, que estaba solo y que ahora compartía ese bocadillo tan rico.
Salió y le preguntó al chico que dio su bocadillo que sí conocía a los otros dos.
Él contestó que no, que como tenían hambre les dio su bocadillo.
Viendo un gesto tan bonito en Navidad, aunque era el dueño de aquella tremenda tienda, se dio cuenta de que la Navidad seguía muy viva y reluciente.
Al ratillo se llenó a todo su alrededor de cientos de personas, cantando a la vez que estos tres chicos.
Que desde este día comenzaron a ver que aún había esperanza para este cruel mundo.
El señor Este sacó un montón de juguetes para ellos y de paso regaló balones a todos los que allí había.
Más, esta noche vendió todos los juguetes que tenían...
Desde este día, estos chicos comenzaron a ver la vida de otra forma, que al poco tiempo fueron adoptados por unas personas maravillosas.
Os lo digo porque este niño era yo. Cuento de
Enrique Nieto Rubio. Derechos reservados.
Cuento de ficción. De Navidad.