Al lado de mi casa vivía mi ahijada. Ella era preciosa, linda, a más no poder; a quien quería como a una hija.
Su familia y la mía salíamos a cenar, nos gustaba ir de paseo al campo, e igual celebrábamos todas las fiestas habidas y por haber.
Entre los miembros de las dos familias, nos queríamos mucho.
La hija de nuestros mejores amigos era mi ahijada; recién había cumplido diez y nueve años, convirtiéndose así en una hermosa jovencita; a quien le gustaba tontear conmigo. Coqueta e insinuante me decía:
¡Mira padrino! Y me enseñaba un poco de sus pechitos. Yo, presuroso, le respondía: ¡Te los voy a comer todo! (En forma inocente)
Y ella me decía: ¡Que te lo crees tú! Ja, ja, ja
Pasó el tiempo y ella se enrolló con un chico; él no era mala persona, pero estaba loco por tirársela. Y lo entiendo, pues ella estaba como un tren... o más, como dos trenes.
Por aquel tiempo, yo me encontraba separado de mi pareja, pues recién habíamos tenido un embarazo fallido y esto fue causa de fricción en nuestra relación.
Bueno, seguiremos con el relato...
Al lado de casa hay unos jardines, y en una de las esquinas de este llano, se encuentra un árbol grande; él que tiene muchos años de vida, pues fue plantado antes de existir el jardín... incluso antes de que las viviendas, fueran construidas.
Un día, transitando por la carretera, pase por allí cuando regresaba de trabajar... y en la esquina opuesta vi al chico liado con otras dos mujeres.
Estaban los tres teniendo sexo y poniéndose guarritos a pleno medio día. Luego miré hacia el árbol, y allí se encontraban otros chicos, liados con otra chica también.
Algo en mí llamó la atención, me parecía raro que estaban debajo del árbol... baje la velocidad de mi coche, y cuando pase frente a ellos; pude ver que la tenían amarrada, y eso no me gusto.
Así pues, determiné dar marcha atrás; y al fijarme bien, me percaté que era mi ahijada Rocío. La tenían con los pies dentro de la tierra y a su vez con las piernas abiertas.
¡La iban a violar los dos y a la vez! Uno la iba a penetrar por delante, y el otro por detrás. La tenían completamente desnuda, su piel tersa y blanca, en medio de esos dos cerdos.
Había otros chicos alrededor de ellos, que incluso animaban a estos elementos a llevar a cabo su fechoría, y ninguno de ellos hacía nada por evitarlo.
Rocío se resistía como podía, llamando a gritos al novio; pero él no atendía a sus súplicas; actuaba como si no fuera con él, o como si estuviera completamente drogado. Incluso les pegaban guantadas para que se dejara poseer.
Inmediatamente, detuve el auto, y salí corriendo a donde se encontraba el grupo.
Mi ahijada estaba llorando, desconsolada, mirando para la carretera. Cuando pude confirmar que era ella; recordé que en el auto, tenía una espada utilizada en la boda de un amigo, quien me la había regalado... pues su matrimonio había fracasado... así que regresé al coche y la tomé rápidamente.
Corrí hacia el árbol, y sin pensarlo atravesé a uno de los ultrajadores... y al otro por igual, sin darles tiempo a reaccionar... la gente salió gritando y corriendo despavorida.
Desaté a Rocío y tomándola en brazos, la metí en mi coche... y con el rostro bañado en lágrimas, grite: ¡Malditos sean todos!
La llevé a mi casa. Rocío estaba inconsciente y destrozada por los golpes que había recibido.
Llene la bañera con agua calentita y la metí dentro; y con la esponja la fui lavando suavemente, talle todo su cuerpo... ¡Era hermosísima!
Cuando hube terminado, la seque muy bien; y pude observar que estaba llena de moretones... por todo su cuerpo. La lleva a mi cuarto, y la tumbé en mi cama. Ella comenzaba a reaccionar y muy asustada y llorando me dijo:
¡Padrino, padrino! ¡Me querían matar!
- ¡No te preocupes, mi niña! ¡Ya estás a salvo!
La arropé, cubriéndola con las sábanas y me pregunto:
Padrino... ¿No me habrás mirado... verdad?
- ¡No, no!... Puedes estar tranquila.
Ella, tirando de mí, me abrazó y muy emocionada, me exclamó:
¡Muchas gracias!
¡Padrino te quiero mucho!
Luego me confesó, que tal cual coqueteaba conmigo, lo había hecho con su novio; y cuando ella no accedió a tener relaciones con él, este con engaños la llevó a ese fatídico lugar...
Con la ayuda de sus amigos planeaba obtener lo que deseaba; después compartirla entre sus compinches y por último matarla.
La moraleja de este relato, es que no se puede jugar a seducir a un hombre... porque muchas veces, esto podría tener implicaciones serias.
Enrique Nieto Rubio
Derechos de Autor.
Colabora en imagen,
Silvia Regina Cossio Cámara.