La señora Luisa María Rubio de los Ríos, en Córdoba... al día de hoy en el año 1837; vivía en la calle Gutiérrez de los Ríos... donde más tarde, se le puso su nombre a esa vía.
La dama poseía muchos millones de duros, así como una gran cantidad de cortijos y miles de kilómetros de tierras; además del Castillo Andaluz en la Sierra de Córdoba.
Yo soy el bisnieto de dicha señora, quien a continuación, les narraré un trozo de su interesante historia.
Luisa María, era la mujer más bella y distinguida de la comarca; quien día a día se engalanaba con las joyas más exquisitas que jamás nadie pudiese soñar; las cuales, eran diseñadas por el platero más reconocido de ese entonces... Don Andrés Nieto Albañil.
Don Andrés era un diseñador único, y como él no había otro en todo el mundo, que le igualara; pues todas sus joyas eran hechas completamente a mano, y montadas piezas por pieza.
El esposo de Luisa María, era español y Teniente Coronel; quien murió vilmente asesinado, a cuchilladas y mientras dormía, en la guerra del Sahara Occidental.
El crimen fue cometido, por enemigos de España.
Mi querida bisabuela empezó a decaer y a abandonarse, nada y nadie parecía aliviar, el dolor que la embargaba. Transcurrió el tiempo, y gracias a la doncella que estaba a cargo de su cuidado, quien la cuidaba tal cual, se tratase de su propia vida, volvió a recuperarse.
La verdad es que para ese entonces, aún estaba que rompía
de hermosa.
Era poseedora de una pequeña cintura, unas caderas dignas de una diosa, las cuales al caminar contoneaba de forma singular.
Era esbelta, de piel morena; ojos grandes y coquetos... en fin, sumamente preciosa.
Sin embargo, era un ser humano que destacaba, principalmente, por ser muy apreciada, por todos aquellos que la conocían... Ya que, su mayor don, era que poseía un inigualable corazón; era muy noble y atenta a las necesidades de quienes la rodeaban; más esto no quiere decir que fuese una mujer sin carácter y personalidad.
Después de algunos años de soledad, aceptó el cortejo del Duque de La Jumilla, quien era un hombre muy bien parecido; alto y robusto, que gustaba de lucir un pulcro bigote y perilla, bastante peculiar... presumido como él solo; pues también era poseedor de una gran fortuna.
Constantemente expresaba, que en este mundo... él poseía lo más hermoso... y que si no lo tenía; era simplemente porque no existía.
Más para infortunio de mi bisabuela, el arrogante duque le confesó, que él está incapacitado, para darle descendencia.
No obstante ella había sido bendecida, con cinco hijos, inteligentes y dulces, a quienes procreo en su primer matrimonio; motivo por el cual, cuando este le propuso matrimonio... ella encantada, acepto.
De mi familia eran cinco hijos, dos varones y tres hembras.
Pertenecían a la Realeza Cordobesa...
tenían a su servicio un ejército de sirvientes; pues no reparaban, en derrochar, el dinero a manos llenas. Más nadie tenía queja alguna, pues mi bisabuela cuidaba de todos quienes se encontraban en su entorno; proveyéndolos de lo necesario para vivir cómodamente... pues era una mujer generosa.
Pasaron los años siendo muy dichosa, al lado del Duque de La Jumilla, pues él para compensarla, la colmaba todos los días con lindos vestidos, joyas... ofrecían grandes fiestas, en las cuales, los vinos y exquisitos banquetes, nunca hacían falta,
Cuando aburridos se sentían.
Gustaban de viajar alrededor del mundo.
Si bien es cierto, les gustaba disfrutar de todo, lo bueno que la vida puede ofrecer.
No, todo giraba en torno a banalidades; ya que con esmero trabajaba arduamente en pro de los demás.
Se preocupaba, por el bienestar de los más desafortunados, siendo el hospicio de la Calle de los Bataneros, de su propiedad;
la cual era inmensa... pues eran muchos a quienes albergaba en el lugar.
A pesar, de que despilfarraban el dinero, y que estaban comprometidos con diversos programas, para ayudar a los más necesitados; sus riquezas lejos de disminuir,
se incrementaban día con día.
Los años transcurrieron, y cuando mi bisabuela María Luisa, estaba cerca, de cumplir 79 años, súbitamente cayó enferma debido a un fuerte, virus de la gripe mortal entonces. que azotó la región y gran parte del mundo.
Dos de sus hijos vivían en las islas Canarias... y los tres, que vivían en la misma ciudad, murieron a causa de la enfermedad.
Como en cualquier lugar; nadie por bueno que sea...es moneda de plata para caerle bien a todo el mundo; así pues, sin ella saberlo... en su doncella tenía a una enemiga que desea el mal a su señora.
Esta mujer, sentía una gran envidia, por la buena fortuna de mi bisabuela, sentimientos, que no eran del todo desconocidos por mi bisabuela; ya que muchas veces, percibía la antipatía que esta le profesaba.
Mi bisabuela le dictaba cartas, para sus hijos, informando de su estado delicado de salud; y en contra parte la empleada, quien se llamaba Francisca, comunicaba que todo marchaba bien.
María Luisa, muchas veces creía escuchar a la doncella, murmurando:
¡Te quitaré todas tus joyas vieja loca!
Francisca estaba por igual entrada en edad, y tenía unos hijos que eran unos buitres, sin oficio ni beneficio.
Una noche, sin motivo aparente, comenzó a sentirse muy mal de salud... al punto que comenzó a reflexionar, que sucedería si ella moría. Y así fue, como cayó en la cuenta, de que sus bienes no se encontraban seguros; así como sus tan amadas joyas, las cuales guardaba en la caja fuerte, de su hogar.
Luego de mucho pensar, se dirigió a su armario, y sacó cuatro cajas de calzado, de los más antiguos, que tenía. Acto seguido sacó los papeles del interior de los zapatos... y procedió a rellenarlos, con joyas, cuidadosamente.
Procedió de nuevo, a colocarlos en sus respectivas cajas y en su lugar...no sin antes cubrirlos con los papeles viejos que había retirado.
Al día siguiente, Francisca despertó a la anciana; comentándole, en medio de su llanto, que uno de sus hijos, también había caído enfermo... o al menos eso le dijo a mi abuela. No obstante, ella no le creyó... y percibía que algo estaba tramando la mujer.
Y efectivamente, así fue; porque días más tarde... otra de sus doncellas, le informó, se había enterado, que la institutriz visitó la boutique, que ella frecuentaba, para comprar hermosos vestidos, con el dinero que ella le había ofrendado, para cubrir los gastos de la enfermedad, de su hijo,
A mi bisabuela esta noticia, no le tomó por sorpresa... pues era de su conocimiento; que la institutriz, desde siempre aspiraba a formar parte, de la alta sociedad... y esto al final, no la hacía una mala persona.
María Luisa continuó dedicando su tiempo, a visitar sus hospicios y asilos de ancianos, asegurándose que todos contaran con excelentes cuidados; así como actividades de recreación, en la que grandes y chicos pudiesen participar... para así, proporcionarles una mejor calidad de vida.
Sin embargo, conforme pasaban los meses... mi bisabuela, de a poco, se fue retirando de todas sus actividades; pues se sentía enferma. Durante un tiempo su vida transcurrió, entre idas y venidas, de un médico a otro... más ninguno, se explicaba el porqué de su deterioro.
Pasaba la mayor parte del tiempo, recostada; y cuando se levantaba era solamente para caminar y recolectar, algunas flores de su exquisito jardín.
Era domingo, mi abuela llamó, a el jardinero; quien religiosamente le traía las flores más hermosas del jardín; y si no había... las compraba en el mercado; las cuales llevaba al pie de su cama, recitándole un hermoso poema; pues él la quería y admiraba muchísimo.
Después de agradecer por sus rosas y dulces letras... mi abuela afligida le dijo:
¡Rafael, mi salud cada día se deteriora más y más; y presiento que pronto partiré!
El pobre jardinero no alcanzó a balbucear palabra alguna... pues era evidente que María Luisa se encontraba al borde de la muerte con los ojos empañados en lágrimas.
Mi abuela prosiguió:
¡Prométeme que cuando muera, le entregarás a mis hijos, este cofre con la nota, que está en mi mesita de noche!
¡Por supuesto señora, no faltaba más!
¡Muchas gracias... sé que puedo confiar en ti!
Después sacó un sobre que escondía debajo de su almohada, y le advirtió:
¡Escucha con atención... este sobre es para ti; más te suplico que no lo abras, y esperes hasta que yo haya muerto; pues no quiero que comiences a presumir con los demás empleados... pues te aseguro que será suficiente, para que puedas vivir plácidamente con tu familia, por muchos años!
Como te conozco y sé lo cabeza dura que eres, te advierto que si no cumples mis órdenes; terminarán por acusarte de haberme matado... pues presiento que me están envenenando; pues los medicamentos, lejos de ayudarme... con el paso de los días, me van matando.
¡Sin embargo, para cuando ese momento llegue, igual podrían incriminarte, por lo que te daré un documento que verifique tu historia, el cual te lo entregaré debidamente firmado y sellado!
¡El día de mi deceso, debes de pedirle a la doncella, las cajas de zapatos; y si te cuestiona al respecto, dirás que son para tu esposa; pues por el estado en que se encuentran, lo más seguro es que los desechará..., ya que a ella siempre le parecieron horribles! ¡Vale!
Rafael, con un nudo en la garganta, apenas asintió, en señal que acataría las órdenes al pie de la letra. Para ese instante él desconocía lo que había, en el interior de las cajas.
Luego la bisabuela pareció cambiar de parecer, y le dijo:
¡-Ahhh Creo que es mejor que saques todo a escondidas, por la puerta del jardín... y hazlo con sumo cuidado, para que no se entere la institutriz, o algún miembro de la servidumbre!
Rafael sintió que el mundo, se le venía encima... e inmediatamente en su rostro la preocupación se reflejó.
María Luisa lo tranquilizó diciendo:
¡Mi querido Rafael, no tienes por qué afligirte, pues es por ello que dejaré un documento; en el cual informaré que has actuado bajo mis órdenes! ¡Debes saber que te estoy muy agradecida, por tantos años de fidelidad; y anhelo para ti, lo mejor del mundo... pues te lo mereces!
Para ese momento. El infeliz jardinero tenía el rostro cubierto de lágrimas,,,y con un beso en su mano, agradecido por el tiempo en que le había acogido... de ella se despidió.
Mi bisabuela, trato de no demostrar, su emoción, exclamando:
Rafael inmediatamente se puso, manos a la obra... y antes de salir de la habitación, pregunto:
¿Señora, no hay nada más, que pueda hacer por usted?
¡Que podrías hacer!
Quizás solamente enviarle una carta a mis hijos, notificándoles que me muero... Sin embargo, eso imposible será, porque tú no sabes escribir, y en lo que a mí respecta; me siento tan débil, que dudo poder alzar una mísera pluma y papel.
Además, de nada serviría, pues Francisca tiene todo el control. El pobre jardinero sumamente consternado, cumplió con las órdenes de su ama, y del lugar salió.
Ese día, mientras en el jardín se reposaba, acompañada de Francisca; cerca de las cinco y media de la tarde... dejo de respirar, tal cual había vaticinado.
El jardinero les informó a los trabajadores, que debía cumplir con los últimos deseos de mi bisabuela; las cuales eran... que todos debían de abandonar la mansión... y dejar todas las cerraduras con doble llave.
Francisca ni lerda ni perezosa, ansiosa revisó hasta el último rincón de la casa... con la excusa, que deseaba dejar todo en perfecto orden. En honor a su amada patrona; más un buen palmo de narices se llevó, pues con afán busco y busco... y nada encontró.
Se dirigió hacia donde se encontraba la caja fuerte, y horrorizada descubrió que la misma estaba vacía...
Los desalumbrados hijos llegaron para rendir homenaje a su madre en los eventos fúnebres... y luego hacia el Campo Santo se dirigieron, lugar donde despidieron a su madre, con una hermosa ceremonia.
Días más tarde, el notario envió una notificación, para requerir que quienes aparecían en el testamento, se presentaran en su oficina... documento, que había sido totalmente manipulado, por la vieja institutriz.
Pues según dicho documento, todo el patrimonio le correspondía a Francisca y sus hijos, Para ella las joyas, propiedades y dinero en efectivo; y para sus hijos el castillo.
La única condición de mi bisabuela, aparentemente, era que Rafael no perdiera su empleo de jardinero... para que así, este se pudiese ganar la vida... cultivando las rosas más bellas y que tanto amaba; para después por las mañanas las llevara a su panteón.
Los hijos más que contrariados, salieron de la oficina del abogado confundidos, por la decisión de su madre,,,´más creyeron que había determinado entregar sus bienes a quien más lo necesitaba, considerando que ellos no vivían más en Córdoba.
No obstante, al llegar al castillo... el jardinero les hizo entrega de una carta, por parte de su difunta madre.
En la cual decía:
¡Hijos míos...me han envenenado! Y como poco a nada, pude hacer... esa mujer se ha quedado con casi todos mis bienes.
Hoy nuestra familia es sumamente pobre; y como si esto no fuese ya suficiente... el apellido Ríos, también ha sido manipulado por el obispo de Córdoba. quien ha cometido esta fechoría, para adueñarse del patrimonio de dichas calles.
La institutriz ambiciosa, mientras tanto... frente a todos envió a llamar al cerrajero... más cuando este abrió la cerradura, de la caja fuerte, principal... se encontró con que, tampoco había nada, Su cólera fue tan grande, que le dio un patatús, y se quedó tocada del cerebro... quedando tonta, perdida, para siempre.
Los hijos, que eran unos malvados, la botaron a la calle... y ella, con la vista perdida, deambulando por las calles, se perdió.
Esos buitres quedaron al acecho, y cuando se enteraron de la fortuna heredado por Rafael... por la noche, invadieron el hogar del jardinero; y quedaron alucinados con la cantidad enorme de valiosas gemas...
Más para su desventura, uno de los vecinos presenció la forma anómala, en que ingresaron los hombres... por lo que llamaron a la policía; y rápidamente los apresaron.
Después de realizar las investigaciones pertinentes; encontraron pruebas que Francisca con la ayuda de sus hijos, efectivamente habían envenenado y matado a pausas a mi abuela: A ellos los juzgaron y encontraron culpables, condenándoles a cadena perpetua... despojándoles así mismo, de todos los bienes adquiridos de forma tan perversa.
Francisca, también recibió su merecido... pues se quedó viviendo en las calles. Mi padre contaba, que a menudo se le veía, comiendo directamente de los recipientes de basura, y apenas subsistiendo en medio de la suciedad y miseria.
Nunca más Francisca, con sus malvados hijos, se volvió a re-encontrar.
Rafael, quien era un hombre leal y trabajador... consciente que mi bisabuela, a causa del envenenamiento... había actuado de forma precipitada; les devolvió a los hijos las cajas de zapatos, con el lote completo de joyas.
Ellos agradecieron emocionados...no por el hecho de recibir las joyas de vuelta; sino por haber tenido el privilegio de conocer a un hombre tan integró, como su humilde jardinero.
Le expresaron que ellos también eran hombres que no le temían al trabajo; y que su deseo era exponer las joyas en una exposición en el castillo... la cual llevaría el nombre de mi abuelo.
Hasta el día de hoy, todo aquel que haya visitado el castillo, y observado la exposición, estará de acuerdo conmigo, en cuanto a que han sido, las alhajas más valiosas y hermosas de todos los tiempos.
Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imagen,
Silvia Regina Cossio Cámara.