Una carta para quemar. de Enricostro.*
¡Mi querido amor, tu mi niña de la ilusión, esta carta, mi cielo te la envío con todo el dolor del mundo.!
¡Recuerdas esta foto del corazón, que nos hicimos en la feria de abril, aquí en Sevilla!
¡Fueron unas vacaciones maravillosas, donde vivimos todo intensamente, y hoy, con lágrimas en los ojos, la miro y con ese dolor que dentro de mi corazón, aún está latiendo por tu ausencia que jamás regresará!
Fueron quince días de ensueño, entre ferias y recorrer el casco histórico de Sevilla.
Todo en ti eran risas y cantos, todo era maravilloso, aun cuando cierro los ojos, te veo en aquel hotel que después de toda la mañana andando de un sitio a otro, en la siesta, lo pasábamos maravillosamente, haciendo de todo, y muchas más cosas impensables para este cuerpo mío.
Todo iba tan bien, que yo me sentí el hombre más afortunado del mundo.
¡Y como te ponías delante de mí en el dormitorio, uff, Aún me estremezco.!
Pero esta vida traidora se mofó de nosotros. Y decidió machacarnos intensamente.
Sé que fue mía la culpa, conduciendo bebido que salimos del último día de la caseta aquella.
De regreso a casa y sin haber descansado, esa rueda maldita que se salió del coche cuando corría a alta velocidad y tú me decías; ¡¡sí, sí, más fuerte, sí, corre más!!
Más, decías y la curva, aquella ninguno la vimos, nos creímos que estábamos en una de esas atracciones que suben y bajan.
¡Pero qué árbol más grande!, jamás vi un árbol tan tremendo, pillaba todo el ancho del coche, sí, casi lo rompimos sí, pero el premio eras tú, y te perdí, lo siento tanto que cada vez que lo pienso mis lágrimas caen a borbotones.
Nadie sabe cuánto tiempo estuvimos, dentro de ese coche inconscientes.
Cuando nos rescataron, ¡qué pena! Tú estabas forradita de chapas y hierros por todo tu cuerpo, yo cuando me recuperé eran ya semanas y aún sigo sentado, pues ya jamás me levantaré, de esta silla con ruedas, se ve que lo nuestro era rodar y rodar.
Yo declaré que solo fue esa maldita rueda que se soltó, y aunque fue así, tal vez si hubiera ido fresco y descansado... los reflejos hubieran sido otros, creo yo.
Pero qué más da de quien fuera la culpa, ya el daño está hecho y quizás se pudo evitar.
¡Nooo, mi amor!, no solo te maté a ti, maté a tus padres también, ellos que te amaban tanto.
¡Así me despido de ti, esperando pronto estar contigo, pues esta vida para mi yo no la quiero.!
Más para que esta carta llegue a ti, la quemaré dentro de unos minutos y que estas cuatro letras, suban convertidas en humo.
Cuanto lo siento mi amor, y cuanto me distes en estos cuatro días vividos.
Enrique Nieto Rubio.
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