jueves, 6 de agosto de 2020

..Viviendo del pasado, de Enricostro.



Viviendo del pasado,

no se lo cuentes a ella,

que aún la quiero a morir, 

pues es parte de una estrella,

que relucía en mí sentir.


No se lo cuentes amigo,

que aún la tengo aquí,

pero solo en sus recuerdos

los que me regaló al fin.

 

Ya pasaron tantos veranos, 

que ya llueve mucho dolor, 

pues ya los veranos no calientan, 

este humilde corazón.


 Hoy las mañanas son mustias,

ya no tienen ni color, 

pues lo borró todo el tiempo, 

dejando desolación.

 

Ya no te puedo buscar,

mi corazón no me deja,

pues con tres piernas camino, 

y me pierdo entre tinieblas. 


Mi mundo ya ha sucumbido, 

solo me queda la tierra.


Enrique Nieto Rubio.

derechos de autor.

v.a.doyp.yo.oo.68

..En la casa de mi tía de Enricostro.






En la casa de mi tía,
he vivido todo el año.
Rebosante de alegría,
todo el día cantando.

En la casa de mi tía,
pienso mucho en el amor,
pues tiene tanta alegría,
qué gozo de corazón,
y cuando me asomo por la ventana,
me ilumina la emoción.

Ese aroma de azahar,
que alegra mis mañanas,
pensando en volverte amar,
tu mi fiel enamorada.

Fueron pocos los momentos,
los que vivimos, este amor,
pero te aseguro mi vida,
que aún tiemblo de pasión.

En la terraza estuvimos,
rodeados de flores,
las gitanillas y los geranios,
perfumaban nuestras pasiones.

tú me hacías sentir,
yo te hacía gozar,
entre los dos un mundo,
Lleno de felicidad.

Qué cariño nos tuvimos,
qué pasión desmesurada,
y desde entonces vivimos,
en esta humilde morada,
en la casa de mi tía, tú,
yo y esta balada, de amor.

Enrique Nieto Rubio
derechos reservados de autor.
V.D.DOIPID.OO.98.


..Silvia La abuelita en su cabaña de Enricostro. Cuentos.


 

Érase, una vez, una linda abuelita que vivía junto a sus nietos, en una hermosa cabaña, en el bosque.

Durante el día se divertían muchísimo, con quien siempre encontraban actividades emocionantes para hacer...

Así vivían día tras día, sin mayores penas; más que disfrutar de la vida, y de todo el bello entorno en el que se encontraban.

Por las mañanas, la abuelita la instruía en diversas materias... y por las tardes bordaban, cocinaban, recolectaban flores del campo.

Tres veces a la semana salían de madrugada, pues se iban a pescar en un pequeño velero; muchas veces luchaban con las ballenas; que no les dejaban pescar, pues eran insaciables comiendo peces.

Pero la abuelita linda, cogía el remo y les golpeaba en sus cocorotas, y entonces las ballenas se metían en el fondo del mar y no molestaban más.

Cuando pescaban lo suficiente para el día; regresaban adentrándose otra vez, por aquel precioso río, que casi rozaba la cabaña.

La abuela tenía un enorme corazón y se preocupaba de pescar lo suficiente, para así alimentar a un oso negro, que siempre rondaba la cabaña. Ella le daba de comer algunos pescados, y el oso se marchaba de lo más de contento.

El animal, no solía alejarse mucho de la cabaña; pues la abuelita y los niños eran casi su familia; ya que la mujer lo había criado desde que era un pequeño osezno; pues unos cazadores muy malos mataron a sus padres.

Un día oscuro, sin luna a las tres de la madrugada, sintió que merodeaban alrededor de la cabaña; por lo que la abuelita muy asustada agarró un hacha que tenía colgada en la pared... por si acaso. (La que le servía para cortar leña)

A ella le parecían raros los ruidos provenientes del exterior, ya que oso gustaba de hacer hoyos y cavar... pero jamás a esas horas.

De pronto comenzaron a aporrear la puerta; a ella el corazón casi se le salía, al punto que no podía pensar. Todo estaba pasando muy rápido. Como los merodeadores vieron lumbre en la chimenea, no pararon de golpear la puerta.

La voz de hombre se escuchaba: ¡Abrir por favor!

¡Que mi compañero ha pisado una trampa de oso y se puede morir!

La abuela en ningún momento se detuvo a pensar que fuera mentira, y abrió la puerta...


Los intrusos, tan pronto, vieron a la abuela, desprotegida, en el instante la comenzaron a golpear por todos lados. 


El paso de los años, aún no habían deteriorado su grácil figura; así pues, ellos quisieron todo de ella.

La abuelita, en ese momento, no podía dejar de pensar en los niños, quienes eran su mayor tesoro. 


Temía por el bienestar de sus nietecitos, o lo que pudieran hacer con ellos.

Por temor a despertarlos, apenas alcanzó a dar un chillido en ese momento... así pues, no puso resistencia, pues eran los hombres eran muy grandes, y armados con escopetas.


 La desnudaron a tirones y ya iban a cobrar la presa; cuando una sombra apareció por la ventana.

Ella miraba al oso como pidiendo auxilio, y este entendió el mensaje irrumpiendo en la entrada; con sus garras de 20 centímetros se lío con los dos, y no paró hasta destrozarlos. El oso parecía un demonio en ese momento.

La abuelita quedó impactada y se desmayó cayendo al suelo.

El oso se acercó a ella, y escondiendo sus garras, la apartó del sitio atroz; cogiéndola por el torso, la subió con sus grandes manos hasta su habitación.

Sus nietecitos no se dieron cuenta de todo lo sucedido. Ella se sintió, en ese momento, la mujer más protegida de todo el mundo.

Sentía el basto pelo del oso rozando su cuerpo desnudo, y escuchando al oso balbucear... quien moviendo la cabeza hacia los lados; se mostraba orgulloso, y parecía agradecerle tantos años de alimentarlo y cuidarlo con tanto amor.

Luego de liberarse de su dulce carga, el oso bajó las escaleras; y arrastró los dos cuerpos a la vez... lanzándoles río abajo; donde unos cocodrilos celebrarían un gran banquete.

¡Nadie, jamás, se atrevería a posar sus manos en aquella cabaña!

Y así, la hermosa abuelita y su pequeña nieta, continuaron su vida de ensueño; divirtiéndose y bañándose en un lago, que se formaba a la orilla del río.

La cabaña y sus alrededores era un lugar muy seguro, donde si deseaban podían despojarse de sus ropas; y pasarlo maravillosamente, sin pena alguna de ser atacadas... pues siempre estaban bajo la protección de su fiel guardián.

En esta oportunidad, no hay príncipe azul, aunque está en la mente del escritor. Ja, ja, ja!

Enrique Nieto Rubio


Derechos de Autor.

Colabora en imágenes,

 Silvia Regina Cossio Cámara.

..El Grillo y la cucaracha de Enricostro.(cuento)

Un día aquí, en La Línea, un 9 de agosto, hacía un calor infernal, de pronto se levantó un vendaval tremendo, los árboles parecían desmontarse, sus hojas volaban fuertemente, el polvo se levantó y casi parecía de noche.


Cuando eran las cinco de la tarde, todo se veía nublado y el aire sucio se lo llevaba todo, así a la media hora todo se aplacó y como si nada.

El sol seguía machacando a todo cuanto había en la calle. Kilómetros más allá, una pobre cucaracha quedó embarrancada entre arena y piedras, sin apenas vegetación.

Allí sólita y con un par de piernas rotas se veía morir. Poco más adelante pasó lo mismo con un cantarín grillo, que por su mala suerte se lo llevó el vendaval también.

El grillo desconcertado consiguió sacudirse la arena que envolvía todo su cuerpo.
¡Ufff! Parecía que era el fin del mundo.

Menos mal, que cuando me llevaba el viento, conseguí meterme en un tapón de botella; que si no, no las cuento... pensaba para sus adentros el grillo.

Así comenzó a andar, este grillo, buscando un sitio donde resguardarse de la calor. 

Divisó a lo lejos, una pequeña roca y algunas ramillas, así que hacía allá fue.

 Cuando llegó, vio una cucaracha malherida.

La cucaracha le gritó:
¡Socorro Me puedes ayudar, estoy herida y no puedo caminar!

Era una dulce y preciosa cucaracha joven. Así el grillo que era todo un galán, le dijo:
¡No te preocupes, te ayudaré! ¿Sí?
La tomó en brazos y se la llevó a un rincón que había en la roca... un agujero como un puño le vino, maravillosamente, a los dos.

Se presentaron y se contaron todo lo que les había pasado, pues los dos venían del mismo sitio; pero que no sabían donde estaban... suponían, que en el fin del mundo.

El señor grillo cogió de su frac, unas tiras y con unos palitos vendó las patitas de esa linda cucaracha.

Cuando llegó la noche, la temperatura cayó bajo cero. El grillo se acurrucó con la cucaracha que entró en fiebre y temblaba mucho.

La abrasó y rascando con sus patitas traseras, consiguió enterrarse en la arena que estaba calentita... así pasaron la noche.

Al día siguiente el señor grillo, salió a ver que podía encontrar de comer. Poco más adelante vio un matorral de fresas salvajes, y los ojillos se le encharcaron de lágrimas.

Al ver el hermoso arbusto, cogió una de las frutas y volvió con la cucaracha que no se podía ni mover,

¡Hola, buenos días, cómo estás esta mañana!
¡¡Gracias a ti, amigo, estoy mucho mejor!!
¡Tienes hambre!
¡¡Oh sí, mucha, estoy casi desmayada.!!
¡Pues mira lo que traigo!
¡¡Fresas, oh, qué ricas!!

Así muy contentos, ambos desayunaron y se quedaron muy a gusto. El señor grillo sacó su violín... pero antes le preguntó a la cucaracha:
¡Te gusta la música!
¡¡Sí mucho!!

El grillo comenzó a tocar su violín y le dio una serenata muy buena. A media tarde subió mucho más la temperatura; y quedaron en su agujero para dormir la siesta... así hasta la noche.

Cuando despertaron aún era de noche, por lo que el señor grillo continuó tocando unas baladas maravillosas, y ella muy atenta veía como ese grillo... era todo lo que anhelaba en este mundo, ¡no le importaba nada más!

Así se tiraron muchos días, hasta que ella ya estaba recuperada del todo.

Juntos se la pasaban fenomenal, pues jugaban y se revolcaban por las arenas aquellas... riendo y abrazándose, que de pronto llego el amor.

Sí, era un amor de esos que, uno es para el otro y el otro para uno. Dos amores en uno, sin prejuicios ni temores.

Con el transcurrir del tiempo, tuvieron muchos cucagrillos... muy preciosos de verdad.

Todos heredaron el gústo de papá grillo con el violín, formaron una orquesta maravillosa, y por las noches bajo el manto del cielo estrellado... 

Juntos entonaban hermosas melodías... que con sus lindas notas, atraían a los vecinos de todos los sitios aledaños, quienes les dieron la bienvenida a su nuevo hogar.

- Fin -

Enrique Nieto Rubio

Derechos de Autor