Cintia en el país de los deseos de Enrique (cuentos)
Cintia tenía cinco años, hermana de cinco hermanos, su mamá, una chica descarriada, de veinticinco años, abandonada por todos, en un barrio de miseria y desechos humanos. con personas sin escrúpulos,
E hijos de cualquier persona, y bastante tocada en su cabeza, despreciada por los hombres.
Terminó desahuciada y en la calle, lloviendo estrepitosamente y expulsada de la vivienda, por un usurero ricachón, que durante mucho tiempo abusó de ella, cuanto le dio la gana.
Hasta que la mujer de este, se dio cuenta, y la echaron a la calle.
Como digo, llovía a mares, eran las once de la noche, y no tenía adonde ir.
Caminó sin rumbo fijo, durante largas horas, hasta terminar en los soportales de la corredera, un lugar céntrico pero algo sombrío y desolador.
Ella, ya cansada y enferma, se acurrucó en un rincón mientras sus hijos la miraban, con tristeza y muertos de hambre y frío.
Todos terminaron durmiendo junto a su mamá, pero Cintia se quedó con los pies descalzos, cayéndole el goteo, de una canal desbocada, y no podía dormir, pues sus piececitos les dolía tremendamente.
Cintia se puso de pie y empezó a caminar, hasta perderse en la oscuridad de la noche.
Su madre, viendo que poco podía hacer por ella, la dejó marchar.
Ya había escampado.
Cintia viendo los adornos navideños en los escaparates sonreía.
Al lado de los adornos navideños había una maniquí con los brazos de frente como si la estuviera esperando, y tenía unas alas preciosas.
Cintia le dijo:
¿Mamá.?
De pronto el maniquí le contestó:
¡Dime hija mía.!
¿Tengo mucho frío?
La maniquí le dijo:
¡Pues pasa hija, no te quedes, hay.!
Alargando la mano, la metió a través del cristal del escaparate, y diciéndole:
¡Que como te encuentras ahora.!
¿Sí, mamá, ahora me siento mejor.?
Y desde entonces la niña Cintia se quedó en el escaparate para siempre.
Aquella misma noche, su madre había muerto en compañía de sus hijos queridos.
A los pocos días, por delante de la tienda, pasaron cuatro niños, y el mayor los llevaba de la mano, y el más pequeño les dijo: a sus hermanos,
¿Mira, mira, no parece esa nuestra hermana.?
Y dice otro:
¡O sí, se le parece mucho.!
¿pero no ves que es una muñeca so tonto.?
¡A sí, pero se le parece.!
Y mientras tanto Cintia, sin poder moverse, le dijo a la maniquí:
¿Mira mamá, mis hermanos, mira.?
La madre maniquí le dijo:
¡Sí hija, pero ellos estarán bien, pues han ido a pedir comida, al hombre más bueno del mundo, y los acogerá, ha todos.!
¡Sabes, es el dueño de esta tienda, y pronto estarás con ellos, seguro que sí!
¡Seca esas lágrimas vida mía.!
Efectivamente, el señor tendero les dio cobijo a todos, ropas y camas.
A la mañana siguiente, los instruyó a todos para qué limpiarán la tienda en forma de juegos, los niños estaban lo más de contentos, limpiando aquellas dos maniquíes del escaparate.
Ya por la noche, cuando dormían, los hermanos agotados por el largo día y bien comidos.
La mamá maniquí, le dijo a Cintia:
¿Anda y dale un besito a tus hermanos, sí, pero no los despiertes.?
¡Mamá, sabes que me hacían cosquillas cuando me limpiaban.!
si hija y ami también III...
Y así lo hizo, Cintia los besaba todas las noches.
Los hermanos siguieron creciendo, y ya mayores marcharon a la guerra,
Mientras Cintia les saludaba por el escaparate,
Siendo una niñita maniquí, para los restos de la vida.
Al tiempo se casaron los hermanos,
Y el tendero hizo una reproducción de Cintia en chiquito para la tarta de boda de uno de sus hermanos.
muchos años atrás, habían encontrado a una linda muchachita de cabellos dorados, muerta en un gran charco de lluvia, entre un gran barrizal delante de una tienda. ella era nuestra querida Cintia.
Colorín, colorito, el cuento más bonito.
Por Enrique Nieto Rubio.
derechos de autor.
Derechos de autor.
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.