miércoles, 13 de febrero de 2013

..Vida de un barrendero de Enricostro. Solo para mayores.


Vida de un barrendero.de, Enricostro. el contenido de este escrito es para mayores...18 años.
... todo empezó con mi rutina, en mi circuito de trabajo. En una zona de casitas adosadas, de una planta.  En una de estas calles, al llegar al número 45, me cerraban las persianas siempre de golpe. Eso me llamó la atención mucho, pues eso me pasaba solo en este número.

 
Un día, al volver la esquina vi. de lejos que estaba barriendo la puerta dicha


persona, aligere el paso,



para verle la cara. Pero ella corría para meterse en la casa, antes de que yo llegara.
 tenía una bata blanca.

Ella, por correr, se le enganchó la bata, en el pestillo de la puerta, con tan mala suerte, que cayó al suelo quedando completamente desnuda.
 Corrí para socorrerla, cuando ella se giró alzando la pierna para darle una patada a la puerta y cerrarla. Al levantar la pierna, se quedó todo a la vista. Yo, encandilado por aquello, me quedé paralizado. Como estaba de hermosa, y que cosa más bonita tenía abajo.
Me dio, con la puerta en la cara y me pilló la mano, cayendo de espaldas a la calle. Bueno, se me hinchó la mano y la cara, un Chichón grandísimo. Pero me fui alucinando en colores. Me dieron la baja unos días.
pues tuve que decirle a mi capataz, que me pillé la mano con un contenedor. 

En los días que estuve de baja. Otro compañero iba por allí, y esta señora le preguntó al nuevo;
¡Y el otro barrendero, ya no viene.!
le dijo;
¡¡Mi compañero, si es que ha tenido un, acídente, se ha pillado la mano, y se ha dado en la cara.!!
¡Vaya!
dijo la señora;

Al cabo de unos días, volví por allí y al llegar a este número. Se me vino a la cabeza, ese pedazo de cuerpo, tan hermoso. De pronto salió la señora, y me pidió¿qué por favor; Entra, un momento.? 

yo entré y me dijo;
¡Siéntate por favor, mira quiero pedirte perdón, por pillarte la mano y lo de la frente! Es que medio mucha vergüenza, de que me vieras desnuda y quise cerrar la puerta, ¿no pensé que te pudiera dar.?

Le dije; ¡¡no fue nada.!!
me preguntó; ¡cómo puedo pagarte el daño, que te he hecho!
¡¡bueno con lo que vi, Estoy bien pagado.!!
¡así... muchas gracias.!
se me fue acercando hacia mí y cuando estaba pegadita a mí, se volvió a abrir la bata. Creía morirme. Olía como los Ángeles a jazmín, como estaba sentado, todo el pubis en mi cara, quedó rozando mis labios, me lo comí todo y toda ella. hicimos el amor frenéticamente. Quedando como pollo remojado. Terminamos de hacerlo. 

y me fui soplando y soplando, por la calle. Estuve todo el día soplando.  No me lo podía creer, como me había pasado eso. 

A los dos días, siguientes, yo cortado, volvía a pasar por allí.  Pero volvió a salir, con ese aroma tan delicioso, que llevaba me dijo; ¡Quieres un café!  
¡¡Vale, le dije!! Ya eran las diez horas del bocata.
entre en casa, y me dijo; ¡con leche! 
le contesté; ¡¡sí.!! Y acercándose me dijo.;  
Abriéndose la bata, que empezara por la leche. 
Nos pusimos guarritos de placer. Ya desde entonces, todos los días se inventaba algo para abrirse la bata. Cada vez que lo hacía me Moría de emoción. Era maravillosa, tan espontánea y tan elegante, y preciosa, que era. Así estuvimos mucho tiempo. Hasta que un día, nos casamos, pero ella, aun casados, seguía sorprendiéndome, con sus maniobras sexuales.
Era tan feliz, que jamás hombre alguno, lo habría sido, en todo el universo.
Así pasaron algunos años, tanta felicidad me asustaba.
Más yo le dije; que no sería bueno, tener tanta felicidad.
Aunque ya han pasado cinco años.
Le he preguntado; a mi amor, que si está bien, esta mañana, pues tenía mala cara. Me he levantado temblando y sudoroso, algo iba a pasar, era mi día negro seguro.
Amor pareja besándose en la cocina Foto de archivo - 5610092


Ella me ha dicho que no pasa nada,
mientras se desplomaba en mis brazos.

Yo, temblando de miedo, la llevé al hospital. más iba muerta, los médicos no se explicaban lo que había pasado. les han hecho la autopsia y no les han sacado nada, dicen que es muerte súbita.



Más yo me estoy muriendo de pena. tanto amor era imposible, los Dioses me han castigado. Son envidiosos y ladrones. Me han robado mi vida y mi amor.
Más ya no siento ni frío ni calor. Me han robado la ilusión de vivir. Me han enterrado vivo, son malos y rencorosos.
estoy perdido en este mundo, vagando con mi soledad. Nada ni nadie me satisface, ya no siento nada. Vivo errante por la vida, llorando por los rincones. Con una angustia que me ahoga, me falta hasta el aire, cuando estoy en mitad del campo.
 Sueño todas las noches, con ella, y me levanto llorando, porque no está a mi lado. Deseo mi muerte, pues esta vida ya no la quiero.

En mi sillón sentado, espero mis días finales. Pues vivo de sus recuerdos, que estos sí son inmortales. Pues quiero ver a los Dioses, para poder preguntarles, porque me quitaron el alma mía, mis sueños y mis cantares. Pues siendo tan poderosos, como envidia me tenían.
Ya la siento venir por el pasillo, se acerca y me alarga la mano, para llevarme con. Ella....... Fin
derechos de autor.
Enrique Nieto. Rubio.
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.
d.ym.doyc.yo.oo.pm.

viernes, 8 de febrero de 2013

..La vida de Syntiá de Enricostro.



 
 

 En Inglaterra, allá por los años 30, en una mansión inmensa, vivía una linda chica llamada Syntiá Bragúe.



Tenía por entonces dieciséis años, ella era hermosa, esbelta y con unos cabellos rojizos y piel blanca como la leche, vivía en esta mansión con sus abuelos, adinerados, gentes de la realeza.

Syntiá, era muy soñadora, fantaseaba con todo lo que veía, sus abuelos dedicados a los negocios, y a las relaciones con grandes personajes, tenía poco tiempo para dedicarle a la princesita del palacio.

 Por lo tanto, ella estaba libre de obligaciones, aparte, claro, de las doncellas que la cuidaban en cada instante... sobre todos sus profesores, que cada día la atosigaban con toda clase de estudios.

Pero su pasión eran las clases de música, Syntiá era muy romántica y sensible, y el arpa la volvía loca, a cualquier hora cogía su instrumento y se iba cerca de los abuelos para atormentarlos, asiéndose notar de esta forma.
Su abuelo de estos de grandes bigotes y con su pipa siempre encendida decía:
¡Esta niña, nos va a volver locos!

Syntiá gritaba, asomándose por un gran balcón interior que tenía la mansión, ¿quieres dejar de tocar? ¡Me estás volviendo loco!, acaso no es bastante grande el palacio para ti, anda, sal fuera y que te dé el aire. Niña loca… balbuceaba en voz baja.

Syntiá marchó al jardín y allí había esta isleta con techados de las cuales las dedicaban para sus romanticismos o tomar el té.

Allí sentada, en el centro, tocaba Beethoven o Juan Sebastián Bach. A ella le daba lo mismo, pero era un cielo haciéndolo, iluminaba y le daba vida a todo el jardín y el palacio.

La primavera fue maravillosa, llegó el verano con visitas de todas clases; familiares, amigos … de todo fue un verano estupendo también.

Pero llegó el invierno, un invierno crudo y tosco; las nieves desbordaban todo palacio, los carruajes apenas si se podían conducir.

Syntiá se aburría mucho, estaba en una edad difícil y sus fantasías eran cada vez más intensas.

Syntiá soñaba muchísimo con el rostro de un cuadro que colgaba en uno de los grandes salones, era de un chico bien parecido, guapo y con una mirada que te seguía a todos lados… y terminaba dejando eclipsado a cualquiera.

Era la foto de un primo lejano, que al parecer murió en las montañas de nieve que por encima de ellos existían.

Syntiá parecía estar loca, nunca estaba quieta; los profesores la regañaban, los abuelos también, hasta su institutriz lo hacía.

Una mañana, en su tormento, la chica se metió en su dormitorio, y no paro de llorar en todo el día. No bajo a almorzar ni a cenar. Los abuelos estaban preocupados por la niña.

La abuela por la noche decidió aporrear la puerta del dormitorio preguntando:
¡Syntiá hija mía! ¿Estás bien? ¡Ábreme cielo, te lo suplico!
Syntiá bajo las súplicas de la abuela, abrió la puerta… y la anciana le preguntó:
¿Qué te pasa cielo mío?
Abuela me siento triste y sola, no sé qué me pasa… ¡todo lo hago mal!

¡Ya mi niña, no te preocupes! Todo pasará, es este invierno tan duro y pronto marcharás a Londres e irás a una academia que te gustará.

Ese es un bello lugar, y allí conocerás muchísimas personas de tu edad, y entonces verás como todo te cambiará.
¡Gracias abuela! Tú sí que me comprendes.

Después de colmarla con besos y caricias, le preguntó si deseaba comer algo.
¡Sí, abuelita! Después de conversar contigo, se me ha abierto el apetito.
¡Vale! Le diré a la chacha que te suba algo de comer, ¿sí?
¡Gracias abuela! Te quiero mucho.

Mientras le traían la cena, Syntiá se dirigió a su armario y se puso uno de sus vestidos de fiesta; era blanco, con mucho vuelo y escotado, con un collar de perlas, y mientras se observaba sentada frente al espejo… tocaron a la puerta con los nudillos.


¿Sí? ¡Pasa adelante!
Te traigo la cena, exclamó la chacha.
¡Gracias! ¡¿Me puedes ayudar a hacerme el moño? ¡Yo sola no puedo!
¡Pero mi niña! ¿A dónde vas tan guapísima?
¡Me voy a una fiesta!

La mujer no salía de su asombro, así que le respondió:
¿No me digas que es que tienes un admirador?
¡Si chacha, se llama Wuartes!
Creo que me suena ese nombre.
No sé chacha, pero él me quiere mucho.

Mientras la chacha le hacía el moño, ella se maquillaba frente al espejo. La chacha sabía que no existía tal fiesta, pero guardaba silencio y la dejaría ir para no quitarle la ilusión.

Ya terminada de arreglar y vestir, quedó preciosa… lucía, hermosa de verdad. Comió algo y al instante sus pensamientos cobraron vida.

Syntiá se dirigió hacia una de las puertas, imaginado que detrás se estaba llevando a cabo la fiesta.

La chacha que curiosa era, se dispuso a espiarla un rato por la mirilla de la cerradura, pero cuál fue su sorpresa que cuando Syntiá abrió aquella puerta… vio con sus propios ojos la cantidad de personas que allí se encontraban, y todos estaban bailando. 

Se le cayó la baba al verlo y no lo podía creer; así que bajó las escaleras atónita sin encontrar explicación alguna.

Buscó a la abuela de la niña y le dijo:
Señora ¿Sabía usted que en el cuarto de invitados hay una fiesta tremenda?
La señora dijo: ¿Has bebido o qué?
Se lo juro, señora, lo he visto yo misma.
¡Venga! ¿Qué te pasa?
Si no me cree, venga usted a ver, señora.

Se dirigieron al salón de baile, y cuando abrieron la puerta no había tal fiesta o gente bailando… todo en completo silencio y normalidad.
¡Tú no estás bien! Termina de recoger todo y te vas a descansar.
¡Sí señora! No entiendo qué sucedió, quizás estaré un poco destemplada…. y se marchó a dormir.

Mientras Syntiá andaba por en medio de todas las parejas que bailaban un vals, cuando de pronto se le acercó un joven príncipe, con exquisita vestimenta, con sus encajes alrededor de su solapa y sus mangas, cuellos dorados. Le preguntó:
¿Aceptarías bailar conmigo una pieza?

Syntiá lo miró, era guapísimo, él la tomó de la mano y con la otra rodeó su pequeña cintura y empezaron a moverse. 

Ella se sentía como en una nube, quedando enamorada de ese chico; pues además de oler maravillosamente, ella cerró los ojos poniendo su cabeza sobre su pecho, y así paso toda la noche maravillosamente.

Sobre las cuatro de la madrugada, Syntiá ya se notaba algo cansada… pero los brazos de su amado príncipe, la sostenían hasta el amanecer.

A la mañana siguiente, Syntiá se encontraba dormida en un sillín … cuando la despertó la chacha.

¡Syntiá, Syntiá despierta que ya son las diez!
¡Ay chacha, déjame un poquito más!
¡No niña!, que está el profesor, y te está, esperando.
¡No chacha que estoy muy cansada!
¡Nada niña! ¡Venga! A bañarte que hueles mal.

La chacha le preparó, él bañó y desnudó a Syntiá, pues ella estaba cansadísima… la baño la vistió.

Bajaron a la planta y el profesor comenzó la clase… pero ella no atendía nada, los ojillos se les cerraban; el profesor enojado terminó dejándola. 

Fue con la abuela y le dijo:
¡Señora me retiro! Pues Syntiá se duerme en la clase, y no atiende nada… es como si hubiera estado toda la noche de fiesta. ¡Hasta mañana! Y se marchó.

La abuela fue donde estaba Syntiá y la encontró, encogida en el sillón, y la anciana hizo un gesto con la mano diciendo:
¡Ya que descanse! Para ver este día de perros… qué más da.

Y allí, la dejó tranquilita, pues igual, el día era gris y medio oscuro, con unos nubarrones de aúpa, que parecía que se disponía a diluviar… al cabo de un rato de pronto empezó a llover intensamente… definitivamente era un día malísimo.

Al cabo de una hora despertó Syntiá… se dirigió al jardín y se dijo: ¡Va a hacer un día precioso… mientras en la distancia contemplaba los hermosos árboles que se divisaban!

Vio cómo su joven príncipe levantaba la mano, la incitaba a reunirse con él. La chica también respondió con un gesto de mano… y salió corriendo a reunirse con su amado.
¡Hola Wuartes! ¿Cómo estás?
¡Muy bien! ¿Y tú?
Me siento muy cansada de la fiesta de anoche.
¿¡Así! ¡Pues yo no!
¡Tú eres un hombre!
Quizás tengas razón. ¿Gustarías pasear?
¡Sí, me encantaría!

Pasearon largo tiempo por los hermosos alrededores, pues hacía un día espléndido. Syntiá le preguntó:
¿Te gustaría ir de pícnic?
¡Si me gustaría! Contigo hasta el fin de los días.
Bueno, si es así… espérame, que vuelvo enseguida.

Syntiá corrió hacia la casa y llegó a la cocina ordenando:
¡Chacha! Prepárame comida para dos, pues iré de pícnic.
Pero mi niña, como vas a ir de pícnic, sí está lloviendo a mares.

Syntiá volvió la cabeza hacia la ventana, y tan solo veía un sol radiante.

¡Anda chacha! No seas tan negativa y fatalista.
Cogió la cesta y hasta que no se la llenó de comida no estuvo satisfecha.
Syntiá agradeció a la chacha y acto seguido salió corriendo.

Cuando encontró al príncipe buscaron una sombrita debajo de un hermoso sauce, y allí comieron tan ricamente.

Después jugaron sobre una manta en el suelo, y se revolcaron jugando hasta encontrarse sus labios… sus respiraciones se había cada vez más rápidas y se besaron muchísimo; y compartieron juntos toda la tarde.

Al atardecer ella decidió volver a casa… despidiéndose de él le dijo:
¡Te quiero!
Y él le respondió que también la quería, y que agradecía por el delicioso festín que habían compartido.

Entró en casa y los abuelos estaban preocupados, pues con tan mal tiempo… cómo era posible que venía de la calle.

¡Syntiá, hija! ¿Dónde andabas?
Abuela me fui de pícnic.
¿De pícnic con toda la lluvia que está cayendo?
Syntiá no puso mayor atención al comentario, y se marchó a su dormitorio.

Se dejó caer en la cama con mucha alegría pensando:
¡Qué feliz me siento! Mi príncipe es tan guapo, que apenas puedo creerlo.
 
Como no tenía amigas en el lugar, tomó su diario y comenzó a escribir todo cuanto estaba viviendo… hasta quedarse casi dormida. 

Ya de madrugada, se abrió una puerta de enfrente de la cama, y con mucha luminosidad salió una chica, prima suya:
¡Syntiá, Syntiá!
Syntiá levantó la cabeza y le preguntó:
¿Qué quieres?
¿Te apetece una fiesta de pijamas?
¡Por supuesto que sí!

La chica se levantó y pasó a una habitación donde se encontraban varias chicas reunidas; jugaron por muchas horas en las camas, se hicieron cosquillas; se contaron sus aventuras, y cuando le tocó su oportunidad a Syntiá.

Ella contó que estaba muy enamorada de un chico guapísimo… y disfruto de lo lindo toda la noche.

A la mañana siguiente la chacha fue al dormitorio, y al no ver a Syntiá se asustó muchísimo, abrió el ropero y allí estaba Syntiá durmiendo echa un rollito.

La cogió en brazos y la recostó en su cama, y como era fin de semana la dejo descansar un poco más pensando para sus adentros, que la niña se encontraba fatal.

Así, Syntiá vivía dos vidas paralelas, una de realidad y la otra que a todos parecía de fantasía.

La época de lluvia terminó, pero con ello dio inicio a la de frío. Una mañana Syntiá se levantó y se dirigió al dormitorio de la abuela.
¡Hola abuela! ¿Cómo estás?
¡Bien! ¿Cómo es que te levantas tan contenta niña, si hay tanto frío?
Abuela es que soy tan feliz, porque he conocido un chico guapísimo.


La abuela, para no deprimirla, le siguió la corriente… ¡Ah sí! Me alegro mucho, hijita… pero cuéntame, ¿De dónde es?
¡Ayy abuelita! Ahora sí que me has pillado, porque no le he preguntado de dónde es.
¡Ya niña! No tiene importancia. Anda ayúdame a levantarme ¿Sí?
¡Sí, abuela, te quiero mucho!
¡Yo también, a ti, cielo mío!

Syntiá pasó el resto del año, cultivando su relación con su novio.


Ya llegando diciembre para la época de Navidad, Syntiá anunció que se casaría con su novio. Tal cual siempre todos hacían, de nuevo le siguieron la corriente… sin importarles incluso que la chica vistiera de novia.

El día de Navidad alguien llamó a la puerta, y cuando abrieron vieron a un cochero muy elegante, quien extendiendo su mano a Syntiá la invitaba a salir de la casa… ella sin dudarlo subió a una bella carroza engalanada con adornos de oro y plata.

Los abuelos sorprendidos le dijeron:
¡Pero Syntiá espéranos! No vas a ir sola, y se subieron los tres.

La carroza marchó hacia la Catedral… todo era como un sueño de hadas.

Cuando llegaron, los abuelos con sorpresa encontraron que la catedral estaba abarrotada de gente. Los ancianos no daban crédito a lo que veían con sus ojos.

Cuando se percataron que todo era real, y conocieron al novio, quien era un guapísimo príncipe… quedaron alucinando.
Los jóvenes se juraron amor eterno y después de finalizada la ceremonia; partieron para otra mansión donde celebraron un convite grandísimo para muchísimas personas… todo fue espectacular.

A la mañana siguiente, la chacha despertó a los ancianos, diciéndoles que la chica no había regresado a dormir a casa… los abuelos no entendían lo que sucedía, pues no podían recordar nada de la boda.

Buscaron por todos los alrededores y más allá, pero toda búsqueda fue infructuosa… pues nunca volvieron a saber nada de ella.
- Fin - 

Enrique Nieto Rubio
Derechos Reservados
Colabora en imagenes,
 Silvia Regina Cossio Camara.

miércoles, 16 de enero de 2013

..Dentro del espejo, de Enricostro. (relatos)




Alfonso, un joven excepcional, y Carmina, una chica hermosa, se conocieron desde muy pequeños; el de ella se enamoró y ella de él.

 Cuando cumplió sus quince años, Alfonso sus sentimientos le confesó. Ella, quien también por él se sentía atraída, feliz aceptó. 

Transcurrieron dos años, y como en toda relación, tenían sus altas y sus bajas; sin embargo, Alfonso era quien, en los malos momentos, consentía todo cuanto la joven deseaba, pues la amaba con devoción.

Una mañana lluviosa, Alfonso decidió visitarla para confrontarla, pues últimamente notaba a Carmina distante y muchas veces abstraída en sus pensamientos.

La chica lo recibió en el salón principal de su casa; y cuando Alfonso le cuestionó el porqué de su forma de actuar; Carmina le expresó que deseaba terminar con la relación. El chico, como siempre, trató de calmar los ánimos, no obstante, mientras discutían acaloradamente, ella le dijo:
-¡Lo siento! No puedo y mucho menos quiero continuar contigo, pues ya no te quiero... pues me he enamorado de Juan. 

Alfonso sintió que bajo sus pies, el mundo se le abría, pues Carmina era todo para él... sin ella, hasta el aire arduo trabajo sería respirar. 

El chico trató de calmarla, expresándole que tal vez solamente estaba confundida; más Carmina lo invitó a salir de su casa... propinándole un fuerte empujón, y con muy malos modos,
-¡Carmina! ¡No puedo creer lo que me estás diciendo! ¿Por otro me dejarás?
¡Sí... por otro te dejaré, quién es un chico mucho más guapo que tú!
-Pues bien, haz de tu vida lo que quieras, por mi parte, de este lugar me largaré, pues en el ambiente, angustia y soledad es lo que se percibe. ¡Maldita seas!

Carmina, en respuesta, con otro empujón hacia la calle, lo lanzó; y Alfonso, al volverse hacia ella, se vio frente a un espejo inmenso, que había en el salón, y vociferó:
-Mírate en ese espejo... eres igual a él, fría y vacía por dentro, ¡Desearía que por siempre te quedes allí!

Girando en torno de sí, Alfonso a la calle se dirigió, sin percatarse que en ese mismo instante; un brazo larguísimo del espejo salió... y de un solo jalón, a través del cristal, a Carmina dentro la metió. 


Al siguiente día, cuando la empleada doméstica de Carmina, notó que Carmina no había llegado a dormir; inmediatamente a la jefatura de policía se dirigió; y el caso fue tomado muy en serio y de forma inmediata. 

Les cuestionaron a la empleada, sí, quizás el caso podría tratarse de una adolescente, quien con sus amigos de fin de semana partió; más ella respondió que no existía esa posibilidad.

Los agentes se dirigieron a la casa, para comenzar con la investigación; y constataron que todas las pertenencias de la joven, así como su vehículo, estaban en el lugar; señal inequívoca de que realmente Carmina había desaparecido.

La empleada también informó a los agentes, que el principal sospechoso era Alfonso; pues su patrona le había comentado...de su deseo por concluir la relación; y que ella, un día antes, los había escuchado discutiendo muy alterados.

Los investigadores le expresaron a la empleada, que ese no era un motivo válido, por el cual levantar semejante acusación.

Sin embargo, la mujer molesta agregó:
-¡Estoy segura, que Alfonso está relacionado con la desaparición de mi patrona; porque usualmente ellos tomaban el desayuno juntos! Y mucho más extraño aún; era el hecho de que él, ¡no había llamado tan siquiera vía telefónica, para informar que no se presentaría!

Después de escuchar que el chico estaba actuando de forma irregular, los investigadores temieron lo peor.

Inmediatamente, se designó a un grupo de oficiales, y rumbo a la casa de Alfonso enfilaron; pues habían establecido que también el chico, fue el último que con vida la vio.

Cuando lo interrogaron, el joven confesó que ese mismo día, habían terminado con su relación; y con vergüenza, relato con detalles, todo cuanto sucedió...

Alfonso, en su defensa, únicamente dijo que sin importar que tan alterado él pudiese estar... él jamás atentaría contra la vida de un ser humano; y mucho menos con Carmina, pues la amaba de verdad.

No obstante, la policía no le creyó; y procedieron a detenerlo en ese mismo instante. 

Pasados unos meses fue llevado a juicio; Alfonso negó tener responsabilidad alguna en la desaparición de la chica... más sin importar que no contaban con evidencias sólidas de su culpabilidad; igual fue condenado a quince años de prisión.

La madre de Alfonso apeló la sentencia; mientras su hijo la pasaba muy mal en la cárcel.


Cuando se llevó a cabo el nuevo juicio, el juez dictaminó que en base, a los testimonios, que únicamente cinco años de la sentencia rebajaría; pues reconocía que el chico, desde su primera interrogación, había aceptado que ambos se habían enfrentado de forma inapropiada.


Los padres del chico quedaron devastados... pues toda esperanza de ayudar a su hijo, había desaparecido.

El tiempo transcurrió y Alfonso por fin su condena terminó. Salió en libertad una mañana de otoño; sintiendo que el frío calaba hasta sus huesos. 

Esta era la época predilecta del joven; sin embargo, todo lucía oscuro y tenebroso; el ambiente estaba cubierto por una densa niebla y con una suave llovizna... las cuales parecían lágrimas en el viento.

Se encaminó a su hogar, y en el trayecto imposible sería no ver la casa de Carmina; cuando llegó alzó la mirada y observó que se encontraba abandonada, con un letrero en el cual se anunciaba que estaba a la venta.

Cuando el chico ingresó a casa de sus padres, estos lo recibieron con mucha alegría; pues sabían que su hijo era inocente, de la desaparición de Carmina.

Luego de prepararle al chico, sus platillos predilectos y de conversar toda la tarde; el chico no se pudo contener, y estando a solas con su madre, le preguntó:

-¿Nunca más escucharon, nada al respecto de Carmina?
No hijo, jamás tuvimos más noticias de ella. La casa se puso a la venta hace algunos años; muchas personas mostraron interés, pero luego de visitarla todas salían huyendo... como si estuviera maldita. 

-Mamá, yo deseo comprar esa casa, con mis ahorros.
¡Hijo! ¡Cómo puedes desear obtener esa casa! ¿No has sufrido ya suficiente?
-Sí, mamá, pero eso es lo que mi corazón deseó, al momento de pasar por el lugar.
Alfonso, por favor aléjate de todo lo relacionado con Carmina.  ¡Olvídala ya! 


Alfonso por un instante dudó... pero luego enfático exclamó:
-¡Lo siento mamá! No puedo olvidarle; pues a pesar de que he sufrido por años encerrado, no logró de pensar en ella. Ni yo mismo, me explico que es lo que me sucede. 

El padre del chico, que algo alcanzó a escuchar, intervino tratando de convencerlo, para que cambiara de opinión... pero con los mismos fallidos resultados.

La madre, por último, a su hijo, advirtió:
¡La compra de esa casa, será tu perdición!

Alfonso estaba determinado; así pues, contactó a la inmobiliaria que tenía a cargo la venta de la casa; y después de realizar los trámites necesarios, el chico su objetivo consiguió. 

La casa era muy grande, con dos plantas y por fuera era singular, pues tenía dos ventanas... en forma de ojos de gato. 


Cuando ingresó, observó que todo estaba tal cual, la última vez que visitó el lugar. Todos los recuerdos de su bella relación con la chica, se hicieron presentes.

Alfonso comenzó a correr por toda la casa, preguntándose: --¿Qué fue lo que pasó? 
-¿Dónde se encontrará mi dulce Carmina? 

Llegó al dormitorio, y se sentó en el borde de la cama... y de pronto le pareció escuchar un llanto... muy tenue y bajito; por lo que se extrañó... más luego pensó que sería el maullar de un pequeño gato, o un niño en la calle. 

Acto seguido, y ayudado con la luz de su linterna, bajó las escaleras, pues la casa en ese momento no contaba con servicio de luz eléctrica. 

Revisó la planta inferior y nada encontró; a tiempo que iba pensando en todas las reformas que tendría que hacer, para que la casa luciera como él deseaba.
Alfonso se dirigió a casa de sus padres, informándoles que había determinado, irse a vivir a su nueva casa. 


Los padres se sorprendieron, pues para ellos era demasiado pronto, ya que apenas habían vuelto a recuperar a su pequeño; más el chico estaba determinado, así que aceptaron su decisión.

Alfonso lo tenía muy claro, decidió llevarse todas sus pertenencias de la casa de sus padres; ellos tristes y con lágrimas en los ojos lo despidieron... más este los reconfortó diciendo:
-¡Vamos mis viejitos amados! Mi casa prácticamente está enfrente de esta, por lo tanto, nos veremos en cualquier momento. 

Alfonso, tan pronto como llegó a su casa, se puso a trabajar; más tarde, en un sillón del salón principal, se dispuso a descansar... Cuando, una vez más, escuchó un llanto lastimero y lejano; por lo que se dirigió a una de las ventanas, pero no vislumbro o escuchó nada. 

¡Qué raro! Para sus adentros pensó.

A los pocos minutos, de nuevo escuchó el lamento casi imperceptible; pero era muy claro... posó su mirada en distintas direcciones, más no descubrió su procedencia.

Por el tiempo que había transcurrido encerrado, pensó que quizás todo estaba en su mente, así que decidió escuchar música, y de esta forma amortiguar los leves quejidos. 


Luego se dirigió a la cocina para preparar un aperitivo, y se sentó en su sillón, dispuesto a ver un programa de televisión.

Transcurrieron algunas horas, y el chico decidió irse a descansar; y lo hizo en la cama que en vida le pertenecía a Carmina, sintiendo que de esta forma estaba un poquito cerca de ella... pues la seguía amando con la misma devoción de siempre. 

Sobre las doce de la noche, volvió a escuchar el llanto, pero con el silencio de la noche, el sonido se percibía mucho más fuerte. 

Alfonso, con el corazón encogido, y bastante asustado; bajó las escaleras... y al pisar el salón principal, vislumbró un reflejo tenue, que provenía del espejo... Encendió la luz y acercándose a este, observó que aparentemente en un rincón, divisó como una muñeca.

Él miró para atrás, para constatar que no había ninguna muñeca. Y no había nada, que creara dicha ilusión. Se acercó nuevamente, y miró con mayor atención... la muñeca en el interior del espejo, parecía ser Carmina. 

-¿Carmina? ¿Eres tú? 

La chica, quien parecía una muñeca chiquitita, respondió:
¡Sí, soy yo! Por favor, sácame de aquí.
-Pero... ¿Qué haces ay? ¿Cómo has entrado?
¿Te acuerdas el día que nos peleamos?
-Sí, me acuerdo perfectamente! ¿Cómo olvidarlo?
Pues entonces, recordarás que me dijiste que me viera sola como ese espejo. . Acto seguido, el espejo tal cual si tomara vida, de un fuerte impulso dentro de él, me metió.
- ¡Lo siento inmensamente!
¡Jamás fue mi intención hacerte daño! Tú me dijiste que ya no me querías, ... Yo me sentía abatido y dolido, y solamente me referí a que te quedaras sola en esta casa, que muchas veces, tan incómodo, me hacías sentir.

Carmina sin levantar el rostro, expresó:
¡Sí! Yo también recuerdo lo que dije; fui muy tonta... pero ahora es muy distinto. Desde que he vivido sola y encerrada, no he dejado de pensar en ti.
-No tengo palabras que puedan expresarte, cuanto lamento el haberte hecho daño; más si de algo sirve, debes saber que yo también la he pasado muy mal... y estos últimos años, encerrado en la cárcel, estuve, pues me culparon de tu desaparición. 

Carmina también se lamentó de lo sucedido... diciendo que ambos eran culpables de la terrible pesadilla, que habían tenido que vivir. 

Después de un breve silencio, Alfonso recapacitó:
-¡Ohhh Dios! ¿Ahora cómo te saco de, hay?
No puedo romper el espejo, porque si lo hago, tú con él podrías desaparecer. ¡No sé qué hacer!

Yo tampoco sé lo que puedes hacer... más lo debes descubrir; por qué llevo muchos años sola, y creo que terminaré por perder la razón.

-No te preocupes mi amor... buscaré en libros de hechizos y brujerías; aunque esto parezca increíble, sé que en la biblioteca deben de tener disponibilidad de información, que pueda servirnos de ayuda.

¡Ayyy! ¡Pero no tardes, por favor! De verdad, ¡no soporto más este lugar!


Él la tranquilizó, prometiéndole que se tardaría solamente el tiempo, que fuese necesario para encontrar la forma de sacarla, sin exponerla a una mayor desgracia. 

Pronto amaneció, y el joven a la biblioteca se dirigió; solicitó le proporcionarán los libros antiguos, en todo lo concerniente a maleficios... El encargado del lugar, al enterarse de su triste historia, le recomendó consultar a un brujo; quien tenía fama de ser muy bueno, en este tipo de situaciones.

Alfonso enseguida lo contactó vía telefónica; comentándole la tragedia que estaba viviendo.

El brujo. parecía, ser un hombre muy amable, quien le dijo que vivía en un pequeño pueblecito; más para su caso, lo mejor sería que él los visitara, ... para así no empeorar la situación; agregando que no les cobraría nada; pues para él esta historia era alucinante.
El hombre que apenas podía creer, en el relato de Alfonso... parecía un cuento de fantasía y deseaba verlos por sus propios ojos; así pues, enseguida marchó, y dos horas más tarde, frente a la casa llegó. 

Tocó el timbre.  y rápidamente el chico abrió, invitándolo al lugar donde se encontraba el espejo. El hombre miraba en el interior, pero no lograba ver nada.

Alfonso le dijo:
-¡Sí! ¡Allí está! Observa cuidadosamente en aquel rincón.
¡Madre mía! ¡Es cierto! Es una pequeña niña,
-Bueno, no es una niña... Pero sí, es una chica y mi novia también.
¡Joder creía que era cuento! Madre mía, qué gordo es este lío.

El brujo dijo que tenían que tomar las cosas con calma, y estuvo leyendo los libros que el chico había llevado de la biblioteca; probó con todos los conjuros que creyó podrían servir... pero nada parecía funcionar.
Ya cansado el brujo, preguntó al chico:
Dime, exactamente, las palabras con las cuales realizaste la maldición.
-¡No recuerdo bien! Lo siento.

Carmina interrumpió, diciendo:
-Yo sí me acuerdo perfectamente, pues llevo muchos años pensando en ello.

El brujo ansioso preguntó:
-¿Qué esperas niña? Habla de una vez, para que podamos liberarte.

Carmina, sin equivocarse, expresó exactamente las palabras de Alfonso; luego el brujo le pidió al chico que repitiera lo mismo, pero deseando lo contrario.

O sea que recitara las mismas palabras, solo que esta vez deseando que Carmina, siempre fuese libre y viviera feliz dentro o fuera de la casa; y después de ello, Alfonso tendría que romper el espejo, con una bola de cristal que el brujo le entregó. 
-¡Qué fácil! Exclamó el chico, lleno de felicidad. El brujo le advirtió que no era tan sencillo, pues no podía fallar en el primer intento; pues si no lograba que la chica saliera del espejo... la perdería para siempre.

Después, frente al espejo, se colocó, recitando la maldición que años antes lanzara a su amada; y luego, con todas sus fuerzas, estrelló la bola de cristal contra el espejo; el cual se partió en un millón de partículas... las cuales volaron por todo el salón, quedando así solamente el marco de madera.

Cuando el chico sintió que todos los cristales habían caído al suelo, sus ojos abrió y no vio a su Carmina. Infeliz se echó las manos a la cabeza, perdiendo el control, lloraba y gritaba:
-¡No ha dado resultado!
¡La he perdido para siempre!

El brujo descubrió que en el fondo del espejo, había quedado grabado un paisaje de desolación... lugar en el que la chica había estado vagando, durante su cautiverio.

Alfonso, al escuchar esto, terminó por desplomarse... pues había condenado a su amada, a vivir perpetuamente en ese lugar tan sombrío; más de pronto, a sus espaldas, volvió a escuchar el llanto de la chica, y al voltear... en un rincón estaba Carmina sollozando.

Él a su lado corrió, el sentimiento que le embargaba era de plena felicidad, pero igual un poco preocupado se sentía, pues temía haberla lastimado.

-Mi amor... ¿Te encuentras bien?
Carmina se abrazó a Alfonso, agradeciéndole por librarla de tan terrible encierro. 



La chica, con sus manos, el rostro de Alfonso acercó cubriéndolo de infinitos besos.

Agradecieron al brujo por el empeño y trabajo realizado, y este a su vez agradeció la oportunidad brindada, pues a lo largo de su vida, a muchos había ayudado rompiendo maldiciones. Sin embargo, nunca un caso, como el de ellos, había presenciado... y ahora a su casa partía, un poco más sabio.

Les compartió que lo más triste de su trabajo, era observar que en momentos de arrebato, las personas, a través de sus palabras, causaban grandes tragedias como las de ellos... Pero que existían infinidad de personas más, quienes por su falta de control... infligen a los suyos, día con día, heridas en el alma... que nadie puede sanar o remediar.
Los jóvenes se sintieron infinitamente bendecidos, por la suerte con la que contaron, y nunca más sus vidas separaron... acordando que jamás volverían a comentar, del infortunio que vivieron, a causa de su insensatez.

El marco del espejo era hermoso, por lo que decidieron adquirir una hermosa pintura en óleo; la cual juntos colocaron en el salón principal.

Este cuadro les serviría de recordatorio, para nunca volver a faltarse el respeto o maldecir... pues aprendieron que toda palabra dicha, tiene el poder de construir o destruir.

El fin de esta historia, es que curiosamente la chica; descubrió, que ella lucía tan jóvenes... exactamente, como el día, en que su historia de horror comenzó.


- Fin -



<Moraleja>
Elige siempre bendecir, en lugar de maldecir... Pues sabio es, quien cuida las palabras que salen de su boca, protegiendo así su vida y la de los suyos... Pero el ligero de palabras, cultivando, está el camino hacia su ruina.

"Aquel que conoce el poder de la palabra, presta mucha atención a su conversación. Vigila las reacciones causadas por sus palabras; pues sabe que ellas no retornarán al mismo punto, sin haber causado su efecto.
*Florence Scovel Shi*
Enrique Nieto Rubio,
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Colabora en imagenes,
 Silvia Regina Cossio Camara.

V.DV.D0II.98.