Pues vivía lejos de la ciudad.
Por ese motivo, un día en que la niña se encontraba aburrida; la abuelita decidió llevarla de paseo al parque.
Al llegar comenzaron a jugar; la ancianía le lanzaba la pelota y la niña corría a atraparla.
Después de un rato, la abuelita se cansó y se fue a sentar a una banca, y le ofreció un refrigerio a la niña; quien se fue a degustarla al pie de un árbol.
De pronto, de la copa del árbol, un mono travieso y curioso le saltó encima... pidiéndole le compartiera de sus alimentos.
Laurita como era egoísta, tan solo le hizo unas muecas feas al mono, y este en respuesta se abalanzó encima de ella.
La pequeña, al sentirse atacada, empezó a gritar y a pedir auxilio... ¡Socorro... socorro!
El mono se asustó tanto, que de un brinco saltó hasta donde se encontraba la pelota, arrojándosela a la niña... pero esta, al no poder atraparla, le golpeó justo en la carita.
Laurita comenzó a gritar mucho más fuerte y a llorar. El mono se sentó extrañado delante de la niña, y vociferando con un sonido amenazante comenzó a dar golpes contra el suelo... sin embargo, pasados unos segundos, en el rostro del mono se fueron dibujando expresiones de tristeza y con los labios repujados, comenzó a hacer pucheros también.
Acto seguido el mono se llevó las manos a la cara, para taparse los ojos... pero el muy bandido entre los dedos levemente abiertos, vigilaba el actuar de la pequeña.
Después, el mono comenzó a comunicarse con la niña, a través de muecas y movimientos con sus manos, mientras sostenía la pelota entre sus pies.
¡La niña terminó por sonreír y al cabo de unos segundos, ya se encontraba riendo a carcajadas.! Ajájajájá!
Como el monito le había causado tanta gracia, terminó por ofrendarle lo que aún le quedaba de su merienda.
La abuelita, que durante todo ese tiempo había estado conversando con algunas de las vecinas, no se había dado cuenta de todo cuanto acontecía.
Así pues, el mono comenzó a jugar con Laurita, imitando el juego de la pelota... él la lanzaba y la pequeña corría emocionada a buscarla... y con el paso de los minutos se les veía como si fuesen compañeros de juego, de toda la vida.
Formaron una gran amistad... pues también se subieron a los columpios y al tobogán, convirtiéndose también en cómplices de algunas travesuras.
Cuando ya se encontraban algo cansados, el mono con un movimiento de mano invitó a la niña a subir a su casa en el árbol... y la pequeña, que para ese entonces ya sentía segura, sin inmutarse de buena gana, lo siguió.
Cuando la abuelita por fin decidió ir en busca de su nieta, se percató de que esta no estaba; se asustó mucho y salió corriendo gritando por auxilio, diciendo que su nieta había desaparecido.
La niña escuchó el griterío y rápidamente salió a la entrada del árbol, y divertida alzó la voz y dijo:
¡Abuela, abuela...no temas, que estoy aquí! Jajajá!
-¡Ayyyy hijita, qué gran susto me has dado! ¡Ven... bájate inmediatamente que te puedes caer!
¡No abuelita! No te preocupes, porque mi amigo, el mono, me está protegiendo... ¿No ves?
La señora observó que efectivamente el mono, la tenía muy bien agarrada para que no se cayera, así que le dijo:
-Buena hija... solo ten cuidado, ¿Vale?
Está bien, está bien... tendré cuidado de no caerme abuelita.
Los dos nuevos amigos se pasaron jugando toda la tarde... El tiempo pasó volando y al atardecer se escuchó el silbato del guarda del parque, el cual servía para llamar al mono.
El mono obediente, presuroso, se despidió de la niña, pues sabía que unas manzanas riquísimas le esperaban en su recinto.
Le dio un beso a la pequeña y ésta a su vez, respondió el gesto de cariño de la misma forma, con la promesa que tan pronto le fuese posible, regresaría de nuevo al parque con unas deliciosas bananas y por supuesto para jugar.
Como la abuelita ya comenzaba a tener frío, tomó a la niña de la mano, diciéndole que hora de irse, pues pronto anochecería.
Laurita no renegó, pues también se encontraba exhausta y hambrienta... y feliz se dirigió a su casa, pues había tenido una de las tardes más maravillosas, aunado al hecho de que ahora contaba con la amistad de un mono tan divertido y singular.
Y no menos importante aún, es que había aprendido una gran lección: "Compartir", era la receta mágica para cultivar lindas amistades.
Colorín, colorado, la abuela con su nieta del parque, se han marchado y este relato hasta aquí ha llegado.
Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes Silvia Regina Cossio Cámara.
<Desde ese entonces Laurita pedía a su abuelita constantemente ir a visitar a su entrañable amigo... y así con el tiempo, todos llegaron a conocerla como La niña del parque>