"El poeta y sus libros"
En su alcoba, en un rin concito, con su mesita y su lámpara de pie, un anciano poeta y escritor de cuentos, se sentía muy triste... pues con cientos de cuentos no tenía a quien enseñarlos.
Se pasó la vida entera, escribiendo y se olvidó de vivir, pues toda su esencia vivida quedó marcada en sus libros.
Eran sus últimos días de su existencia, pues era muy mayor... entre ellos escribió un cuento muy hermoso, llamado "La escoba mágica".
En sus letras y en su soledad, sus lágrimas caían; todo un mundo ante sus ojos, cientos de libros en sus estanterías, pero muy solo.
Doña Sistina, era una chacha que por las mañanas pasaba a limpiar la casa. Ella entraba muy temprano y en esa oportunidad lo encontró sobre el butacón... con su pluma en la mano, y unas lágrimas sobre el rostro.
Doña Sistina lo llamó suavemente:
- Don Anselmo, don Anselmo... Él levantó la mirada y dijo: ¡Ah es usted!
¡Si soy yo! ¿Está usted bien?
- Si Sistina ¡Estoy bien!
Me preocupé, porque me pareció verle lágrimas en los ojos.
¡Va! ¡No es nada Sistina! Es que estuve hasta muy tarde escribiendo este cuento.
- Sistina con sumo interés, exclamó: ¡Ah! ¿Cómo es...de que se trata?
Está bien, te contaré y me dirás qué opinas.
Sistina se sentó y lo estuvo leyendo un buen rato; el cuento era de lo más hermoso.
Después de leerlo, Sistina emocionada se levantó y le dio un beso al viejo poeta... diciéndole:
- ¡Es usted, un cielo!, es precioso este cuento, como todos los que tiene.
Anselmo triste respondió:
Sistina... tú me conoces desde muchos años, y hoy me he dado cuenta de que estoy muy solo, el tiempo se fue volando sin darme cuenta... lo dediqué solo a escribir.
Se quedó un momento silencio y meditando... Luego preguntó:
Sistina tienes nietos?
-¡Sí! Tengo cinco hermosos nietos y tres amorosos hijos.
¡Que bien Sistina! Entonces te sentirás muy feliz y realizada... verdad?
- Sí, mucho!, Pero a veces es difícil estar en casa, porque cuando eso sucede están peleándose siempre.
¡Va Sistina¡No seas exagerada, que no será para tanto!
- No lo cree porque no es usted... Debería de traerlos a vivir con usted y así cambiaría de parecer.
¡Va Sistina! Sé que no eres capaz de traerlos un día.
- ¿Qué no me atrevo? Mañana mismo sin falta se los traigo y así usted mismo se va a enterar.
Don Anselmo no durmió en toda la noche, pues no podía dejar de pensar que recibiría a esos críos que seguramente eran quienes tenían tan loca a la pobre Sistina.
Al día siguiente, Sistina le trajo a toda la banda de enanos. Todos los niños muy modositos y cortados se situaron con los ojitos muy abiertos detrás de Sistina...
Miraban al abuelo muy extrañados, pues también sentían mucha ansiedad y curiosidad por conocer al viejo poeta.
Dos horas más tarde revoloteaban como moscas en un tarro de miel.
Don Anselmo miraba para todos lados... ¡Reía y reía sin parar! Sus ojos estaban especialmente grandes debido a la emoción.
Y reflexionaba en cuántos libros de poemas y cuentos había escrito.
A media tarde les dio de merendar y mientras lo hacía Anselmo les preguntó:
¿Queréis que os relate un cuento?
- Todos los niños emocionados exclamaron:! Siiiiii¡! Siiiiiiiii!
¡Bien! Érase una vez en una casita de la ciudad, vivía una hermosa niña a quien se le apareció el hada mariposa con su escoba mágica... bla, bla, bla...
-Los niños atendieron maravillosamente. ¡El poeta les leía el cuento de su libro "La magia de los sueños"!
¡Todos los niños maravillados, atendieron hasta el final! Sistina estaba maravillada ante la conducta los niños, pues nunca antes había logrado hacerles callar y mucho menos sosegar.
Ya atardecido el día, Sistina y los niños se dispusieron para retirarse a casa... y sin que nadie dijera nada o aconsejara a esos niños traviesos, todos uno a uno se acercaron a despedirse llenando al poeta, de dulces besos... mientras a este se les saltaban las lágrimas de alegría.
¿Con voz entrecortada por el sentimiento que le embargaba, el poeta alcanza a preguntarle a Sistina antes de que esta saliera del salón principal:
Sistina, me harías el favor de traerlos otro día?
¡Sí! Se lo prometo... contestó.
- ¡Gracias Sistina ha sido el día más feliz de mi vida!
La muchacha emocionada por el bienestar y felicidad que había proporcionado a su patrón, así como el beneplácito que sentía por la conducta de los niños ante el escritor... pensó cómo podría ayudar al poeta y a la vez que su don fuera de utilidad a más niños....... y así, tuvo una genial ocurrencia.
Al día siguiente, Sistina se dirigió al colegio que estaba dos calles más abajo y habló con el director diciendo:
¡Buenos días!
Señor director... ¿Sabe usted, quién es don Anselmo el poeta?
¡Sí, claro! El que vive dos calles más abajo... ¿No?
- ¡Si ese! Bueno, el caso es que, el recitar unos poemas maravillosos y cuentos de ensueños... y me gustaría preguntarle si a usted no le importaría que él viniera de vez en cuando, para leerles algo a los niños.
- Bueno, dijo el director... Podríamos intentarlo y así veremos qué pasa.
¡Ay muchísimas gracias! No se arrepentirá.
¿Cuándo podría decirle que venga?
- Mañana mismo si quiere usted.
¡Vale gracias! ¿A qué hora?
Lo metemos en historia... sobre las diez. ¿Vale?
- ¡Si gracias! Estaremos en punto a las diez.
Sistina muy feliz y emocionada, marchó a casa del poeta y le contó lo sucedido.
-Don Anselmo, ayer me demostró que usted disfruta de la compañía de los niños; así pues, si es su deseo, me gustaría que mañana sobre las diez menos cuarto me acompañe a la escuela de mis niños; usted podría llevar unos libros y relatarles algunos de sus hermosos cuentos. El director está enterado y le estará esperando.
- ¡Gracias Sistina! El viejo poeta pasó otra noche sin dormir, con los nervios a mil por la ilusión que tal evento le hacía.
Al día siguiente, don Anselmo estaba listo desde las ocho de la mañana; así pues, cuando Sistina llego pregunto:
¡Pero hombre de Dios! ¿A dónde va usted tan temprano?
Sistina... ¡Estoy nervioso!
A la hora indicada, llegaron al colegio. Todos los niños saludaron a Anselmo, quien con sus libros pasó a ocupar el lugar del maestro. Los niños embelesados le escuchaban y aplaudían a cada instante... emocionados por aquel señor que con sus hermosas palabras hacía volar su imaginación.
Los niños enamorados del poeta, llegaban a sus casas a comentarles a sus padres de la experiencia tan tremenda y jamás vivida. Los padres en los días sucesivos felicitaron al director por la experiencia vivida por sus hijos.
Anselmo, por su parte, también se sentía satisfecho y muy complacido con dicha experiencia. El director lo contrató para qué se presentará una vez por semana al colegio...
¡El poeta apenas lo podía creer, pues había sido el sueño de toda su vida... la cual era sentirse amado por la familia más grande del mundo, los niños!
- Fin –
Enrique Nieto Rubio
*Derechos de Autor*