Un inglés adinerado se había llevado a su hija, de Gibraltar, en su barco.
Vivía con su mamá, pues ellos estaban separados, él le dijo:
¡Me llevaré a la niña, a dar una vuelta!
Pues era bastante cabrito, por llamarlo de algún modo.
años atrás antes que naciera la niña.
Este hombre llegó un día borracho de la playa; había estado tomando de todo, con unas chicas que se lo daban todo. ¡Claro, tenía pasta entonces!
Cuando llegó a casa, le dio una gran paliza a su esposa, quien estaba en estado, en ese momento. Los golpes fueron tan fuertes, que tuvieron que ingresarla al hospital con hemorragias.
Los médicos informaron que en las próximas seis horas, posiblemente podría perder al bebé.
La mujer lloraba desconsolada. Ella era una chica andaluza de diecisiete años; de familia humilde... pero del barrio más bonito de Córdoba.
El tiempo transcurrió y la princesita nació. Después de esto, ella se separó del bruto del esposo.
Pues la niña, cada vez que lo veía, siempre lloraba... nadie sabía por qué.
El hombre no se quedaría de brazos cruzados, y como era muy astuto y listo; buscó a los mejores abogados de Inglaterra.
Estos ingleses, a los españoles, no nos pueden ver y se rigen por sus leyes. En Gibraltar el abogado le dijo a él:
¡Hasta los ocho años, no te la podrás llevar!
¡Ella no sabía nada!
Esto había sido redactado en un documento, cuando la chica estuvo tan delicada de salud. (Le había hecho firmar, sin que ella fuera consciente.)
El malvado de su marido, ya estaba muy lejos.
Ella pensó en buscar ayuda con la policía de Gibraltar; así que ella se personó en el lugar, y les leyó el documento.
La policía le dijo:
Señora este documento es legal, no le podemos perseguir, y si usted lo molesta, será a usted a quien detendremos.
Rafia... que así se llamaba la chica, se desmayó y cayó estrepitosamente al suelo.
La policía se quedó con ella, hasta reanimarla. Ya un poco mejor se marchó del lugar, con el corazón destrozado.
Rafia vivía en un embarcadero, la casa estaba cerrada a cal y canto. Allí lloraba y lloraba sin parar, y así se pasó mucho tiempo encerrada.
Ella guisaba como los ángeles, tenía a toda Gibraltar a sus pies, en esto de la comida.
Los pescadores, al ver el restaurante cerrado, se extrañaron mucho. Entre ellos también había un chico de dieciocho años, mucho más joven que los demás pescadores.
Rafia siempre estaba bromeando de que se casaría con él. Los pescadores preguntaron a todos quienes la conocían por ella, y, pero, nadie daba razón de que sucedía.
En lo único que todos estaban de acuerdo, es que a la chica no se le volvió a ver, por el pueblo... desde aquel día todo cerrado. Por igual, nadie la había visto salir nunca.
Pues el barco donde venían, casi se lo traga una ballena inmensa, jamás habían visto semejante ejemplar, el capitán decidió no salir más, pues era muy mayor.
Ya Luis, el pescador joven, como estaba tan deprimido, se sentó junto al restaurante, echando su cabeza hacia atrás, pisándola sobre la puerta de la casa, esta era de madera,
Oyó, un ruido dentro, eso a Luis le llamó la atención.
Pero creía que serían las ratas, no contento la curiosidad, le embargó y recordaba a su amada.
Pues él no sabía a donde pudo ir, ni por qué. Ya todo el pueblo la había olvidado.
Este quiso entrar allí, pero para que no le vieran, lo hizo de noche, tenía que buscar algo que le dijera dónde está.
Entró por una puerta de atrás. La puerta ya estaba muy vieja, las polillas se habían apoderado de ella.
Él entró sigilosamente registrando todos los cajones, y no encontró nada.
Subió a una guardilla que estaba en el tejado, cuando al entrar había un olor horrible, a sucio.
Estuvo treinta días allí, a punto de morir por las infecciones que tenía,
Luis estuvo día y noche con ella, todo el día con una gasa limpiándole el rostro cuando ella recobró el conocimiento, le dijo.
¿Por qué me has salvado, quiero morir, yo soy la culpable de haber perdido a mi hija?
pero qué ha pasado con Yolina.
Rafia le contó todo lo ocurrido, y él le dijo.
¿Te prometo que tu hija volverá, no te preocupes más?
Ella se abrazó a él, llorando mucho,
Luis le decía al oído.
¡Cuánto te he echado de menos, esas risas, ese modo de hablarme guiñándome siempre, me has tenido siempre enamorado!
Luis era un chico muy sensato, muy listo y experto en hacer de todo, ya a arreglada la casa ha ido por Rafia, y la ha llevado a la casa.
¿Ella ha dicho, madre mía las has dejado nueva?
Él le ha dicho.
¿Has cenado? Pues ya es muy tarde.
¡Sí, gracias, ya cené!
Se marcharon a la cama y entre caricias y besos, han hecho el amor apasionadamente.
Él le ha dado un millón, de besos, por tanto amor recibido.
Ella le ha dicho.
Si me dejas me moriré seguro.
Él se lo ha creído, al ver cómo la encontró.
Ha ido a ver a su patrón y le ha dicho.
¡Ehhh! ¿Patrón te acuerdas de Rafia, la chica del restaurante? ¡La he encontrado casi muerta!
Le ha contado todo, él es un viejo lobo de mar, y le ha dicho:
¡Vaya que lastima de chica!
¿Patrón, tú sabes que, yo me moría de amor por ella?
¡Ya lo sé Luis! ¿Qué quieres que haga?
¿Patrón, sé que vendes el barco, podrías vendérmelo a mí?
Si chico, pero el problema es que este barco, vale veinte millones de pesetas.
Patrón solo tengo tres en el banco, lo demás te lo pagaré poco a poco... por favor te lo pido. ¿Tengo que rescatar a Yolina la niña, acuérdate cuando se te subía encima llamándote abuelo?
¡No! Seremos tres... dijo Rafia. Si no voy con ustedes, me moriré aquí sola.
Pues rayos y centellas que nos vamos los tres... respondió el patrón.
Se han dirigido hacia Cádiz. Allí, en la costa, han entrado en un mesón, preguntando a todos por el inglés, pero nadie sabía nada.
Cuando salían del mesón, un hombre que recién entraba, le preguntó al tabernero:
¿Quién son esos?
- Están buscando al inglés.
El hombre ha salido afuera, y se ha encaminado hacia el muelle... ¡Ehhh... oiga!
El viejo bucanero ha volteado... ¿Sí?
- ¿Buscan al inglés?
¡Sí! Lo estamos buscando. ¿Sabe dónde está? Agradeceré que nos diga donde encontrarlo.
¡Sí! Pero antes, me tenéis que decir para qué lo buscáis.
¡Venga hombre! ¡Dínoslo! Te pagaremos. ¿Cuánto quieres? Preguntó el viejo.
- ¿Cuánto? Ya os dije mi condición... os lo diré si me decís para qué lo queréis.
El abuelo ya nervioso responde: Quizás para matarlo... tiene una niña secuestrada.
- ¡Ahhh ya! Es la niña esa, que lleva en el barco.
¿La conoces?
- ¡Sí! Una cría que vive con él, la tiene muy abandonada y le pega cuando quiere.
¡Maldito bribón! Lo mataré... con mis propias manos; gritó el abuelo.
- Iré con ustedes, ese es el trato.
¡Bueno! Vale... pero puede ser peligroso.
Luis rápidamente le explica, que es su prometida, y la madre de la niña.
- Ahhhh vale! A sus pies, señora, con todos mis respetos.
Acto seguido agregó...!En marcha¡Vamos a Formentera, allí anda este maleante!
Han tardado algunas horas en llegar... más lo han conseguido. ¡El informante le ha dicho!
! Mirad aquel del mástil alto! ¡Ese de la bandera inglesa, ese es su barco!
Era un barco viejo, pues el yate que tenía lo había perdido jugando a las cartas. Ya no tenía un duro, solamente se dedicaba a beber en la cantina, y armar gresca. Vivía en el barco y como siempre borracho.
Luis entró en el barco... la pasarela ya estaba muy mal, y se ha roto al entrar la mitad.
Ha registrado todo en el camarote, y en un rincón ha encontrado a la niña. La pequeña lucía desnutrida y con muchas ojeras; pues estaba enferma. Cuando se acercó, se dio cuenta de que tenía una cadena en los pies, con un pequeño candado.
Ha llamado al patrón, con señas.
- ¿Sí? ¿Qué sucede?
El muchacho y el informante se han encaminado hacia el barco.
Y el viejo les ha prevenido... ¡Cuidado con la pasarela! Que está casi rota. Trae una cizalla que necesitamos cortar un candado.
Cuando se acercaron, le dijo que la había encontrado a la niña, pero que estaba enferma, con heridas en los pies... y que en general estaba muy maltratada.
Ellos rápidamente se han alejado de aquella zona, para no llamar la atención,
El inglés ha cogido una lamparilla de gasolina, que tiene a la entrada, y al pasar por la pasarela esta se ha roto del todo. Casi se cae al agua... se ha agarrado por los pelos.
Bajó al lugar donde tenía a la niña, y al ver que no estaba se ha cabreado muchísimo.
El viejo barco, de pronto, ha empezado a arder; el hombre se ha caído intentando salir, pero no hay pasarela y se ha debido regresar hacia dentro.
Desde doscientos metros más o menos, todos están viendo la terrorífica escena... pendientes de todo lo que sucede, pero imposible es salvarlo. Las llamas suben por las velas arriba, y por eso no le dio tiempo para abandonar.... ¡El barco, se ha quemado con él!
Nos hemos casado y somos muy felices, ella ha abierto el restaurante, su niña bonita le ayuda en todo, el abuelo se ha quedado con nosotros a vivir.
Los cuatro creamos un fuerte vínculo, y salimos de vez en cuando; vamos a pescar, pero sin irse muy lejos.
El restaurante volvió a ser un éxito en Gibraltar, y si no lo crees, acércate al muelle y verás un bello restaurante llamado: "Rafia y Luis".
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