domingo, 1 de junio de 2014

..El mendigo de marsella de Enricostro. (Cuentos)

En la Francia medieval, en el barrio de Marsella, vivía un niño de 11 añitos. Su nombre era Antuán, un niño enfermo de asma... y aun así su madre nunca se preocupó por él.

Un día la madre salió de casa, y cuando volvió la casa se encontraba en llamas... por lo que decidió tomar sus cosas y largarse con un hombre que la frecuentaba.

El niño comía en cualquier casa del barrio, todos lo tenían como suyo. Un día llegaron noticias que la madre murió... más esto en nada le afectaría, pues el chico no estaba completamente solo, ya que todos en el barrio lo querían.

Los vecinos decidieron no decirle nada al niño, de la muerte de su madre ... así que, no le afectó porque ni se enteró.

Los inviernos eran muy duros, él estaba casi desnudo; la gente lo vestía con lo poco que tenían, no obstante el chico se quitaba la ropa, porque cuando se le presentaban los ataques sentía que se ahogaba.

Era un chico buenísimo y con un corazón muy grande, había días en los que se encontraba casi muerto en la calle. Lo llevaban al médico y apenas se reponía un poco, salía corriendo... ni daba las gracias, pero tenía muchas cualidades.

El chico se fue un día para el centro y poco a poco se fue despegando de su barrio, hasta un día que no bajo más.

Este niño vagaba por el centro allí, en el lugar había muchísimos ancianos en la calle.

Antuán, iba de casa en casa pidiendo lo que fuera, algunos se compadecían de él, otros ni alzaban la vista al verlo.

Un día llegó a una casa muy grande y lujosa; allí nadie se atrevía a ir, pues tenían perros grandes que custodiaban el lugar.

Antuán decidió entrar, pues estaba muy Malito ese día; se ahogaba muchísimo y no podía respirar. Apenas había comenzado a ingresar, cuando los perros se le echaron encima.

Pero los perros, al verle casi moribundo y que no podía defenderse, continuaron solamente ladrando, ante el niño que caía al suelo desfallecido.

Una criada salió y llamó al señor diciéndole:
Don José, hay un niño tirado en el suelo, en la entrada.

Don José llamó al mayordomo para que lo recogiera y lo entraran, mientras llamaba al doctor de la familia, para que se presentara urgentemente... pues creía que los perros les habían atacado.

El doctor, al llegar, rápidamente ha chequeado al chico.

¡Este chico lo que tiene es asma! No le han atacado los perros, se le pasará el malestar después de beber el medicamento que le dejaré y con la toma de una infusión.

¿Y los bocados de los perros qué?
¡¡No, no... al niño no lo han mordido los perros!!
¡¡Qué alivio! Estaba muy preocupado.

Cuando se repuso el niño, le dieron una sopa, carne y algunos vegetales.
El señor de la casa le preguntó:

¿Cómo te llamas?
¡¡Antuán.!!
Bueno Actúan y ¿qué te trae por aquí?
¡¡Pues vengo pidiendo para las personas mayores y para mí.!!
¡jhh!, eso está bien... ¿te apetecería un baño?
¡¡Ayy no, seguro que me muero.!!
¡El señor se echó a reír, !Ja, ja, ja!

Bueno, qué prefieres ¿dinero o comida?
Antuan le dijo:
¡¡Me da igual, lo repartiré entre todos!!

Pues toma este saco de chelines, y lo repartes a quienes tú desees. ¿Sabes? Esta noche lloverá y hará mucho frío... así que, si no tienes donde cobijarte, puedes regresar aquí.

¡¡Muchas gracias!!

La verdad es que fue la primera vez que daba las gracias. El señor, aunado al dinero que le regaló, le dio mucha comida.

A don José aquello lo impresionó muchísimo, pues jamás se había puesto a pensar sobre los vagabundos. A este le picó tanto la curiosidad que decidió disfrazarse de mendigo, y seguir al chico.

Ya metido entre la gente, jamás había imaginado que hubiera tantas personas hundidas en la miseria; aunque don José, era algo mayor... tenía millones a mansalva. Siguió al chico de cerca, observándolo, y vio que lo había repartido todo entre los más necesitados, sin quedarse un solo centavo para él.

Entrada la tarde, el niño se encontraba una vez más, sin alimento y dinero; como hacía mucho frío, se fue a refugiar en un rincón... don José, aún disfrazado de mendigo, se acercó al chico con los ojos humedecidos por las lágrimas, diciéndole:
Hace frío... ¿verdad?
Antuan le respondió: ¡¡sí demasiado!!
¿Quieres un poco de pan?
¡¡Sí, muchas gracias.!!

Antuán cogió el pan y se lo comió con unas ganas tremendas.
Don José le ha dicho:
Te he visto repartir mucha comida, y tú ¿qué te has quedado?
¡¡Yo nada!! Ellos son mayores y lo necesitan más que yo.
¡¡Vaya!!

Don José se quedó de piedra, al saber que Antuan no había comido nada o gastado nada en él, para dárselo a los indigentes más necesitados.

Esa noche don José se quedó allí mismo; fue la noche más mala de su vida... ¡jamás lo había pasado peor!

Al amanecer don José se marchó a casa, le dolían todos los huesos del cuerpo, entró en casa y se sentó en el sillón... estuvo pensando toda la mañana. Sobre las doce de la mañana mandó llamar a todo el personal de la casa, ya reunidos les dijo:

He pensado hacer una residencia de esta mansión, pero quiero saber la opinión de todos ustedes... en ese momento se dio cuenta de que no estaba Antonio, el jardinero, y lo envió a llamar.
Cuando el humilde trabajador se presentó, don José le preguntó:
¿Antonio, qué opinas tú de hacer una residencia de esta casa?
¡¡Ahh!!, don José, a mí me parece muy bien, pues es inmensa solo para un hombre... ¿no cree?
¡¡Cierto Antonio, gracias!!
¿Y ustedes chicas, que opinan? ¿Refiriéndose a las mucamas 
Las empleadas de la casa? ¡¡Síííí!
Luego le preguntó al chófer, ¿tú qué dices Juan?
¡¡Bueno, pues sí, si usted lo quiere!!

No se diga más, en tal caso tendré que meter más gente a trabajar, pues ustedes seguirán sirviéndome a mí, ¿estáis de acuerdo?

Si tenéis algún familiar en paro que desee trabajar, por favor se los decís que tenemos mucho que hacer, ¿vale?
¡¡Sí, señor, será estupendo!!

Don José se ha vuelto a marchar, se ha dirigido hacia donde estaba Antuán; lo vio allí a lo lejos dándole de comer a un anciano que apenas se podía mover... pues ya estaba moribundo por la noche de frío pasada.

Se dirigió hacia él y le dijo:
¡Hola Antuán! ¿Cómo te va?
¡¡Ah muy bien don José!! Hoy amanecí más sintiéndome fuerte, después de los alimentos que me regaló. 

¿Cómo está usted?

Muy bien chico, mira Antuán vengo a hacerte una proposición, verás, quiero hacer una residencia en casa; y quiero que tú seas mi supervisor y que lleves la residencia.
¿Qué opinas tú?
¡Guau don José! Ese fue y ha sido el sueño de toda mi vida... pero llevaré a todos mis mayores, ¿verdad?
¡Síii! De eso se trata, puedes llevarlos a todos, allí tendrán todo lo que necesiten para vivir dignamente.
¡¡Muchas gracias!! ¡¡Será Fantástico!!

El niño se sentía muy feliz y afortunado, diciendo:
Ahora mis viejitos tendrán camas, un techo sobre sus cabezas, un plato de comida caliente, medicinas y todo.

El chico ansioso le dijo a don José, esto es un sueño, es maravilloso... ¿cuándo podremos llegar?
¡¡Pues ahora chico!!! ¡¡Venga!!

Antuan comenzó a gritarles a los ancianos, que se levantaran, que irían a vivir a un lugar hermoso... con bancas en el jardín para juntos tomar el sol, y que nada les faltaría.

Los más jóvenes ayudaron a los ancianos a incorporarse... más en sus miradas se les veía la tristeza por la separación. Al darse cuenta don José, le dijo:

¡¡No pongáis esa cara!! Ustedes también vendrán, y me ayudarán a que todo en casa funcione. ¿vale?

Gratamente sorprendidos y felices al unísono, respondieron:
¡¡Sí, sí, sí... por supuesto que sí!!

Todos se unieron como si fueran una familia, a los más enfermos los visitaba el médico, hasta lograr restablecer su salud. Paseaban por aquel hermoso jardín... el palacio cobró vida. Entre todos los que allí estaban, incluidos los sirvientes del señor.

Se unieron todos y con esfuerzo colaboraron para hacerle un regalo a don José... en el centro del jardín edificaron una estatua idéntica a él, de puro mármol blanco, con su sombrero tejano.

Así es como termina esta bella historia de amor y compasión por los más desventurados, que se realizó por el sueño y nobleza de un mendigo llamado Antuán.

 El chico era muy inteligente, así que con la ayuda de don José estudió y se hizo un hombre muy trabajador y de éxito, teniendo así la oportunidad de continuar ayudando a los más necesitados... esto fue así, hasta el día en que murió siendo ya un adulto mayor.

Poco antes de morir a Antuán, también recibió como homenaje por parte de sus queridos beneficiarios una hermosa estatua de mármol blanco, idéntica a la que décadas antes habían hecho a su primer benefactor. La colocaron al otro lado del jardín... mirando de frente a la estatua de don José.

Derechos de Autor
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imagen,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

..Donde buscarte pues de Enricostro.



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¿Dónde buscarte pues?,
 ¡Si te has marchado de mí! 
No sé... tal vez yo tuve la culpa,
 por no hacerte feliz. 
Hoy mi corazón está triste, 
pensando en aquel ayer, 
donde vivíamos juntos,
 tú yo y nuestro querer, 
Mucho pudimos hacer,
 en este amor tan perdido, 
que por si yo fui tu amante,
 también fui yo tu amigo. 
Hoy te sigo buscando,
 y no te puedo encontrar; 
mi corazón está sangrando,
 por tantas ansias de amar. 

Aún me acuerdo de ese día, 
en que me diste tu amor; 
y mi corazón se encendía,
 rebosando de ilusión y pasión. 
Recuerdo cuando fuimos al cine,
 y echaban una de miedo; 
tú te abrazabas a mí,
 y yo te confortaba con un te quiero. 
Son incontables historias,
 las que tú y yo compartimos;  
soñando con un cantar,
 de amor que nos prometimos. 
Tú me decías, te quiero,
y yo felizmente vivía por ti. 
Hoy mi niña me desespero,
 pues no te tengo más aquí. 
Mañana... sí, mañana será otro día,
 y te seguiré buscando; 
pues la esperanza,
 es mi mejor amiga, 
y el tiempo mi aliado. 
¿Dónde estarás cariño mío? 
Que no ves que sin tu amor... 
hoy me siento, más que perdido;
 porque aún sueño contigo... 
Enrique Nieto Rubio 
*Derechos Reservados* 
Colabora en imagen 
Silvia Regina Cossio Cámara.


viernes, 30 de mayo de 2014

..Los patios cordobeses de Enricostro.



Este es mi patio, de la tierra del corazón;
si lo miras con encanto, 
verás que es todo un Amor. 
Esta es mi Andalucía,
tierra de mi sentir...
si la vez con alegría,
todos serán más felices. 
No la puedes criticar,
pues es todo perfección, 
y si miras su cantar...
todo sale del corazón. 
De la casa de mi tía,
nada tiene desperdicio, 
pues con tanta alegría,
todos vivimos de vicio. 
Y para no hacerme cansino,
no te pondré ninguna más. 
Pero si te pongo el link. 
y que lo puedas disfrutar. 
Pero nada como en directo,
para disfrutar este amor,
con una copa de manzanilla,
es un gozo y una ilusión.


Que te llena de deseos... 
de deseos y de emoción. 
Esta es la Córdoba mía, 
hermosa como un sol.

Enrique Nieto Rubio.
Derechos Reservados.
Colabora en imagen,
 Silvia Regina Cossio Cámara.
google.es/search?q=patios+de+cordoba&espv=2&tbm...

miércoles, 28 de mayo de 2014

..De acampada de Enricostro para mayores.


Una mañana de verano; Rafi, Loli, Paco, una sobrina de Paco de tres añitos y yo; decidimos acampar a la orilla del Guadalquivir, debajo de una alameda.
En ese tiempo, Rafi y yo...no éramos pareja ni nada; aunque ella a mí me gustaba muchísimo. Y bajamos todos. Era de una arena finita y muy suave.
Sobre las diez de la mañana, teníamos las dos tiendas montadas, íbamos para tres días.
Pero yo no le gustaba a ella, además de ser... seis años mayor que ella y un poco feo. ¡Vamos, eso creo yo! Qué guapo no soy, pero yo a ella la deseaba.
El caso es que comimos sardinas y panceta.
Ella es chachi, ¡Yo muy pegado a ella¡La verdad es que quizás la agobié demasiado; más ella se veía que no quería nada conmigo!
A las tres del medio día, ya ella se sentía incómoda por la situación.

No sé, quizás la agobié un poco. El caso es que nos dijo: ¡Me voy a mi casa!
- ¿Sola.? ¡Sola... ni hablar! ¿Y si te pasa algo, qué?
Así que la acompañé.
Ya llegando al barrio, cerca de su casa, me dice: ¡¡Adiós.!!
Salió corriendo, mientras yo me quede parado viendo como la chica que yo quería, se marchaba de mi lado, para nunca más ver.
Mi corazón corría a ciento veinte pulsaciones por minuto... En fin, dije yo:
¡Bueno, otra vez será!
Yo soy un chico o al menos así me considero, alegre y divertido.
Me fui para el campamento nuestro, y bueno... allí jugando con la arena y mis amigos, la verdad es que lo estábamos pasando bien; teníamos un Casete y con nuestra música estábamos muy a gusto allí.
Sobre las siete apareció Rafi, con un chico de su edad... quienes se acercaron entusiasmados.
¡Hola! Dijo Loli.
- ¡Hola! ¡Que hemos venido a dar una vuelta.!
Loli le ha preguntado:
Bien, ¿Queréis un refresco, de la nevera?
- ¡¡Bueno.!!
Yo no la miré para nada, seguí jugando con la cría, estábamos haciendo un castillo de arena, y ella se acercó preguntando:
¿Os ayudo.?
¡¡La niña dijo bueno.!!
A la torre le estábamos haciendo túneles con las manos, ella empezó a hacerlos enfrente de mí; de vez en cuando, nuestras manos se juntaban por debajo de la torre, y parecía darnos chispazos eléctricos. Ella me miraba... yo a ella no.
No quería incomodarla, además había venido con el chico aquel; y así nos dieron algo más de las nueve de la tarde. Cuando el castillo se derrumbó, chocaron nuestras tres manos dentro.

¡Laura, la niña se echó a reír, como una loca! ¡Jajajá! ¡Jajajá! Así los tres.
Nos caímos en lo alto del montículo, riéndonos los tres, lo pasamos estupendo. Ya estaba oscureciendo, cuando el chico dijo:
- ¡¡Me tengo que ir.!!
Yo le pregunté: ¿No te quedas? ¡Hay sitio!
- ¡¡No, es que mi madre no sabe nada.!!
Loli, al ver que Rafi no se iba, preguntó:
¿Tú no te vas?
¡¡No, yo me quiero quedar.!!
¡Ahhh bueno! ¡Lo pasaremos pipa! Decía Loli.
Rafi, decía: ¡Seguro que sí.!
Yo callado, no me atrevía ni a mirarla. Ya cenando Rafi, a mí se dirigía todo el tiempo:
¿Por favor, me pasas el pan?... ¿Me das una servilleta?... ¿Me podrías traer un vaso?
Bueno, yo estaba hecho un lío, porque todo me lo pedía a mí.
Ya ha oscurecido, la noche era negra; pero al lado había otra familia con niños.
Esa familia hizo que estuviéramos más protegidos todos, y así más tranquilos, y que lo pasaban de muerte.
Estuvimos los cuatro, hasta cerca de la una de la madrugada, charlando.

Cómo el frío comenzaba a sentirse; la niña, Paco y Loli decidieron meterse en su tienda, y se les escuchaba cuchichear.
Las farolas del puente romano, se reflejaban a todo el largo del río.
Ya un poco cansados, pues nosotros no teníamos nada que decirnos. Pero tampoco nosotros nos atrevíamos a entrar en la tienda; pues los dos juntos era un corte... pensando si ella entraba antes o yo.
Nos metimos dentro los dos y a la vez, cerramos para que los bi chillos no entraran.
Paco y Loli estaban haciendo "eso" bajito, pero se sentía su respiración. Rafi se pegó a la niña, y yo allí, en medio a mis anchas, nos echamos a dormir.
Sobre las cuatro de la madrugada, se despertó Rafi, pues quería hacer pipí, y me despertó.

¡Oye!

¿Qué quieres.?
¡Tengo necesidad de hacer piss!
¿Y.?
¡Sal conmigo! ¡Tengo miedo allá fuera!
Ella no quería salir sola... así que salimos. Ella hizo piss; y yo aproveché a hacer... un poco más adelante también.
Le dije:
¡¡Ven!! ¡Vamos a ver una cosa.!
Nos acercamos a la orilla, era como una pequeña playa; las farolas con luz baja, reflejándose en el río. Nos sentamos en la orilla, y como estaba bastante oscuro, ella se pegó a mí... además que hacía fresquito. Le dije:
¡Mira las estrellas!
Me respondió: ¡Sí! Parecen como si se pudieran coger, ¡Son preciosas!
Con el reflejo de las luces lejanas, yo le apartaba el flequillo de la cara; ella se estremecía mirando hacia arriba... era como un manto de estrellas. Yo le pregunté:
- ¿Vez aquella que se mueve? ¿La vez.?
¡¡Sí, sí.!!
- Pues eso no es una estrella... ¡Es un satélite!
¡¡Ahhhh!! ¡Cómo corre.!!
- ¡Pues sí! Va muy rápido.
Entre palabras le decía: ¡Eres preciosa!

Ella tan solo decía: ¡Ajá!

La tenía pegadita a mi pecho, echada sobre mí; yo no pude más... la rodeé con mis brazos y ella se encogía acurrucándose entre mí. ¡Yo me moría por besarle!
Ella mirando hacia arriba preguntó:
¿En qué piensas?
Yo, sin quitarle la vista de su hermoso rostro, le respondí:
¡Me gustaría besarte!
¡Ayyy! ¿Por qué no lo haces?
Tenía esos labios carnosos de una chica de diecisiete años, digna para comérselos; eso es lo que hice. Le bajé la cara despacito, chupeteándole esos labios tan ricos.
Nuestros cuerpos parecían enredarse, nos abrazamos fuertemente; y perdí la cuenta de los besos que le di.
Me la comería entera, en ese mismo instante.
Ya se hizo el frío, y el río llevaba como unas pequeñas olas. Así que le invité a entrar en la tienda de campaña... y le dije:
¿Nos metemos.?
¡¡Si tengo frío.!!
¡Venga!
Entramos... como no teníamos mucha ropa; ella pegó su culito dentro de mí y así amanecimos.
A la mañana siguiente, Loli se marchó con Rafi a dar una vuelta, y mientras caminaban, Loli le preguntó:
¿Cómo ha ido la noche.?
¡¡Ahhh nadie como tu guarrilla!! ¡¡Que echasteis un polvo que... para qué.!!
Ahhh bueno... ¿Y tú qué tal?
¿Estuvimos casi toda la noche abrazados, mirando las estrellas y nos besamos?
¿Pero te gusta.?
¡¡La verdad, es muy cariñoso y atento; me da seguridad y me hace sentir!
¿Sabes? Entre nosotras te comento, que hasta me corrí cuando me besó tan seguido... ¡Nunca jamás he sentido tanta emoción junta.!!

Dándole con la mano en su culo, Loli decía:
¡Anda cachonda.!
Rafi le dice: ¡Ayer por la mañana no me gustaba! Pero hoy me tiene, que me lo como todo.
Nada más levantarnos, me ha ofrecido café, y le he besado; diciéndole buenos días.
¡Hola, a lo más bonito del campo! ¡Que si fueras rosa, te envidiarían todos los árboles de aquí!... seguro.
Hoy hemos estado jugando a las cartas y al dominó; corrimos y jugamos en la arena, revolcándonos. Nos hacíamos cosquillas, yo estaba que echaba hasta chispas, con ese cuerpo que tanto me hacía sentir.
Ya en la noche repetimos menú, Loli y Paco repitieron polvo, y nos tenían cachondos; creo que lo hacían más fuerte para picarnos. Ya lo creo que nos picó; pues no pudimos aguantar más.
Nuestros pies se juntaron, y después lo demás nos comimos enteros. Nos revolcamos de todas las maneras; estábamos como desesperados, ella quería y no quería.

Más yo no podía más, no teníamos protectores; así que decidimos tocarnos y chupetearnos hasta más no poder. Nos corrimos como críos y muertos nos quedamos. Yo le decía:
¡Mi niña! ¿¡Cuánto te quiero! ¡Cómo te he deseado! ¡Te quiero!
¡¡Yo también te quiero.!!
Y así pasaron los tres días de acampada; algo maravilloso, que nos ha durado muchísimos años.
Y hoy en día mis emociones y mis deseos siguen siendo, como desde ese primer día.
Un saludo a Rafi, quien hoy, es mi amada compañera.


Derechos de Autor.
Enrique Nieto Rubio.
Colabora en imagen,
Silvia Regina Cossio Cámara.