En un pueblecito de Andalucía, cerca de la montaña, con cara de persona.
Vivía un humilde maestro, de escuela.
Este hombre, era la mejor persona,
que uno pueda conocer. Siempre estaba, para cualquier persona en su pueblo.
Su esposa era una maravillosa mujer, que siempre se dedicó a ayudar a personas desvalidas.
Tenía siete años menos que su marido. Hermosa y preciosa mujer.
Un día, ella empezó a sentirse algo mal, que paseando por el paseo del pueblo un domingo,
cayó desvanecida, en el suelo, su esposo iba detrás con un perrito, caniche blanco que lo adoraban.
Días antes, paseando por el centro del pueblo, allí en la esquina, cerca del estanco, hay una preciosa tienda de un anticuario. ¿Qué?
En el mismo momento de pasar por el escaparate, el tendero ponía una preciosa muñeca de porcelana; ella la vio de refilón y le pareció que la muñeca iba mirándola mientras pasaban el escaparate. Ella se frenó y volvió sobre sus propios pasos.
La muñeca quedó como la vio al desaparecer ella por la esquina,
le dijo: a su esposo, ¡quiero esa muñeca, regala mela.!
Y él dijo: como no, lo que tú quieras mi cielo.
Ellos no podían tener hijos y quizás por eso, para él sus hijos eran sus alumnos de clase.
En este día nefasto para los dos, don Francisco corrió a recoger a Lucía del suelo y la llevó al hospital, a las pocas horas ella falleció en él, un maldito derrame cerebral a cabo con su vida.
Ya en el pueblo todos los vecinos les velaron, la multitud fue tremenda, que hasta de los pueblos limítrofes estuvieron con ellos.
Él, desde entonces, estuvo muy triste, le cambió el carácter y entró en una depresión tremenda,
ya, con 55 años, para él su vida ya había acabado,
se dio de baja y jamás volvió a trabajar.
Pocos años después se jubiló, y ya solo salía de casa alrededor de su jardín, con su perrito,
que se tumbaba cerca de la puerta, tomando el sol de la mañana.
Don francisco se sentaba, en su silla y de hay al sofá, viendo televisión, y hablando con,
aquella preciosa muñeca de porcelana, dedicándole todo él
tiempo restante y le enseñaba.
Matemáticas, lengua e idiomas como si fuera una de sus alumnas de escuela.
Así, se pasó los siguientes años, y para él ya, esa muñeca, era como una persona para él,
a los 68 años, el Alzheimer, se apoderó de él y empezaba a recaer.
Él, hablando con su muñeca y con lágrimas en los ojos, le dijo: a la muñeca,
¿si fueras de verdad me ayudarías, pues ya no puedo más.? Esto era en Navidad.
Cuando de pronto esta muñeca empezó a tomar vida, ella, sentada en el mueble del salón, se levantó y se dirigió hacia el que tenía en
Esos momentos, los ojos cerrados, le puso la mano en su hombro y le dijo, ¿cómo te sientes? Él levantó la cabeza creyendo que era su esposa, y no sabía si era realidad o deliraba en su demencia.
Unos años más tarde, ya él no reconocía nada, de su vida ni de su casa.
Ella tomó una personalidad,
de una chica enfermera, que le ayudaba y cuidaba a don Francisco.
Pero ella se sentía presa de aquella casa, tan hermosa, educada y sexy que era, decidió ingresarlo en una residencia de ancianos, diciendo que ya no podía con él.
Ella mentía, solo quería vivir el momento, y conoció al farmacéutico que les tiraba los tejos, pues era un chico guapísimo.
Se fueron de bailes, ella consiguió toda la fortuna de él y comenzó su vida loca.
A los quince días después, él entra en coma profundo, solo soñaba ya con su querida esposa,
mientras se moría.
Su linda muñeca, se lo pasaba maravillosamente, que hasta se casó con este chico y de viaje de luna de miel se fueron a la playa.
Ella nunca pensó que era creada de la imaginación de don Francisco, y en este mismo momento, que don Francisco moría, ella se desvanecía cayendo por el acantilado al vacío.
El marido pidió ayuda a las autoridades, que poco tardaron.
Bajaron y junto al agua, en la orilla del mar, solo encontraron una preciosa muñeca, con la cara de porcelana partida en dos.
A ella, la dieron por desaparecida, supusieron que el mar se la llevó.
FIN.
Enrique Nieto Rubio.
Derechos de autor.
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