Juncar, un chico de ocho añitos. de Enricostro (CUENTOS)
Este vivía en una aldea pequeñita, de solo diez familias.
En tiempos de guerra, esta aldea tenía unos muros altísimos, y un portalón inmenso, de grande.
Los enemigos de ellos, no conseguían invadirlo, de ningún modo.
Pero como hacerlo, durante la noche, cinco avionetas alemanas lo bombardearon sin parar, durante cuatro horas, solo quedó un padre malherido y el niño Juncar, que el papá consiguió meterlo en una madriguera de conejos, bajo una bóveda de ladrillo macizo, que allí había para metér la leña.
Este chico, asustado y aterrado al día siguiente, saco su pequeña cabecita de aquel agujero, mirando lentamente hacia la luz,
jamás se oyó un suspiro ni un lamento siquiera.
Él ya se imaginaba que todos habían muerto, y así fue.
Juncar nunca había salido de allí, y no creía que afuera hubiera gente, ni nada.
apenas tenía comida, rebuscando entre las ruinas.
Un día se propuso ver qué había fuera, pues no podía salir por ningún sitio.
Hizo dos agujeros en el centro del patio, bastante hondos, a un metro uno del otro.
Metió dos palos largos enterrándolo a ras del suelo, después fue amarrando palos, en forma de escalón, pero seguía sin ver nada, y amarró un palo más a cada poste, y siguió amarrando más escalones, era insuficiente no veía nada, y amarro dos postes más, uno a cada lado, y más escalones, pues aunque tenía unos doce metros, seguía sin ver lo suficiente, así que siguió amarrando más palos, y más escalones, hasta una altura de vértigo, pero él no conocía el miedo, y quiso ver más haya de donde se curva la tierra, unnnn ya hasta las nubes pasaban junto a él.
De pronto, una inmensa nube lo tapó, y tiró de él, llevándoselo en su grupa... Él se asomaba por los bordes, viendo cantidades de campos y casas hasta ciudades.
A si se tiró meses, pues cómo podría bajar, ni modo.
Pero, el verano, se aproximaba a él y esta nube, se iba desasiendo y deshaciendo, ya apenas le quedaba nube, y de rodillas le pidió a el gran Dios todopoderoso:
¡Dios mío, conviérteme en una paloma, que si no no lo contaré.!
Más dios lo escuchó, y lo convirtió en paloma, pero como no savia volar, empezó a dar volteretas y más volteretas y se estrelló en un campanario
muy alto, en una iglesia preciosa, en la ciudad, que hasta el padre cura se asustó, este mandó a su monaguillo a que subiera al campanario a ver qué había pasado,
Este subió y subió las escaleras, que parecían interminables, y encontró a la paloma malherida.
La cogió con las dos manos y se la bajó al padre cura.
este dijo: vaya que paloma más torpe estrellarse con la campana.
Así la metió en una caja de zapatos y la guardó en la sacristía,
curó sus alitas y una patita tronchada, y la alimentó durante 40 días
y cuando la paloma estaba curada del todo, le pidió a Dios que lo volviera a convertir en el niño que era,
en ese momento, el cura estaba echando una siesta, con su ventilador, pues hacía un calor horrible, de cuarenta grados, y entre sueños, vio como un niño aplastaba la caja de zapatos, y del susto, el cura se sobresaltó. Le pregunto: ¡de donde sales y quién eres: ¡Yo soy la paloma,! ¡haaaa! El niño le contó, todo lo que había vivido, desde que salió de su casa, y el cura respondió ¡los designios de Dios son infinitos.! El niño le dijo al cura: ¡padre, yo me puedo quedar con usted aquí en la iglesia! Bueno, no le pareció mal y allí se quedó con él. ya, la guerra terminó y el niño aquí, hizo muchas cosas por los desvalidos que eran miles, y pasaron los años hasta que un día el Papa lo ordenó sacerdote de aquella iglesia, la más bonita de todos los sitios conocidos. y como tuvo la mano de Dios, hacía muchos milagros, a todas las personas y aquella ciudad la levantó de los escombros y fue la más próspera de todo el país. Enrique Nieto Rubio.
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