
El Último Ángel
Cada hijo parecía tener una conexión especial con los cielos: la mayor, Lyra, podía comunicarse con los animales, su empatía creaba armonía en todo lo que tocaba. El segundo, Aiden, tenía el don de la música; sus melodías eran capaces de sanar corazones rotos. La tercera, Seraphina, iluminaba con su presencia, capaz de dispersar las sombras más profundas. Los gemelos menores, Eryon y Calia, eran inseparables; juntos eran el equilibrio perfecto entre fuerza y sabiduría.
Guillermo era un niño muy malo; todos los días cuando iba al colegio.
Se peleaba con todos sus amigos. Un día cuando iba para su casa
Se encontró a un burro que estaba amarrado a un árbol. Este burro era de un cabrero que fue a comprar un bocadillo de jamón y cuando salió de la tienda, el burro se le había escapado.
Y un niño que lo vio le dijo:
Señor, yo he visto a Guillermo tirarle piedras al burro y por eso al salir corriendo.
El señor cabrero dijo: "Ese Guillermo es un chico muy malo y un huevón y cuando lo pille lo machacaré".
Entonces Guillermo, al cruzar la esquina, se encontró un perrito salchicha que paseaba con su dueña.
Y con un tirachinas le dio al perrito.
Su dueña se enfadó mucho porque el perrito lloraba.
Y la señora le dijo: "Eres muy malo, niño, te va a castigar el señor".
Guillermo se reía y se burlaba de la señora. Mientras se alejaba mirándola, pero de pronto tropezó con un guardia y este se lo llevó a la comisaría.
Allí Guillermo lloraba mucho y llamaron a sus papás y le echaron una multa muy grande.
Los papás lo castigaron muy severamente; después del colegio se quedaba en su cuarto todo el día, sin consola ni televisión.
Así estuvo un mes entero; ya Guillermo le dijo a sus padres que no sería más malo.
Pero un domingo que iba andando con su mamá de la mano, una niña con su madre que se cruzaban le tiró el helado a esa niña y otro castigó. Él jugaba que fue sin querer, pero era mentira; lo vieron todos los que estaban sentados en la terraza de la cafetería. El niño era una máquina de fastidiar a todos.
Les hacía daño a los palomos del parque, a los patos, incluso a las tortugas.
Un día lo vigilaron tanto que, como no pudo hacer ese día ni una trastada, le metió a la pared una cornada y se hizo un chichón tremendo.
Cayendo al suelo redondo.
En ese aturdimiento vio un hada y esta le decía: En cada trastada que hagas, te crecerán las orejas.
Al día siguiente se acordó de aquellas palabras y se dijo: ¿Será verdad lo que me dijo el hada?
Pero eran tantas las ganas de hacer el mal que tenía que arriesgarse.
Se acercó al colegio y había un inmenso panal de avispas en la canal del techo del colegio que quiso que a todos los niños de la clase que había por debajo les picaran a todos.
Cogió una buena piedra de la esquina del bordillo que estaba suelta y se tomó su tiempo para lanzarla. Esperó hasta que la ventana estuviera abierta y faaaa la lanzó con la mala suerte de que tiró el panal entero. Cayendo junto a sus pies, todas las avispas se cebaron con sus pobres orejas y os digo que Dumbo se quedó corto con aquellas orejas.
Todos se rieron de aquellas orejas que chillaban intensamente con un dolor tremendo.
Aunque solo fue el momento, pues después todos se arrepintieron al instante al ver el dolor que estaba sufriendo.
Al hospital lo llevaron y lo hicieron virar en internet: el niño elefante le pusieron.
Estuvo una semana con una cabeza completamente hinchada; os juro que lo pasó tan mal que jamás olvido a aquel ángel que le avisó de sus fechorías, y desde entonces jamás hizo algún daño a nadie. Es más, ayudaba a todo el que lo necesitaba. El último día de escuela, encontró a un pajarillo malherido en el suelo, se lo llevó a su casa y, entre sus padres y él, lo curaron durante 15 días y este hermoso pájaro, al lanzarlo al vuelo, mientras subía para arriba, se convertía en una preciosa hada.
Enrique Nieto Rubio.
Derechos de autor.
Mi voz es el cariño que nace en tu alma,
No tengo palabras en esos sentimientos,
en esas plateadas de mis tímidos alientos.
Penetra, pasiones, ahuyenta, zarandea, cuerpos,
Hiriente del tiempo, soy luna, soy hielo,
y a veces soy cielo.
Te ayudo al recato y guardo recuerdos,
y algunos desvelos,
Soy el tiempo que te anhela,
viviendo en tus recuerdos,
soy la sombra de tu sonrisa
soy el viento de tus besos.
Enrique Nieto Rubio.
Derechos de autor.