Cuando la mamá la tomó en su pecho, Laura empezó a llorar y llorar.
La madre asustada llamó al doctor.
El hospital se revolucionó, pues aquella noche fue la única niña nacida en todo el mundo.
Esa noche, el hospital entero estaba completamente en silencio, los pasillos estaban desolados y solo se escuchaba a esta niña llorar muy fuerte.
El médico de guardia, corrió por los pasillos para saber qué le sucedía... tomándola en brazos, la desnudó completamente y cuando él la examinaba... La niña agarró el dedo del doctor y sin soltarlo no paraba de reírse. Jajajaja! !Jajajaja!
Y llorando también con sus ojos tan preciosos, el doctor asombrado, echó su cabeza hacia atrás diciendo: ¡Va! Si esta niña está perfecta y encima, se ríe ¡Ajajaja!
¡Qué encanto de niña parece querer hablar!
Le dijo a su mamá: ¡La niña está perfecta, no tiene nada! ¡Solo la alegría de haber venido a este mundo!
Así Laura volvió al pechito de su madre, con sus ojillos mirando el rostro de quien le dio la vida; chupando esa tetilla y con sus deditos agarrando el pechito de su madre. Esa noche no volvió a escucharse un llanto más.
La mamá extasiada de ese parto, se tiró un buen rato mirando por la ventana, y descubrió una alucinante estrella, que no se había visto nunca.
El cielo estaba encapotado de preciosas estrellas mucho más pequeñas, pero que no desmerecen, ese hermoso cielo.
Laura fue la única niña de este mundo que fue influida por esa estrella; solo se veía cada 500.000 años y provenía de una galaxia llamada Enriu.
Por lo poco que se sabe, esa estrella era toda de oro... la mayor estrella conocida. Su luz embrujada eclipsó a Laura, dotándola del don de llorar, llorar y llorar.
A la mañana siguiente, la bebé arrancó de nuevo a llorar, y así continuó durante el transcurso de toda la mañana. El doctor volvió a revisarla y dijo:
- ¡No tiene nada! Llora por gusto y se encogía, de hombros.
El doctor, una planta más abajo, tenía ingresada a su hija, quien padecía de una enfermedad muy rara... quién se encontraba en fase terminal.
El pobre doctor se agarraba a cualquier cosa, por no pensar que siendo doctor no pudiera curar a su hija.
Cuando el doctor bajaba en el ascensor, encontró en su bata unos corazoncitos de nácar preciosos... él dijo:
¡Qué raro! ¿De dónde han salido estos corazones?
Los cogió con sus dedos, y eran supersuaves. Pensó que sería de algún collar de algún enfermo.
Lo acarició con los dedos y sacando su monedero, allí los guardó. Al salir del ascensor, una niña loca tropezó con él; y él, volviéndose, le dijo: ¡Pero chiquilla!
¿No sabes que en un hospital no se corre?
La niña sin para de correr le dijo: ¡Sí, papá, no me cuentes cuentos!
El doctor se quedó atónito... y mirando a esta niña loca que era su hija. dijo: pero niña... ven ¿Qué está pasando?
La niña se había curado perfectamente, estaba más sana que nunca; y jamás volvería a enfermar.
Laura seguía llorando sin parar... ¿Como callarla?
Una auxiliar la tomó en brazos sacándola a el pasillo... pues esta auxiliar no podía tener hijos, por un grave accidente que tuvo. <Un conductor borracho la atropelló en la parada de autobús, y se quedó estéril>
Laura, mirando los focos, se echaba a reír muchísimo y llorando a la vez, como si captará el dolor de las personas. La auxiliar con su uña recogió una lágrima de sus ojos, la cual se transformó inmediatamente en un corazón de nácar... Ella quedó sorprendida.
Laura no volvió a llorar más con ella.
Al día siguiente, les dieron el alta. La mamá de Laura estaba tan perfecta que parecía que no había dado a luz siquiera.
A los pocos días aquella auxiliar estaba encinta, nadie se lo explicaba.
Laura ya en su casa... todos los amigos de la familia que iban a verla si alguno tenía algún problema, Laura lloraba y lloraba hasta que conseguía dejar una lágrima en su rostro, y entonces callaban.
Así fue creciendo, y a todo el mundo que por su lado pasaba... sus lágrimas iba dejando, y a todos los hacía de lo más felices.
Hoy, con dieciocho años, si alguien se le acerca ya en el instituto o en cualquier sitio, con algún problema, se abraza a quien sea... y le posa su lágrima de nácar sanando le los males que tenga.
- Fin.
Dedicado a mi querida amiga Laura López,
Colabora en imágenes,
Silvia Regina Cossio Cámara.
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