Solo para mayores de 18 años. De Enricostro:
Ayer me llamaste por teléfono, llorando y desconsolada,
Te dije:" ¿Qué te pasa, mi amor? No quisiste contestar.
Solo gemías, con mucha pena.
Al rato me dijisteis: ¿puedes venir, me siento muy mal?
Cierto es que se me encogió el corazón, pues sabes lo mucho que te quiero, y sabes que estoy loquito por tus huesos. Pero con esa carita,
Que me pone todo frenético, lo sabes. Así que decidí ir a verte, tomé mi coche y marché, yo sé lo que va a pasar, seguro. Solo tardé un rato en llegar, saqué mi llave que tú un día me distes, era muy tarde ya, cerca de las dos.
Entré en la casa, y solo una pequeña luz en el pasillo.
Subí las escaleras, hasta tu dormitorio, allí en la cama, boca abajo semidesnuda, estabas dormida. Solo una lámpara de tu mesilla encendida, y solo con ese tanga, sexi que tú sueles ponerte,
Estabas hermosísima.
Me tumbé junto a ti, lentamente, pero no podía resistirme.
Deslizaba mi mano, suavemente por tu espalda, hasta llegar a tu nuca. Suave cálida, muy fresquita, quizás demasiado,
pues fuera hacía un frío de mil demonios.
Así cogí las sabanas y nos tapamos los dos juntos.
Aunque cierto es, yo me tumbé vestido; claro, suponía que no era momento de tonteó. Tú notaste ya ese calorcito, de las sabanas y mi cuerpo. Te volviste lentamente y me miraste, ¿estás aquí?
con voz entrecortada, ¿sí, mi amor, qué te pasa.?
¿Abrázame?, Así, lo hice y tus hermosos pechos duros y redondos.
Con esos pezones, grandes y deliciosos, en mi cara.
¿Qué me los pusisteis en mí, cara me encendiste, todo?
ya empezamos a acariciarnos, lentamente, poco a poco.
ufff, ya me sobraba toda la ropa, tú ya parecías un pulpo.
Tentáculos por todos sitios, iba a explotar, me quedé desnudo, solo con esas sábanas, y tú lo mismo. Todo era revolcones, tú arriba, después yo, y tú, otra vez, un revuelto de pasión y lujuria, flotaba en aquella habitación. Lo demás, fue un río de deseos y lujuria.
Así, hasta que quedamos, agotados y abrazados, los dos.
Deslizaba mi mano, suavemente por tu espalda, hasta llegar a tu nuca. Suave cálida, muy fresquita, quizás demasiado,
pues fuera hacía un frío de mil demonios.
Así cogí las sabanas y nos tapamos los dos juntos.
Aunque cierto es, yo me tumbé vestido; claro, suponía que no era momento de tonteó. Tú notaste ya ese calorcito, de las sabanas y mi cuerpo. Te volviste lentamente y me miraste, ¿estás aquí?
con voz entrecortada, ¿sí, mi amor, qué te pasa.?
¿Abrázame?, Así, lo hice y tus hermosos pechos duros y redondos.
Con esos pezones, grandes y deliciosos, en mi cara.
¿Qué me los pusisteis en mí, cara me encendiste, todo?
ya empezamos a acariciarnos, lentamente, poco a poco.
ufff, ya me sobraba toda la ropa, tú ya parecías un pulpo.
Tentáculos por todos sitios, iba a explotar, me quedé desnudo, solo con esas sábanas, y tú lo mismo. Todo era revolcones, tú arriba, después yo, y tú, otra vez, un revuelto de pasión y lujuria, flotaba en aquella habitación. Lo demás, fue un río de deseos y lujuria.
Así, hasta que quedamos, agotados y abrazados, los dos.
Enrique Nieto Rubio.
Derechos de autor.