miércoles, 22 de agosto de 2012

..En un país de los sueños, de Enricostro (Cuentos.)

En un país de los sueños donde todo es realidad, 
nació una preciosa niña, de cabellos negros saíno, 
con unos ojos preciosos. 
Era hija única y sus papás, se volcaron locamente en su educación,
y con muchos cuidados y mimos, a más y no poder.  

Sinay les pusieron sus padres,

cuando la niña cumplió 9 años, 
algo pasó en el pueblo que todo se oscureció, y el sol quedó a media luz. El frío se hizo intenso, y la alegría se fue del pueblo sin nadie saber por qué. 

Las personas
dejaron de hablarse y los forasteros, dejaron de pasar por aquella comarca. Parecía como si una maldición que tuviera el pueblo, 
pero hacia quién y por qué, 
la tristeza en las personas era tremenda, por nada lloraban en cualquier sitio, tanto hombres como mujeres o niños.
Nadie podía abandonar el pueblo, y tampoco sabían por qué. 
¿Qué pasaba.?
Sinay decidió cambiar todo aquello. 
Una mañana, salió de su casa para proceder en su intento. Conocía a un chico, que en su colegio le hacía mimitos. 
Y al encontrárselo, Sinay le sonrió, mirándole fijamente con sus hermosos ojos. 
De pronto, el chico quedó petrificado, hecho una estatua de puro mármol, en mitad de la acera, frente a una botica. 
Sinay cuando lo vio, salió corriendo para su casa, gritando como si estuviera loca. 

Los padres intentaron hablar con ella, sin conseguir nada, cosa que les daba igual. Pues ni sentía ni padecían. 
ella, se encerró en su cuarto y no quiso salir para nada. 

Todo el pueblo, rumoreaba del chico de piedra, y todos, como si fueran zombis, circulaban paseando junto a la estatua y lo tocaban acariciándolo. Era puro mármol frío como la nieve.

Todos, cuchicheaban al pasar, pero nadie se entendían, era extraño que pasaba ,,,,
Los padres del chico, lo cogieron y lo transportaron a su jardín, llorando los dos muy desconsoladamente. Pero solo por unos instantes. 
Nadie del pueblo apareció por su casa.

Días más tarde, una pareja que por la calle se vieron al sonreír, y mirarse fijamente, les paso lo mismo.  
Se quedaron, petrificados los dos, con sus manos cruzadas.  
Así fue sucediendo con unos y otros, todos quedaban igual.


Las calles estaban llenas de estatuas, y nadie sabía lo que pasaba, 
solo lo sabía esa niña que ya no quería salir de su casa.   
¿Pero qué podía hacer, ella?
Sinay decidió alarmar a todo el pueblo, para decirles que nadie se miraran en las calles. y menos se sonrieran. 
Poco a poco lo iban consiguiendo, durante las horas del día, nadie en las calles se miraban y todos paseaban solos. 

Pero ya, era un poco tarde, pues casi todo el pueblo estaba petrificado, incluso los padres de Sinay.

Sinay se rompía la cabeza buscando una solución, para aquello, 
y en su cumpleaños con el día ya amanecido. Cuando un pequeño rayo de luz entraba entre las nubes. Cogió un gran espejo, se sentó en el suelo y cejándolo hacia el sol, fijamente, comenzó a reírse burlonamente.

su reflejo fue tal que el sol deslumbrado, por aquella risa,  explosionó, de rabia, y todo se iluminó, como si de una bomba atómica hubiera sido.
Pero solo con su resplandor, todos los que en las calles o ventanas estuvieran quedaría ciegos momentáneamente.

y para ellos fue como si el sol se hubiera apagado del todo. 
A Sinay le paso, lo mismo quedó totalmente ciega y al ver tanta oscuridad, el terror la embargó y no fue capaz de moverse de allí.                                                                       

Pasaron horas y horas, y Sinay seguía sola y perdida, ella exclamó: 
¿auxilio.?
Pero nadie la escuchaba. Ya de noche, alguien la agarró de los brazos. 
Sinay dijo:¿quiénes sois.? ¡Quienes vamos a hacer, pues tus padres.! 
Sinay de la alegría se agarró fuertemente a su padre, y marchó para su casa. 
A la mañana siguiente, Sinay despertó, y abriendo sus ojos y mirando por la ventana, lucía un sol radiante y hermoso, como nunca.  
Sinay loca de alegría, bajó las escaleras y se agarró a sus padres diciéndoles: ¿todo ha pasado, todo ha pasado.?  
Corrió como loca por la calle, y se dirigió a la casa de su amigo, 
y cuando él la vio desde la ventana gritando, 
salió a recibirla con un fuerte abrazo.

todos los del pueblo, salieron a las calles, saltando de alegría,
y ese mismo día lo hicieron fiesta nacional. 
lo celebraron con un banquete, que cruzaba todo el pueblo.

Pusieron todas las mesas que pudieron y todos arrimaron toda la comida y bebidas que tenían, festejaron a lo grande.
Bailaron todo el día y toda la noche, 

El embrujo de un sol celoso por la sonrisa y belleza de una niña hermosa, desapareció para siempre jamás.
 Enrique Nieto Rubio.
derechos reservados de autor.
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cosió Cámara.
R.DM.D0YC.Y0.00.98.

viernes, 17 de agosto de 2012

..Mi Cristo Redentor de Enricostro. ( en poemas)



 
Mi Cristo Redentor,
 desde tu gran hermosura,
nos acoges a todos,
 y nos envuelves,
 con amor y dulzura. 
Eres grande como la luz,
 que ilumina el Paraíso. 
Cada vez que vuelvo a Ti,
 siento mi cuerpo temblar. 

Que postrándome a tus pies,
 nunca me quiero marchar; 
pues aquí me siento libre...
 a tu lado me siento feliz.

En esta montaña tan grande,
 yo me quisiera morir; 
para estar siempre contigo
que me haces tan feliz;

Enrique Nieto Rubio 
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

sábado, 4 de agosto de 2012

..No te sientas sola niña de Enricostro (poema)


No te sientas sola niña,
 que yo contigo estaré...
Que aun llegando la noche,
 y tú no me puedas ver;
yo seguiré a tu lado,
 cuando me quieras tener.

Mi mente será la tuya...
rodeada de magia e ilusión.
Mis besos serán los tuyos,
 en una noche de pasión; 

En un gran amor profundo,
 te colmaré de deseos
llenos de amor y caricias,
 caricias, y muchos besos,
Y aunque tú no lo creas,
 esa será mi brisa...


Abre la ventana mi niña,
que en la noche volveré;
y estaré solo contigo...
¡Tú, yo y nuestro querer!

No te sientas sola niña;
 que contigo siempre estaré.
Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.
 


viernes, 3 de agosto de 2012

..El Rey y sus hijos gemelos (Cuentos) de Enricostro.

 Érase una vez, en la ciudad de Antras, en las afueras de la ciudad, en una montaña muy alta.

 un castillo inmensamente grande, allí vivía el Rey, que tenía dos hijos gemelos de dos años.

La madre murió al dar a luz, y los niños fueron creciendo.
 Un día el rey iba en su gran corcel, un caballo blanco hermosísimo, con una brecha negra en la frente.

Iba con sus hijos bajando aquella cuesta empedrada que rodeaba el castillo y toda la montaña.

Esa mañana, sería un día negro para el rey, pues de pronto una gran serpiente de dos cabezas, les salió al paso, su caballo se asustó desbocándose, y cayeron los tres al suelo.

Se dio lugar una gran tormenta de niebla y no se veía nada; por lo que el rey perdió el rumbo hacia palacio.

 
Los criados, al ver que el rey tardaba, alertaron a la guardia real y estos salieron inmediatamente a buscarlos. Pero era imposible porque la visibilidad era casi nula; al cabo de unas horas observaron en la distancia, que se acercaba con dificultad, estaba malherido.

El rey traía en brazos a sus dos hijos, quien se encontraba en condiciones delicadas, el otro, por su parte, apenas tenía unos cuantos moretones y rasguños.

Pasaba el tiempo, pero el niño no mejoraba, el rey tomó al niño y lo llevó a un monasterio que había en el pueblo; los monjes lo examinaron y le encontraron muy enfermo.

El rey lo dejó al cuidado de los frailes, ya que ellos tenían más medios que él para que se curara.

Transcurrió el tiempo y el rey iba todos los días a verlo, hasta que un buen día el monje le dijo:
¡Su hijo quedará incapacitado... será cojo!

El rey respondió:

¡El niño se quedará en el monasterio para siempre, pues no quiero un tullido en el reino!

El rey visitaba al niño, pero solo a escondidas... se situaba detrás de una marquesina enrejada con hiedra, y lo veía en el patio andando cogito y un poco encorvado.


El rey convencido de que era lo mejor para su hijo, les informó a los monjes que el niño permanecería a su amparo, y que todos los meses les pasaría una manutención de nueve mil reales.

Así los dos hermanos fueron separados para siempre, y creciendo sin saber nada uno del otro. Aunado a esto, el rey dio orden de que el niño no supiera nunca que era un príncipe .
El pequeño fue creciendo sin saber que tenía un hermano.
Un día el príncipe, que vivía en el palacio, se convirtió en un gallardo caballero, joven, muy simpático a sus dieciocho años de edad. Él gustaba de dar paseos por la ciudad y un día las campanas del castillo comenzaron a tronar, estrepitosamente... tal acto era cuestión de alarma.

El príncipe al oírla se volvió bruscamente, y con su caballo atropelló a un frailecillo que andaba por la calle; el príncipe a pesar de la urgencia que llevaba... inmediatamente se bajó del caballo y se dirigió hacia el fraile preguntándole:
-¿Cómo estás?

El fraile respondió que se encontraba muy bien, y que no se preocupara.

El príncipe le dijo, que era un alivio... y que lamentaba retirarse de forma inmediata, más su presencia era urgente en el castillo, pues su padre lo necesitaba.

Cuando llegó al castillo, le informaron que su padre había muerto, pues ya era muy mayor .

Se oficiaron los actos fúnebres, y el príncipe lo enterró con profundo dolor, pues no tenía a nadie más en el mundo.

Como dice el refrán..."Muerto el rey... viva el rey"; por lo que a los pocos días, coronaron al joven príncipe, haciéndolo Rey de Antras.

El nuevo rey, desde que atropelló al frailecillo, tenía unos sueños extrañísimos; pues soñaba que jugaba con otro niño cuando era pequeñito.

Una mañana se levantó sobresaltado y sudando, se dirigió hacia el cobertizo, y mirándose en el espejo, recordó que el frailecillo era igual que él. Eso le llamó la atención desde que le vio, y se preguntaba cómo podía suceder algo así.
Un día llamó a su guardia real y salieron en sus caballos; se dirigieron al monasterio en busca del frailecillo; pero esa misma mañana, el joven se había dirigido hacia las montañas.

 Allí había un pueblecito muy pobre, donde los pobladores lo estaban pasando muy mal; así que los frailes habían decidido visitarles para donarles un baúl lleno de monedas de oro y de esta forma, pudiesen paliar la carestía del pueblo. 

El frailecillo. Era muy conocido por los lugareños; siendo que desde los ocho años de edad, ayudaba a los menesterosos; pues en sus aposentos siempre tenía, una caja de madera labrada, con una corona real. y llena de monedas de oro. Desde pequeñito.

 con estas pertenencias, le preguntó a uno de los frailes:
¡hermano, yo puedo hacer lo que desee con ese dinero.!.y este le dijo: que por supuesto, que él podía disponer, como quisiera, de esos bienes, pues son suyos,

El frailecillo emocionado respondió: ¡Gracias hermano mayor, muchas gracias!

Salió a toda prisa, sin que para ello su cojera le impidiera correr, al punto de casi alzar el vuelo; parecía un ángel...

Era una persona muy fácil de querer, pues siempre andaba feliz y corriendo por los alrededores del monasterio;

Razón por la cual, tenía muchos amigos que le querían y aceptaban... inclusive cuando jugaban a la pelota, o practicaban alguna actividad, en donde fuese necesario correr... jamás le hicieron de menos a causa de su incapacidad.

Cuando el chico fue creciendo, se percató de que a veces sus amigos lucían tristes y cansados... así que un día les preguntó:
¿Qué os pasa?
Ellos le comentaron: que en casa no tenemos para comer, y por ello no contaban con el ánimo y fuerzas, ni siquiera para jugar.
-¡Diantre!... Exclamó el frailecillo... esperadme que no tardó más que unos minutos. 

Cuando volvió la plaza estaba llena, y preguntó a todos los presentes, quienes tenían hambre... y todos al unísono levantando la mano... gritaron... Yo... yo... yo.

-Pues bien, les dijo: Deseo que me acompañéis a la panadería.

Cuando llegaron le pidió al tendero.

¿Señor tendero, pan para todos, y ese chorizo que cuelga ahí tan solito, a Y esa morcilla tan negra que nadie la quiere.?
Todos jubilosos reían y hasta cantaban... se sentaron alrededor de una fuente, y tal cual había ordenado el frailecillo, a todos les dieron de comer en abundancia, el pan estaba recién salido del horno y se pusieron hasta las botas...es un decir... porque la mayoría iban descalzos.

Por lo que después de comer y compartir un buen rato; el frailecillo demostró, una vez más, su excelente condición y humanidad;

 aprovechando que llevaba consigo una bolsa llena de dinero, los llevó a la zapatería y les compró calzado a todos. Después de eso, pasaron toda la tarde jugando a la pelota, la cual estaba confeccionada de trapos viejos.
Ya entrada la noche, uno de sus hermanos frailes, salió a la puerta y le dijo:
¿Frailecillo es que no piensas venir nunca o que.
?

Él se despidió de sus amigos, y cuando ingresó a casa, le comentó al hermano mayor: ¿Qué satisfacción más grande, ver las caras de esos niños, les ha vuelto la sonrisa y la alegría?

No sé si me he pasado, y espero que lo juzgues tú... luego le contó lo sucedido. Le dijo que ellos estaban muy necesitados y que hubiese muerto de pena si no les hubiese podido ayudar.

También les he dicho que si sus mamás, no tienen alimento o medicina... que no duden en venir al monasterio. ¿Les vamos a ayudar verdad.?

-¡Bueno, les ayudaremos y trataremos de hacer lo que podamos por ellos!

Siiiiii. ¡Podríamos, con el dinero de mi caja, hacer un listado de alimentos básicos; tal vez comprar pan y huevos, así como legumbres y garbanzos!
 
-¿Será como tú deseas, pero lo haremos todo con un horario establecido, y tú tendrás que estar presente, porque tú lo has ideado, todo vale?
¡Sí... si gracias hermano mayor! ¡Verás qué contentos se ponen todos!

Al día siguiente, el frailecillo salió a jugar, y cuando iba para la plaza, se encontró a una mamá con una pequeña en brazos.

La mujer estaba en la tienda llorando, porque el señor tendero ya no le fiaba más. La mujer tenía hambre, pues llevaba días sin comer; y su hijita estaba muy desnutrida.

El frailecillo se acercó y le preguntó:
Cuéntame... ¿Qué te pasa?
-Ella le contó que se sentía exhausta, porque no había probado alimento en días, y su pequeña por igual.
El frailecillo la animó diciendo:
¡Vente conmigo! Iremos al mercado, y compraremos lo que necesites para ti y tu hijita.

La mujer prosiguió con su relato, comentando que el padre de su hijo, la había abandonado, y aunado a ello el casero la había echado a la calle; razón por la que últimamente estaba durmiendo en el escalón de la puerta.

El frailecillo le dio una manzana, un plátano y dos peras. Ella y su hija, muertos de hambre, se dispusieron con afán a darle bocados a las frutas, hasta terminar con ellas...ni siquiera ha tirado los huesos de las peras. Han comido todo lo que han
 deseado...
El frailecillo volvió al monasterio y le ha dicho al hermano mayor, lo que le había pasado con la mujer.
-¡Oh... has obrado muy bien!

Sabes...es una mujer muy dulce y guapa... haciendo así que al hermano se le subieran los colores al rostro.

-Este respondió: ¿A si?... ¿Muy bien; algo más que contar de tus hazañas frailecillo?

Si una más, pero esta no te va a gustar.
-Venga... di cuenta ya, que me tienes en ascuas.

Como la mamá no tiene a donde ir con su hijita, y no puede trabajar en el campo... pues ha venido conmigo, y está afuera esperándonos.

-No puedo creerlo... al paso que vamos no sé qué haremos, pues no puedes llenar este lugar de personas... ¡Cada día me lo haces más difícil!

Te lo suplico, rogaba el pequeño frailecillo, prometiendo que esa sería la última vez, en que haría algo de esta naturaleza... mientras cruzaba los dedos por la espalda, pues bien sabía que seguiría ayudando a quien lo necesitara.

-Bueno, dijo el hermano mayor... hablaré con la hermana Carina; y después de una corta conversación, esta por supuesto aceptó.

Le prepararon una celda para ella y su hija, y estaban de lo más contentas y agradecidas.

El frailecillo se encontraba un tanto apenado, pues en los últimos días había gastado mucho dinero, pero para su sorpresa, al ingresar a su alcoba encontró que su caja estaba llena de dinero otra vez.

Él jamás se tomó el tiempo para reflexionar de dónde provenía el dinero; al contrario, rápidamente el frailecillo comenzó a hacer planes para el próximo día... y así se sucedían todos los días.

En fin, retomando la visita del joven rey al monasterio, cuando arribó pregunto por el fraile a quien había arrollado días antes con su caballo.

El hermano mayor mandó llamar a todos los frailes que estaban en el lugar... pero el príncipe, replicó:

-¡No...no es ninguno de ellos! ¿No hay alguien más?

El hermano mayor respondió, que en el pueblo de la sierra, esa misma mañana, había salido un padre franciscano con un joven frailecillo, y que estarían en la sierra por espacio de una semana.

El rey le dijo al hermano mayor... que necesitaba hablar con él, pues creía recordar que ese frailecillo tenía su mismo rostro.

Además, agregó que tenía conocimiento, de que su padre le entregaba al monasterio una mensualidad de dieciocho mil reales.

El hermano mayor estaba bastante sorprendido, pues era verdad que eran idénticos...no sabía qué decir, pues lo sucedido no era de su conocimiento... era cosa antigua, y él ni idea del acuerdo a que llegó el rey, con el encargado del monasterio de ese entonces.

El rey se marchó, pero no sin antes ordenar que en cuanto el frailecillo regresara de la sierra, fuese a buscarle a palacio.

El rey, al llegar al palacio, fue llamado por el notario para informarle que su padre había dejado en su testamento; en el cual dejaba ordenado que el dinero destinado al monasterio, debería de ser duplicado.

El hermano mayor, preocupado por la insistencia del rey, comenzó a investigar en papeles antiguos.

Después de mucho indagar, encontró un documento en el cual, el rey había dejado su hijo incapacitado; para que lo adoptaran los frailes. 

Ya enterado de que el frailecillo, era un príncipe, se echó las manos a la cabeza diciendo: ¡Dios mío, qué grandes son tus designios!

Cuando el joven frailecillo volvió de hacer sus obras humanitarias, el hermano mayor... esa misma noche, le envió el aviso al rey; quien no deseo esperar más, por lo que en ese mismo momento, se personó en el monasterio.

Cuando el reloj marcaban las once de la noche, arribó el rey... llamaron a la puerta del monasterio y todos se preguntaban, qué grave situación se presentaría para ser molestados a esa hora.

-Toc, toc ,toc... tocaban sin parar. ¿Quién es?
-Su majestad el rey.

Las puertas se abrieron inmediatamente, y por petición del rey, enviaron a llamar al frailecillo y los presentaron.

Han pasado al recibidor y el frailecillo, desconociendo toda la historia, se ha alegrado mucho de ver al rey.

Su majestad le preguntó si él tenía idea o una explicación de por qué se parecían tanto.

El hermano mayor interrumpió, diciendo:

-Majestad es vuestro hermano; y quiero deciros que yo me he enterado, apenas esta semana.

Su majestad, después de vuestra partida, he investigado en los archivos antiguos, y aunque trabajo me ha costado, encontrar la verdad, por fin logre hacerlo; pues debéis saber que esta información estaba, clasificada como alto secreto.

-¡Ahhh! Ahora todo está muy claro; con razón del parecido y del porqué de la entrega de este pago mensual.

El príncipe, consternado por la noticia, no podía dejar de sentirse tristemente y emocionado, por el infortunio de su hermano.

Luego de conversar por un rato, y de asimilar lo acontecido... un poco más repuesto, el rey expresó que todo estaba claro, diciendo:
¡Eres mi hermano! ¡Ven a mis brazos... que con aprecio y felicidad os recibo en mi corazón y en vuestra casa!...

Porque a partir de este momento os venís a vivir a palacio, y ocupar el lugar que os pertenece.

El joven frailecillo respondió, que era una inmensa alegría saber que tenía un hermano de sangre; agradeció la buena voluntad del rey.

Conversaron casi hasta el amanecer, y cuando el rey le dijo al frailecillo que se preparara para marchar, este le expresó que no era su deseo partir, pues su vida estaba en el monasterio, para ayudar a los más desafortunados.

-¡Ahhhh! Exclamó el rey... ¡Con que tú eres el frailecillo que va, dándole dinero a todo el mundo! Debéis saber que en palacio, no se oye otra conversación, que no se trate del buen hombre que sois.

¡Hermano mío, tenías que ser! Ven, permíteme abrazarte de nuevo, por vuestra loable labor... y déjame decirte que desde hoy trabajaremos los dos; codo con codo, para borrar la miseria, del reino que tanto queremos.
El frailecillo, profundamente emocionado, respondió:

Bueno, mi hermano... por la forma en que me lo planteáis; imposible se me hace negarme a la voluntad del rey... ¡Muchas gracias, será un placer!

- El agradecido soy yo, pues he encontrado a mi hermano, quien es un ser excepcional. Si deseas algo, solo debes pedirlo y vuestros deseos serán concedidos.

Por el momento, solo desearía que acojas a una joven mamá, con su niñito como doncella; y como sé que pronto te casarás, ella os podrá servir; pues es la persona ideal...es muy servicial, y trata con respeto y ternura a todo el mundo.

-¡Vale! Ella también será tratada con aprecio y respeto, y tendrá un lugar especial en el castillo.

Los dos hermanos volvieron a abrazarse, y partieron juntos; haciendo de su reino el más próspero de todo lugar... y fueron felices para siempre.


Enrique Nieto Rubio
*Derechos de Autor.
Colabora en imagenes,
 Silvia Regina Cossio Camara.