domingo, 18 de mayo de 2025

..Soy un caballo de Enricostro.(Cuento)

Caballos Arabes

Yo soy un caballo, cuando era más joven, me compraron para un regalo de comunión para un chico llamado Fran.

 Es un buen chico de familia adinerada, yo aprendí muchas cosas de Fran, pero el tiempo ha pasado muy rápido, y Fran ha conocido a una preciosa chica, pero a ella no les gustan los caballos, así que me veo cada vez más solo y abandonado.

Ya me dejo en la cuadra sin echarme cuentas y un arriero que tenía. Como yo fui criado para obedecer solo a Fran, no hacía caso de nada y me golpeaba día tras día.

 Un día Fran quiso montarme para dar una vuelta, pero yo ya no lo quería, así que empecé a cojear y desistió del paseo.

 Me vio, que estaba muy mal, así que dedicó un tiempo a curarme, pero yo seguía cojeando no porque estuviera enfermo, sino porque me daba la gana.

 Ya no quería a nadie encima de mí.

 Lo que intento es que mi amó se despegue de mí, ya que aquí cerca hay una reserva de caballos en libertad, y unas preciosas yeguas deseosas de buenos ceméntales como yo, y como tal yo anhelo esa vida que nunca tuve, ya que un día Fran me llevo por allí y corrimos detrás de aquella manada.

Yo pasaba los días, observando el horizonte, sintiendo el aire en mi piel, escuchando el eco de los cascos, galopando en la distancia. La reserva no estaba lejos, y cada noche soñaba con el día en que pudiera unirme a la manada, que una vez vi correr con fuerza y propósito.

Fran, ajeno a mis deseos, de este viejo compañero, intentaba recuperar la conexión perdida.

 Me acariciaba, me ofrecía zanahorias, me hablaba con ternura, pero yo  ya no respondía como antes. 

Su corazón pertenecía a otro mundo, a otra vida.

Una tarde, la tormenta azotó la finca con furia. El viento abrió la puerta de la cuadra y yo sentí el llamado. Sin pensarlo dos veces, corrí.

 Al principio, mis patas temblaban de emoción y miedo, pero luego, cuando vi la valla que me separaba de mis sueños, supe lo que debía hacer. Con un último esfuerzo, salte.

El golpe contra la tierra me sacudió el cuerpo, pero la sensación de libertad me invadió el alma.

Corrí, más rápido de lo que jamás había corrido, sin mirar atrás. La manada estaba cerca, podía oírla. Y entonces, entre los árboles, la vi.

Las yeguas levantaron la cabeza al notar mi presencia, sus ojos brillaban con curiosidad. Los sementales trotaban con majestuosidad. Sin dudarlo, yo alcé la cabeza, y relinché con fuerza. No era un regalo de comunión, ni una posesión olvidada, ni un esclavo de la obediencia. Era uno más entre ellos.

Era libre.

Yo, aun con el eco de la manada, en mi corazón, levante la vista y vi la linde de la montaña lejana, recortada contra el cielo anaranjado del atardecer. Era un lugar que prometía más que solo libertad. Mi instinto me decía, que allí encontraría mi verdadero hogar, donde el viento cantaba historias y la tierra no conocía límites.

Comencé a trotar, sintiendo cómo mi cuerpo respondía con energía renovada. Cada paso me acercaba a la montaña, y con cada brisa que acariciaba mi piel, el deseo de llegar crecía.

Las yeguas me miraban desde lejos, pero no me siguieron. Sabían que yo tenía un camino distinto, uno que no se podía compartir, sino conquistarlo solo.

A medida que subía la pendiente, sentí el peso de los años de servidumbre caer detrás de mí, como un viejo equipaje que nunca debí llevar.

 Mis patas golpeaban la tierra, con firmeza, mi respiración se hacía más profunda, más intensa, y en mi pecho crecía un fuego que nunca antes había sentido.

Cuando Alcácer, la cima, me detuve.

 El viento rugía a mi alrededor, despeinando mi crin, y ante mí se desplegaba un valle inmenso, indómito, vibrante de vida.

Era libre, sí. Pero ahora, más que eso, era dueño de mi destino.

Desde lo alto de la montaña, yo contemplaba el valle con sus praderas ondulantes y los ríos que serpenteaban entre los árboles. Pero en medio de aquella inmensidad, mis ojos se detuvieron en una figura elegante y serena.

Era una yegua de pelaje blanco como la nieve, su crin ondeaba con la brisa, y su porte irradiaba una gracia que yo jamás había visto. Se movía con tranquilidad, pero con cada paso. Parecía flotar sobre la hierba.

Algo en mi presencia, despertó un fuego distinto en mi interior. No era el deseo de correr ni de desafiar los límites del mundo. Era otra clase de impulso, más profundo, más íntimo.

Decidí acercarme con cautela, no quería parecer un intruso. Descendí la montaña con movimientos suaves, mi mirada fija en aquella criatura majestuosa. La yegua, al notar mi presencia, levante la cabeza, sus ojos reflejaban la luz de la luna.

Por un instante, nuestras miradas se cruzaron, y en ese breve segundo, el tiempo pareció detenerse.

Había recorrido un largo camino, para llegar a la libertad, pero ahora, en aquel valle iluminado por estrellas, entendía que la verdadera aventura apenas comenzaba.

¿Qué te parece este desarrollo? Podemos añadir más detalles sobre la conexión entre ellos, los diálogos silenciosos que transmiten sus emociones, o incluso crear un momento especial que los una aún más. ¡Sigamos dándole vida a esta historia!

Los días pasaban, y  no podía apartar la mirada de la yegua. Su presencia era como un imán, un llamado silencioso que me atraía sin necesidad de palabras.

Pero, ¿cómo acercarme? No era como antes, cuando los humanos me daban órdenes, o imponían lazos sin preguntarme.

 Aquí, en la inmensidad de la reserva, todo debía surgir de la propia voluntad.

Una mañana, cuando la brisa fresca acariciaba las praderas, la yegua tropezó con una piedra oculta en la hierba y perdió el equilibrio por un instante. Fue suficiente para que yo me acercara, preocupado, por un instinto, protector, que no sabía que tenía.

Ella me miró con una mezcla de sorpresa y ternura, y en ese instante, el hielo se rompió.

Desde entonces, comenzamos a correr juntos, a compartir el amanecer y el susurro del viento entre los árboles. Yo no necesitaba ser el más fuerte, ni demostrar mi destreza; solo necesitaba estar junto a ella.

El amor no era una atadura, sino una elección. Una aventura sin dueño, sin riendas, solo el latir de dos almas galopando al mismo ritmo.

Enrique Nieto Rubio.

Y Copilot.

Derechos reservados.



martes, 6 de mayo de 2025

..Que no me quieras tu mirar de Enricostro.

  Que no me quieras tú mirar,

   En esta noche de amor,

 donde la luna solloza,

   y mi alma llama tu voz.

*

 Sombras cubren mi anhelo,

 susurros que no vendrán, 

 y aunque el viento te nombre, 

 sé que no me mirarás. 

*

Pero mi amor yo insisto,

note separes de mí,

que la noche es muy fría,

y moriré yo  sin ti.

*

dame el calor de tu cuerpo,

para poder subsistir,

 en esta noche de miedo,

si tú te alejas de mí.

*

Enrique Nieto Rubio.

Derechos reservados 

Colabora, Copilot.

lunes, 14 de abril de 2025

..Lucin un chico de 18 años de Enricostro.

 Lucin es un chico de 18 años en un pueblecito de China.

Su mamá estaba muy enferma, pues, sé moría.
Y los sabios del pueblo les dijeron: Lucin tu madre se muere y solo hay un remedio, tendrás que subir al monte tai, casi en su copa, existe una cueva, pero tienes que tener cuidado, pues, allí vive un ángel custodio y difícil será que deje entrar a nadie solo con la verdad y el amor te puede dejar.
Allí dentro existe la flor de Loto, pero es azul por su flora en la oscuridad, ella tendría que tomarla en infusión, pero tiene que ser antes de ponerse mustia.
Solo así podrá curarse tu madre, y tiene que ser cogída con mucho amor por algún hijo de ella.
Así que Lucin salió de inmediato, tomó buen calzado y cuerdas, pues, el camino hacia la cueva solo empieza desde la mitad de la montaña.
Al día siguiente Lucin llego a los pies de aquella inmensa montaña, mitad llena de sombras y mitad llena de nieve.
Lucin quería mucho a su madre y no pararía en su intento, así que empezó a gatear con su cuerda y dos garfios
no se lo pensó para nada, en lo alto de la montaña existía unos bichos luminosos que si los mirabas ellos hacían que la vista se perdiera provocando la caída y su fin sería la muerte.
Esto se lo dijo un monje que vivía en otra cueva que existía abajo del todo,
pues había una entrada secreta que solo los monjes y los ángeles sabían.

Lucin, el monje, le dijo, que lo mejor para subir se pusiera una venda en los ojos. Así subió en dos días hasta llegar al camino aquel, no sin casi caer dos veces.
Él era muy joven y fuerte y casi subió corriendo, por aquel áspero camino. Y en la entrada de la cueva, se puso de rodillas, pues la humildad sería el primer paso, una vez de rodillas imploro entre rezos, que el monje le explicó sollozando llamo: hada estas hay por favor, no podría mirarla a la cara, pues si así lo hiciera quedaría encantado.
El hada respondió quien osa molestarme en mis rezos
soy yo hada Lucin, vengo a suplicarte para que me dejes coger la flor de loto, pues mi madre se muere.
El hada a dos metros por encima de él se acercó, su imagen era luminosa, puso su mano sobre su cabeza y dijo eres un buen chico pasa y tómala, pero envuélvela en esas hojas grandes que hay en la entrada.
.
Él entró y a unos tres metros, frente a, él estaba esa preciosa flor, la cortó con mucha delicadeza y la envolvió con aquellas hojas, pero al salir, cometió la torpeza de fijarse en sus piernas blancas y suave, pero siguió subiendo hasta verle esos ojos verdes fuego, por lo cual quedo poseído por el hada.

Ya él jamás podría dejarla de mirar.

De pronto, sus alas estallaron y solo quedaron aquellas heridas de sus alas cayendo al suelo, desmayándose.

El Alber, entre unos rayo que brotaban de sus ojos, tomó algunas flores más y las frotó en sus heridas, curándola de inmediato.

Al cavo de un buen rato, ella repuesta tendría que ir con él para siempre, pues otra hada ocuparía su lugar.

En ese mismo instante, se abrió una puerta y ella de la mano lo bajó de aquella montaña.

Así abajo lo esperaban con una carreta y partirían de inmediato, pues su madre agonizaba.

Corrieron velos mente sin importarles los obstáculos, al anochecer. Llegaron a la casa y el hada que ya no era, pues sus alas quedaron allí, clavadas en la pared de la cueva.
Ella, envés de hervir el agua, pues ya estaba inconsciente y no le haría efecto...

Ella, con sus dedos, se sentó a su vera y le fue metiendo pétalos de flor que el hada iba masticando y poco a poco, su madre iba tomando un color rozado luminoso hasta reponerse.

Y después jamás se pondría enferma, que incluso por habérselas dado así, tampoco envejecerían…
Así Lucin sé prometió con aquella hada, que en su perfección era hermosísima y muy cariñosa, más dieron una gran fiesta, que todo el pueblo, quedaron, invitados.
Siendo así, los más felices de todo los tiempos y vivieron para siempre

Enrique Nieto Rubio.
Derechos de autor.

domingo, 13 de abril de 2025

..Por qué me quieres tener, de Enricostro.

 


Por qué me quieres tener,
si yo no te puedo amar,
mi alma lleva cadenas,
que no sé cómo quebrar.
*
Promesas no puedo darte,
solo sombras que esconder,
mi corazón está perdido,
en un abismo por vencer.
*
El tiempo ya no resiste,
el amor de un sentir,
un sentir que se hace amargo,
por querer desearte a ti,
*
Porque el deseo me envuelve,
pero el amor se me escapa,
como el viento entre los dedos,
que nunca logro alcanzar.
*
Y aunque tú seas la estrella,
que ilumina mi oscura soledad,
, me pierdo en mi reflejo,
temiendo volverte a mar…
*
déjame estrella mía,
no me hagas más sufrir,
que muera yo en el silencio,
antes de hacerte daño a ti.
*
De Enrique Nieto Rubio,
Derechos de autor.