lunes, 4 de noviembre de 2013

.La gallina patosa de Enricostro, cuento.



Hace algunos años, atrás, conocí a un anciano dueño de una granja muy grande, quien gustaban mucho de los animalitos.

Vivian todos los animales sueltos por la granja. Allá, en lo alto de una pequeña rampa, vivía las gallinas; abajo, en el río, los patos, los cerditos, más al lado, los conejos por todos sitios.


En el lago, las tortugas con los pececillos ... estos de colores, y los patítos, todos vivían en armonía, cada uno iba a su bola; pero un día, pasó algo que revolucionó a toda, la granja.Sin que nadie se percatara, un huevo de gallina que rodó y rodó hacia abajo, fue a caer en el nido de mamá pata. ! Nadie se dio cuenta¡

Pasó el tiempo y empezaron a nacer los patítos, entre ellos uno muy raro, mientras los patitos decían: Cuá, Cuá, Cúa,
Este decía: Pío, pío, pío... Entonces los comentarios negativos, comenzaron a circular entre las diferentes especies que vivían en la granja.

Los conejos decían: ¡Parece un poco mariquita!

Las tortugas... ¡Vaya que pato más feo!


Y como era de esperar, más de alguno dudó de la honorabilidad de mamá pata.

La desconcertada mamá pata la excusaba diciendo: Está tan sólo un poco loquita... pero es mi hija, e igual la quiero.
Pues era evidente, que era especial..., ya que cuando todos los patítos, iban en línea recta detrás de su mamá, ese no paraba de dar vueltas y vueltas, picoteando todo lo que veía a su alrededor.


Llegaron al agua, y esta era muy torpe, no paraba de saltar en el agua; pero era muy lista para otras cosas; se metía debajo del agua... cosa que todavía no sabían hacer los demás patitos.
Esta empezaba a picotear el fondo del lago, pues allí había gran cantidad de comida........ Al picoteo subía mucha comida para arriba y todos los patítos empezaron a comer, y comer, esto a la mamá pata le gustó, pues dijo: ¡Vaya, vaya con la patita que lista me ha salido!

Con el tiempo los peces comenzaron a quejarse de este pato travieso, porque la comida decían que era de ellos... Y esta, en respuesta, también los picoteaba... así pues, la guerra había empezado.


A la mamá pata, no le hacía ni caso, pues parecía no escucharla... o quizás comprenderle, ya que cada vez que la mamá decía: Cuac, cuac, cuac....... La hija respondía: ¡Pío, pío, pío! Se entendían muy mal.
Pasó algún tiempo cuando salían del agua para secarse; los patitos se sacudían moviendo la cola, pero esta solo tenía un pequeña plumerilla, y el culo en pelota picada.

La madre la miraba por detrás y decía: ¡Vaya prenda, me ha salido!

El papá pato miraba a la mamá pata diciendo en voz baja: ¿Dónde, te habrás metido tú, para tener a esta joya de plumas?


La gallina patosa, le picoteaba al padre por meterse con su mamá, pues le había oído y como tenía el pico más fino, que los demás patos, esta dolía mucho.




¡El papá, salía corriendo diciendo, anda ya pata loca, que estás como una cabra!

La mamá, al ver que no hacía carrera de ella, la llevó al centro de los sabios doctores, cerca del árbol grande. 
Allí vivía una gran eminencia, era el búho chicharrón; era muy mayor y muy experto, pues como volaba por todo el contorno, sabía de todas las familias. A esto, pasando por la madriguera de los conejos, el papá conejo, al oír jaleo fuera, preguntó a su esposa:


Que ocurre allí afuera?



La esposa le dijo: Nada es la mamá pata que lleva a su hija al sabio búho.

-¡Esa pata loca! <Refiriéndose a la hija>... ¡Nos trae por la calle de la locura a todos!

Si el otro día la vi, jugando con un huevo vano... a la pelota. Me reí mucho, pues como el huevo rodaba en círculos, esta parecía que iba a perder la cabeza corriendo detrás del huevo jajajaja.

-Sí... ¡Si es graciosa esta pata!

Llamaron al sabio búho... quien con una voz ronca dijo:

¿Qué deseáis?
 Le pregunto a mamá pata:

-Verá usted, señor búho, mi hija, que hace lo que quiere y se comporta de forma diferente de todos sus hermanos.

Este se puso el ala entre la boca, y pensando vio que más bien parecía una gallina, y le dijo:

¿Señora está usted segura de que es hija suya?



 ¡Hombre claro han nacido todos juntos!

Pues me da que, algo no va bien... ¡Su pata es una gallina!

¿Comooo? Muy enojada exclamó: 

¡Cómo va a ser una gallina mi pata hombre!

Se marchó muy cabreada.

 Pasó el tiempo y un día fue a visitar a doña gallina.

- ¡Hola vecina gallina!



¿Qué le trae por aquí? ... ¿Cómo están sus hijos doña pata?

- Ah, muy bien, allí en el prado jugando.

¿Y qué desea?

- Pues verá usted, llevé a una de mis hijas a el sabio búho, y me dijo que mi hija era una gallina... ¿Usted se cree?
¡Ahh! ¿Y por qué lo diría?

 - ¡Pues eso digo yo!... contestó mamá pata.

A estó que la patosa hija, había seguido a su madre, y esta le preguntó:........ ¿Anda y tú qué haces aquí?

- Esta le respondió: No tenía ganas de nadar, y te he seguido.

Vaya, vaya, dijo mamá gallina... ¡Conque esta es tu hija! Vamos a ver... sí, sí... efectivamente se parece mucho a mis hijos.

¿No cree?


Ah... pues si... ¡Es idéntico, a aquel.! La hija patosa corrió a jugar con su pelota de huevo, con las otras gallinas; disfrutaban todas, dando vueltas y vueltas alrededor del huevo.

Se lo pasaron pipa, estuvieron toda la tarde jugando, mientras mamá pata y mamá gallina, tomaban un té con cereales.



Las jóvenes gallinas, algo cansadas y después de tanto jugar, quedaron tumbadas en el suelo, y no paraban de reír. Sin embargo, se hacía tarde, por lo que mamá pata le dijo a la hija patosa:

-¡Hija, nos tenemos que marchar!


La pequeña le suplicó a su mamá: ¡Por favor! ¡Déjame quedarme unos días... que me lo paso muy bien!



La mamá gallina intervino y le dijo a mamá pata:


-Mira, no te preocupes, que aquí estará muy bien, déjala unos días... y así veremos que pasa.
Bueno aceptó su amable invitación... muchas gracias, vecina.

Ahora me marcho con mis otros hijitos, ya que mi marido no sabe nada de esta visita...

¡Adiós, señora gallina!
-¡Vaya con Dios, doña pata!



La gallina patosa muy feliz se quedó y entusiasmada dijo a sus amigos: ¿Mañana, echaremos otro partido vale?

- ¡Sí, sí, siiiiii!... decían los pollos saltando de alegría.

Cuando mamá pata llegó a su casa, le comentó a su marido que había ido a casa de doña gallina; y que sus hijos eran idénticos a su pequeña gallina patosa... y que la pequeña había querido quedarse con ellos, por algunos días más.



-Ah... bueno está bien que disfrute... si ella se siente a gusto jugando con gallinas, que le vamos a hacer... respondió el papá pato; mientras terminaba de engullir con afán su cena.
Pasó el tiempo y un día mamá pata... decidió ir por la pequeña gallina patosa... Pero cuando llegó, por más que lo intentó, ya no distinguía cuál era su hija. Como todas ellas lucían tan felices; con lágrimas en los ojos, comprendió que su amada hija pertenecía a ese lugar.
Volvió sola a casa... y desde entonces de nuevo reinó la calma en su hogar y en toda la granja.



Enrique Nieto Rubio

*Derechos Reservados*


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