viernes, 20 de junio de 2014

..Entre gladiolos.

 

En el New Time, se publicó un comentario de unos gladiolos gigantes de más de dos metros, los había descubierto el espeleólogo y botánico Don Daniel Bloctersr.

Este ha mandado por mensaje de este hallazgo, pero solo se sabe que ha sido en Centro África, más no se ha sabido más nada de él.

Ya hace un año, y sin noticias de él... se cree que ha sufrido un accidente.

Jonathan Wyeth Brandon, un multimillonario de dudoso patrimonio, afincado aquí en Manhattan, ha decidido hacer un grupo de expedición.

Este tal Brandon lleva un cámara para grabar todos los acontecimientos, y un redactor... ese soy yo.


Ha contratado en África este grupo de expedicionarios formados de diez personas, los he buscado que no tengan ataduras con nadie... más no se sabe por qué han hecho una parada en una aldea al norte de Camerún.


Esta tiene una gran montaña muy alta, este grupo se ha metido por una gruta en la montaña, siguiendo los pasos de Daniel Blocter.

En esta montaña dicen los de la aldea que se les vio por última vez, más nadie de esta aldea se atreven a pasar por esta cueva.

Pero estos contratados que lleva Brandon son de otro sitio y no saben nada, pero alguien se lo ha comunicado de este poblado. les han dicho.


¡Nadie salió de aquí jamás!

Y se han cagado, vamos con mucho miedo, se ha corrido el rumor y la cosa se ha puesto fea, muy fea.

Nos hemos adentrado en la oscuridad de esta cueva, cerca de cien metros, con sus antorchas encendidas, se divisa en el techo unos enjambres de murciélagos y vamos con mucho sigilo.


Aunque el terreno es muy accidentado y con muchas raíces, hemos tardado muchas horas en salir de allí.

Ya en la salida es de noche, más como no se ve nada decidimos acampar en este sitio. No se oye ni un alma nos echamos a dormir, con un vigilante solo.

Ha amanecido, pero hay dos muertos, nadie sabe qué ha pasado, creen que les ha mordido una serpiente... ni se han enterado, el nerviosismo ha empezado con la mañana.

Se han adentrado en una gran selva con matorrales tremendos, un gran espesor de plantas van haciendo un camino con los machetes, caminando todo el día han encontrado un camino, se supone que es el camino de Daniel Blocter.

Han decidido seguir por este sendero, se están aproximando a una zona con un olor extraño, algo fuerte como si fuera amoniaco. Casi no se puede respirar, pero no pueden abrirse paso por otro sitio, hay muchas zarzas.

Han seguido sin parar, están asustadísimos, uno ha intentado huir para atrás, pero Brandon, le ha pegado un tiro con su rifle, ha dicho que ya no hay marcha atrás, y al que huya lo matará.
Este sendero está plagado de serpientes, por encima de ellos, en todos los matorrales y árboles, han aligerado el paso, ya parece que se abre el camino un poco, han decidido acampar, ya es de noche.

Ha amanecido, todo está en silencio a expensas de los monos curiosos que no paran de gritar.

La selva es cada vez más tenebrosa, Brandon va. a la cola de la expedición, ha perdido tres, quedan cinco más nosotros dos. Yo que escribo y el cámara, la verdad es que yo soy un poco ambicioso también, pues este descubrimiento vale muchísimos millones de dólares.
Llevamos tres semanas, ya los hombres están cada vez peor. Mosquitos tremendos nos están atacando día y noche. Nosotros tres estamos en una tienda de campaña muy bien resguardados, pero ellos no.

Este hombre no tiene escrúpulos de ninguna clase, ha amanecido, solo quedan dos... los otros han muerto de grandes fiebres y estos dos están muy mal; no podrán seguir. La cosa se ha puesto muy fea, Brandon ha cogido el rifle y nos está apuntando.
Nos ha pedido que llevemos los aparejos de él, y nos lleva a punta de pistola. El camino ha desaparecido, todo es de zarzas grandísimas, con unas púas de más de veinte centímetros... estas están envenenadas.

Nos ha obligado, ha hacer el camino. Esto es inmenso, da pavor de solo continuar por él, ya no nos podemos ni dar la vuelta, pues el camino se cierra otra vez.

Estamos muertos, no podremos volver seguro. Pero Brandon está como loco, se ha pinchado... tiene los ojos endemoniados.

Hemos cambiado de zarzas, estas parecen un poco más cortas, pero igual de finas; estas zarzas están a la altura del hombro, pero sus púas tienen forma de una estrella de cuatro puntas, lo que lo hace más peligroso.

Nada más hay como cincuenta metros a todo alrededor, ya no hay árboles ni matorrales, solo zarzas, a lo lejos y poniéndose un poco de puntillas se ve unos gladiolos tremendos de altos, son cerca de cuatro metros, pero hay que abrirse paso por las zarzas.

Ya la avaricia se ha apoderado de Brandon, este ha comenzado a dispararnos, yo he conseguido huir, pero ha matado a el cámara.

Me he escondido agachado en el suelo, como me vea me matará también. Brandon, con su locura y el machete, se ha abierto paso por las zarzas, pero está corriendo demasiado haciéndose heridas por todo su cuerpo, yo le sigo agachado sin que me vea.



En su agonía por llegar ha abrazado a los gladiolos y al zarandearlos, estos han posado todo su polen y semillas sobre él, y ha empezado a gritar.

Están germinando las semillas, por todas las heridas de su cuerpo, saliéndole las raíces por la boca, oídos, nariz y ojos; estas raíces están brotando con hojas, ¡es horrible! Está muriendo lentamente.

La planta lo ha levantado a un metro sobre el suelo, con los brazos en cruz mirando hacia el cielo, ensangrentado, jamás en mi vida he visto más horror.

He huido de allí como he podido, no sé cuánto tiempo he tardado en Salir, pero el caso es que me he despertado en la salida de esta montaña, delante de toda la tribu.

Estoy ensangrentado por todo el cuerpo, con gran fiebre y arrastrándome por el suelo.

Ellos me han recogido y me han curado a los tres días, me he despertado, estoy bien, pero he decidido publicar en el New York Times, que los gladiolos es un mito que no existen.


Enrique Nieto Rubio
Derechos Reservados.
Colabora en imagen,
 Silvia Regina Cossio Cámara.

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