domingo, 17 de febrero de 2013

..Caracol de Enricostro.


Como un caracol en salsa,
 que en mi plato yo le vi;
y chupándome los dedos,
 en mi boca les sentí.
¡Ay Caracol delicioso!
cuánto placer tú me has dado!
Que todavía tengo el gusto,
 de haberte dado el bocado.

¡Ay caracol exquisito!
que tú me has hecho muy feliz!
Que ya pasó una semana,
 y aún... yo me acuerdo de ti.

Hoy te busco y te he encontrado,
 en el centro del placer;
deseando cada día;
 verte de nuevo para comerte otra vez.


¡Este amor será eterno! 
entre el gusto de mi boca y el placer!




Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colaboran en imágenes,
 Silvia Regina Cosió Cámara.






viernes, 15 de febrero de 2013

..Dedicatoria de ella para mi.


Este es un breve mensaje, 
qué deseo mantener en mis recuerdos;
es de la mujer que amo, 
madre de mis hijos y la razón de mi existir...
quien me ha hecho muy feliz,
 en el "Día de los Enamorados"...
regalándome una linda tarjeta,
 con las siguientes líneas:


Aunque llevemos muchos años,
 aguantándonos, me has demostrado 
cuanto me quieres...
 y aunque sé que soy fría,
 y no te lo expreso nunca;
debes de saber que me importas,
 que te quiero... y te quiero mucho. 
¡Feliz Día de San Valentín!


Enrique Nieto Rubio
*Derechos Reservados*
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.


miércoles, 13 de febrero de 2013

..Vida de un barrendero de Enricostro. Solo para mayores.


Vida de un barrendero.de, Enricostro. el contenido de este escrito es para mayores...18 años.
... todo empezó con mi rutina, en mi circuito de trabajo. En una zona de casitas adosadas, de una planta.  En una de estas calles, al llegar al número 45, me cerraban las persianas siempre de golpe. Eso me llamó la atención mucho, pues eso me pasaba solo en este número.

 
Un día, al volver la esquina vi. de lejos que estaba barriendo la puerta dicha


persona, aligere el paso,



para verle la cara. Pero ella corría para meterse en la casa, antes de que yo llegara.
 tenía una bata blanca.

Ella, por correr, se le enganchó la bata, en el pestillo de la puerta, con tan mala suerte, que cayó al suelo quedando completamente desnuda.
 Corrí para socorrerla, cuando ella se giró alzando la pierna para darle una patada a la puerta y cerrarla. Al levantar la pierna, se quedó todo a la vista. Yo, encandilado por aquello, me quedé paralizado. Como estaba de hermosa, y que cosa más bonita tenía abajo.
Me dio, con la puerta en la cara y me pilló la mano, cayendo de espaldas a la calle. Bueno, se me hinchó la mano y la cara, un Chichón grandísimo. Pero me fui alucinando en colores. Me dieron la baja unos días.
pues tuve que decirle a mi capataz, que me pillé la mano con un contenedor. 

En los días que estuve de baja. Otro compañero iba por allí, y esta señora le preguntó al nuevo;
¡Y el otro barrendero, ya no viene.!
le dijo;
¡¡Mi compañero, si es que ha tenido un, acídente, se ha pillado la mano, y se ha dado en la cara.!!
¡Vaya!
dijo la señora;

Al cabo de unos días, volví por allí y al llegar a este número. Se me vino a la cabeza, ese pedazo de cuerpo, tan hermoso. De pronto salió la señora, y me pidió¿qué por favor; Entra, un momento.? 

yo entré y me dijo;
¡Siéntate por favor, mira quiero pedirte perdón, por pillarte la mano y lo de la frente! Es que medio mucha vergüenza, de que me vieras desnuda y quise cerrar la puerta, ¿no pensé que te pudiera dar.?

Le dije; ¡¡no fue nada.!!
me preguntó; ¡cómo puedo pagarte el daño, que te he hecho!
¡¡bueno con lo que vi, Estoy bien pagado.!!
¡así... muchas gracias.!
se me fue acercando hacia mí y cuando estaba pegadita a mí, se volvió a abrir la bata. Creía morirme. Olía como los Ángeles a jazmín, como estaba sentado, todo el pubis en mi cara, quedó rozando mis labios, me lo comí todo y toda ella. hicimos el amor frenéticamente. Quedando como pollo remojado. Terminamos de hacerlo. 

y me fui soplando y soplando, por la calle. Estuve todo el día soplando.  No me lo podía creer, como me había pasado eso. 

A los dos días, siguientes, yo cortado, volvía a pasar por allí.  Pero volvió a salir, con ese aroma tan delicioso, que llevaba me dijo; ¡Quieres un café!  
¡¡Vale, le dije!! Ya eran las diez horas del bocata.
entre en casa, y me dijo; ¡con leche! 
le contesté; ¡¡sí.!! Y acercándose me dijo.;  
Abriéndose la bata, que empezara por la leche. 
Nos pusimos guarritos de placer. Ya desde entonces, todos los días se inventaba algo para abrirse la bata. Cada vez que lo hacía me Moría de emoción. Era maravillosa, tan espontánea y tan elegante, y preciosa, que era. Así estuvimos mucho tiempo. Hasta que un día, nos casamos, pero ella, aun casados, seguía sorprendiéndome, con sus maniobras sexuales.
Era tan feliz, que jamás hombre alguno, lo habría sido, en todo el universo.
Así pasaron algunos años, tanta felicidad me asustaba.
Más yo le dije; que no sería bueno, tener tanta felicidad.
Aunque ya han pasado cinco años.
Le he preguntado; a mi amor, que si está bien, esta mañana, pues tenía mala cara. Me he levantado temblando y sudoroso, algo iba a pasar, era mi día negro seguro.
Amor pareja besándose en la cocina Foto de archivo - 5610092


Ella me ha dicho que no pasa nada,
mientras se desplomaba en mis brazos.

Yo, temblando de miedo, la llevé al hospital. más iba muerta, los médicos no se explicaban lo que había pasado. les han hecho la autopsia y no les han sacado nada, dicen que es muerte súbita.



Más yo me estoy muriendo de pena. tanto amor era imposible, los Dioses me han castigado. Son envidiosos y ladrones. Me han robado mi vida y mi amor.
Más ya no siento ni frío ni calor. Me han robado la ilusión de vivir. Me han enterrado vivo, son malos y rencorosos.
estoy perdido en este mundo, vagando con mi soledad. Nada ni nadie me satisface, ya no siento nada. Vivo errante por la vida, llorando por los rincones. Con una angustia que me ahoga, me falta hasta el aire, cuando estoy en mitad del campo.
 Sueño todas las noches, con ella, y me levanto llorando, porque no está a mi lado. Deseo mi muerte, pues esta vida ya no la quiero.

En mi sillón sentado, espero mis días finales. Pues vivo de sus recuerdos, que estos sí son inmortales. Pues quiero ver a los Dioses, para poder preguntarles, porque me quitaron el alma mía, mis sueños y mis cantares. Pues siendo tan poderosos, como envidia me tenían.
Ya la siento venir por el pasillo, se acerca y me alarga la mano, para llevarme con. Ella....... Fin
derechos de autor.
Enrique Nieto. Rubio.
Colabora en imágenes,
 Silvia Regina Cossio Cámara.
d.ym.doyc.yo.oo.pm.

viernes, 8 de febrero de 2013

..La vida de Syntiá de Enricostro.



 
 

 En Inglaterra, allá por los años 30, en una mansión inmensa, vivía una linda chica llamada Syntiá Bragúe.



Tenía por entonces dieciséis años, ella era hermosa, esbelta y con unos cabellos rojizos y piel blanca como la leche, vivía en esta mansión con sus abuelos, adinerados, gentes de la realeza.

Syntiá, era muy soñadora, fantaseaba con todo lo que veía, sus abuelos dedicados a los negocios, y a las relaciones con grandes personajes, tenía poco tiempo para dedicarle a la princesita del palacio.

 Por lo tanto, ella estaba libre de obligaciones, aparte, claro, de las doncellas que la cuidaban en cada instante... sobre todos sus profesores, que cada día la atosigaban con toda clase de estudios.

Pero su pasión eran las clases de música, Syntiá era muy romántica y sensible, y el arpa la volvía loca, a cualquier hora cogía su instrumento y se iba cerca de los abuelos para atormentarlos, asiéndose notar de esta forma.
Su abuelo de estos de grandes bigotes y con su pipa siempre encendida decía:
¡Esta niña, nos va a volver locos!

Syntiá gritaba, asomándose por un gran balcón interior que tenía la mansión, ¿quieres dejar de tocar? ¡Me estás volviendo loco!, acaso no es bastante grande el palacio para ti, anda, sal fuera y que te dé el aire. Niña loca… balbuceaba en voz baja.

Syntiá marchó al jardín y allí había esta isleta con techados de las cuales las dedicaban para sus romanticismos o tomar el té.

Allí sentada, en el centro, tocaba Beethoven o Juan Sebastián Bach. A ella le daba lo mismo, pero era un cielo haciéndolo, iluminaba y le daba vida a todo el jardín y el palacio.

La primavera fue maravillosa, llegó el verano con visitas de todas clases; familiares, amigos … de todo fue un verano estupendo también.

Pero llegó el invierno, un invierno crudo y tosco; las nieves desbordaban todo palacio, los carruajes apenas si se podían conducir.

Syntiá se aburría mucho, estaba en una edad difícil y sus fantasías eran cada vez más intensas.

Syntiá soñaba muchísimo con el rostro de un cuadro que colgaba en uno de los grandes salones, era de un chico bien parecido, guapo y con una mirada que te seguía a todos lados… y terminaba dejando eclipsado a cualquiera.

Era la foto de un primo lejano, que al parecer murió en las montañas de nieve que por encima de ellos existían.

Syntiá parecía estar loca, nunca estaba quieta; los profesores la regañaban, los abuelos también, hasta su institutriz lo hacía.

Una mañana, en su tormento, la chica se metió en su dormitorio, y no paro de llorar en todo el día. No bajo a almorzar ni a cenar. Los abuelos estaban preocupados por la niña.

La abuela por la noche decidió aporrear la puerta del dormitorio preguntando:
¡Syntiá hija mía! ¿Estás bien? ¡Ábreme cielo, te lo suplico!
Syntiá bajo las súplicas de la abuela, abrió la puerta… y la anciana le preguntó:
¿Qué te pasa cielo mío?
Abuela me siento triste y sola, no sé qué me pasa… ¡todo lo hago mal!

¡Ya mi niña, no te preocupes! Todo pasará, es este invierno tan duro y pronto marcharás a Londres e irás a una academia que te gustará.

Ese es un bello lugar, y allí conocerás muchísimas personas de tu edad, y entonces verás como todo te cambiará.
¡Gracias abuela! Tú sí que me comprendes.

Después de colmarla con besos y caricias, le preguntó si deseaba comer algo.
¡Sí, abuelita! Después de conversar contigo, se me ha abierto el apetito.
¡Vale! Le diré a la chacha que te suba algo de comer, ¿sí?
¡Gracias abuela! Te quiero mucho.

Mientras le traían la cena, Syntiá se dirigió a su armario y se puso uno de sus vestidos de fiesta; era blanco, con mucho vuelo y escotado, con un collar de perlas, y mientras se observaba sentada frente al espejo… tocaron a la puerta con los nudillos.


¿Sí? ¡Pasa adelante!
Te traigo la cena, exclamó la chacha.
¡Gracias! ¡¿Me puedes ayudar a hacerme el moño? ¡Yo sola no puedo!
¡Pero mi niña! ¿A dónde vas tan guapísima?
¡Me voy a una fiesta!

La mujer no salía de su asombro, así que le respondió:
¿No me digas que es que tienes un admirador?
¡Si chacha, se llama Wuartes!
Creo que me suena ese nombre.
No sé chacha, pero él me quiere mucho.

Mientras la chacha le hacía el moño, ella se maquillaba frente al espejo. La chacha sabía que no existía tal fiesta, pero guardaba silencio y la dejaría ir para no quitarle la ilusión.

Ya terminada de arreglar y vestir, quedó preciosa… lucía, hermosa de verdad. Comió algo y al instante sus pensamientos cobraron vida.

Syntiá se dirigió hacia una de las puertas, imaginado que detrás se estaba llevando a cabo la fiesta.

La chacha que curiosa era, se dispuso a espiarla un rato por la mirilla de la cerradura, pero cuál fue su sorpresa que cuando Syntiá abrió aquella puerta… vio con sus propios ojos la cantidad de personas que allí se encontraban, y todos estaban bailando. 

Se le cayó la baba al verlo y no lo podía creer; así que bajó las escaleras atónita sin encontrar explicación alguna.

Buscó a la abuela de la niña y le dijo:
Señora ¿Sabía usted que en el cuarto de invitados hay una fiesta tremenda?
La señora dijo: ¿Has bebido o qué?
Se lo juro, señora, lo he visto yo misma.
¡Venga! ¿Qué te pasa?
Si no me cree, venga usted a ver, señora.

Se dirigieron al salón de baile, y cuando abrieron la puerta no había tal fiesta o gente bailando… todo en completo silencio y normalidad.
¡Tú no estás bien! Termina de recoger todo y te vas a descansar.
¡Sí señora! No entiendo qué sucedió, quizás estaré un poco destemplada…. y se marchó a dormir.

Mientras Syntiá andaba por en medio de todas las parejas que bailaban un vals, cuando de pronto se le acercó un joven príncipe, con exquisita vestimenta, con sus encajes alrededor de su solapa y sus mangas, cuellos dorados. Le preguntó:
¿Aceptarías bailar conmigo una pieza?

Syntiá lo miró, era guapísimo, él la tomó de la mano y con la otra rodeó su pequeña cintura y empezaron a moverse. 

Ella se sentía como en una nube, quedando enamorada de ese chico; pues además de oler maravillosamente, ella cerró los ojos poniendo su cabeza sobre su pecho, y así paso toda la noche maravillosamente.

Sobre las cuatro de la madrugada, Syntiá ya se notaba algo cansada… pero los brazos de su amado príncipe, la sostenían hasta el amanecer.

A la mañana siguiente, Syntiá se encontraba dormida en un sillín … cuando la despertó la chacha.

¡Syntiá, Syntiá despierta que ya son las diez!
¡Ay chacha, déjame un poquito más!
¡No niña!, que está el profesor, y te está, esperando.
¡No chacha que estoy muy cansada!
¡Nada niña! ¡Venga! A bañarte que hueles mal.

La chacha le preparó, él bañó y desnudó a Syntiá, pues ella estaba cansadísima… la baño la vistió.

Bajaron a la planta y el profesor comenzó la clase… pero ella no atendía nada, los ojillos se les cerraban; el profesor enojado terminó dejándola. 

Fue con la abuela y le dijo:
¡Señora me retiro! Pues Syntiá se duerme en la clase, y no atiende nada… es como si hubiera estado toda la noche de fiesta. ¡Hasta mañana! Y se marchó.

La abuela fue donde estaba Syntiá y la encontró, encogida en el sillón, y la anciana hizo un gesto con la mano diciendo:
¡Ya que descanse! Para ver este día de perros… qué más da.

Y allí, la dejó tranquilita, pues igual, el día era gris y medio oscuro, con unos nubarrones de aúpa, que parecía que se disponía a diluviar… al cabo de un rato de pronto empezó a llover intensamente… definitivamente era un día malísimo.

Al cabo de una hora despertó Syntiá… se dirigió al jardín y se dijo: ¡Va a hacer un día precioso… mientras en la distancia contemplaba los hermosos árboles que se divisaban!

Vio cómo su joven príncipe levantaba la mano, la incitaba a reunirse con él. La chica también respondió con un gesto de mano… y salió corriendo a reunirse con su amado.
¡Hola Wuartes! ¿Cómo estás?
¡Muy bien! ¿Y tú?
Me siento muy cansada de la fiesta de anoche.
¿¡Así! ¡Pues yo no!
¡Tú eres un hombre!
Quizás tengas razón. ¿Gustarías pasear?
¡Sí, me encantaría!

Pasearon largo tiempo por los hermosos alrededores, pues hacía un día espléndido. Syntiá le preguntó:
¿Te gustaría ir de pícnic?
¡Si me gustaría! Contigo hasta el fin de los días.
Bueno, si es así… espérame, que vuelvo enseguida.

Syntiá corrió hacia la casa y llegó a la cocina ordenando:
¡Chacha! Prepárame comida para dos, pues iré de pícnic.
Pero mi niña, como vas a ir de pícnic, sí está lloviendo a mares.

Syntiá volvió la cabeza hacia la ventana, y tan solo veía un sol radiante.

¡Anda chacha! No seas tan negativa y fatalista.
Cogió la cesta y hasta que no se la llenó de comida no estuvo satisfecha.
Syntiá agradeció a la chacha y acto seguido salió corriendo.

Cuando encontró al príncipe buscaron una sombrita debajo de un hermoso sauce, y allí comieron tan ricamente.

Después jugaron sobre una manta en el suelo, y se revolcaron jugando hasta encontrarse sus labios… sus respiraciones se había cada vez más rápidas y se besaron muchísimo; y compartieron juntos toda la tarde.

Al atardecer ella decidió volver a casa… despidiéndose de él le dijo:
¡Te quiero!
Y él le respondió que también la quería, y que agradecía por el delicioso festín que habían compartido.

Entró en casa y los abuelos estaban preocupados, pues con tan mal tiempo… cómo era posible que venía de la calle.

¡Syntiá, hija! ¿Dónde andabas?
Abuela me fui de pícnic.
¿De pícnic con toda la lluvia que está cayendo?
Syntiá no puso mayor atención al comentario, y se marchó a su dormitorio.

Se dejó caer en la cama con mucha alegría pensando:
¡Qué feliz me siento! Mi príncipe es tan guapo, que apenas puedo creerlo.
 
Como no tenía amigas en el lugar, tomó su diario y comenzó a escribir todo cuanto estaba viviendo… hasta quedarse casi dormida. 

Ya de madrugada, se abrió una puerta de enfrente de la cama, y con mucha luminosidad salió una chica, prima suya:
¡Syntiá, Syntiá!
Syntiá levantó la cabeza y le preguntó:
¿Qué quieres?
¿Te apetece una fiesta de pijamas?
¡Por supuesto que sí!

La chica se levantó y pasó a una habitación donde se encontraban varias chicas reunidas; jugaron por muchas horas en las camas, se hicieron cosquillas; se contaron sus aventuras, y cuando le tocó su oportunidad a Syntiá.

Ella contó que estaba muy enamorada de un chico guapísimo… y disfruto de lo lindo toda la noche.

A la mañana siguiente la chacha fue al dormitorio, y al no ver a Syntiá se asustó muchísimo, abrió el ropero y allí estaba Syntiá durmiendo echa un rollito.

La cogió en brazos y la recostó en su cama, y como era fin de semana la dejo descansar un poco más pensando para sus adentros, que la niña se encontraba fatal.

Así, Syntiá vivía dos vidas paralelas, una de realidad y la otra que a todos parecía de fantasía.

La época de lluvia terminó, pero con ello dio inicio a la de frío. Una mañana Syntiá se levantó y se dirigió al dormitorio de la abuela.
¡Hola abuela! ¿Cómo estás?
¡Bien! ¿Cómo es que te levantas tan contenta niña, si hay tanto frío?
Abuela es que soy tan feliz, porque he conocido un chico guapísimo.


La abuela, para no deprimirla, le siguió la corriente… ¡Ah sí! Me alegro mucho, hijita… pero cuéntame, ¿De dónde es?
¡Ayy abuelita! Ahora sí que me has pillado, porque no le he preguntado de dónde es.
¡Ya niña! No tiene importancia. Anda ayúdame a levantarme ¿Sí?
¡Sí, abuela, te quiero mucho!
¡Yo también, a ti, cielo mío!

Syntiá pasó el resto del año, cultivando su relación con su novio.


Ya llegando diciembre para la época de Navidad, Syntiá anunció que se casaría con su novio. Tal cual siempre todos hacían, de nuevo le siguieron la corriente… sin importarles incluso que la chica vistiera de novia.

El día de Navidad alguien llamó a la puerta, y cuando abrieron vieron a un cochero muy elegante, quien extendiendo su mano a Syntiá la invitaba a salir de la casa… ella sin dudarlo subió a una bella carroza engalanada con adornos de oro y plata.

Los abuelos sorprendidos le dijeron:
¡Pero Syntiá espéranos! No vas a ir sola, y se subieron los tres.

La carroza marchó hacia la Catedral… todo era como un sueño de hadas.

Cuando llegaron, los abuelos con sorpresa encontraron que la catedral estaba abarrotada de gente. Los ancianos no daban crédito a lo que veían con sus ojos.

Cuando se percataron que todo era real, y conocieron al novio, quien era un guapísimo príncipe… quedaron alucinando.
Los jóvenes se juraron amor eterno y después de finalizada la ceremonia; partieron para otra mansión donde celebraron un convite grandísimo para muchísimas personas… todo fue espectacular.

A la mañana siguiente, la chacha despertó a los ancianos, diciéndoles que la chica no había regresado a dormir a casa… los abuelos no entendían lo que sucedía, pues no podían recordar nada de la boda.

Buscaron por todos los alrededores y más allá, pero toda búsqueda fue infructuosa… pues nunca volvieron a saber nada de ella.
- Fin - 

Enrique Nieto Rubio
Derechos Reservados
Colabora en imagenes,
 Silvia Regina Cossio Camara.