Allí sentada está la abuela,
y mirando por la ventana,
esperando a su marido,
que se fue de madrugada.
Él se toma una copita,
antes de volver a casa,
y charla con sus amigos,
de cosas de otras muchachas.
Aunque todo es en la amistad,
para entretenerse un ratito,
juega al dominó unas partidas,
y se marcha despacito.
Su gatito que es simplón,
pendiente está de su amito,
que lo presiente todos los días,
y siempre en el mismo sitio.
El abuelo ya se acerca,
por esa calle empedrada,
y el gato que lo oye subir,
con sus orejitas veladas.
Ya se oye por la puerta,
ya entra este señor,
le da un beso a la abuela,
que la quiere con pasión.
Enrique Nieto Rubio.
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